La alimentación de los astronautas a Marte

La dura tarea que tenían los exploradores y viajeros de todos los tiempos siempre fue el abastecimiento de alimentos antes de emprender un viaje, sobre todo si este era por mar y la travesía era larga y sin escalas, como fueron todas las emprendidas por los españoles, portugueses o ingleses.

Imagino a Cristóbal Colón calculando el consumo de alimentos en su primer incierto viaje a las Indias y la dificultad para abastecerse, siempre atendiendo a las recomendaciones hechas en las Partidas de Alfonso X ‘El Sabio’ que decían: “deven traer mucha vianda, assí como vizcocho, que es un pan muy liviano porque se cuece dos veces e dura mas que otro, e non daña; e deven levar carne salada, e legumbres, e queso, que son cosas que con poco dellas se goviernan muchas gentes; e ajos, e cebollas para guardarlos del corrompimiento del yacer en el mar e de las aguas dañadas que breven, E otrosi deven llevar agua, la que mas pudieren, ca esta non puede ser mucha porque se pierde e se gasta de muchas guisas e ademas es cosa que non pueden escusar los omes, porque han de morir cuando fallesce o vienen a peligro de muerte. E vinagre deben otrosi llevar, que es cosa que les cumple mucho de los comeres, e para bever con el agua cuando ovieren sed. Ca la sidra o el vino, como quier que los omes lo aman mucho, son cosas que embriagan el seso lo que non conviene en ninguna manera a los que han de guerrear sobre la mar. (1)

El mayor peligro siempre fue la descomposición de los alimentos, su almacenamiento y sobre todo el suministro del agua, la cual se corrompía a los pocos días de zarpar.

Sin dietistas, ni especialistas en alimentación de ningún tipo, aquellos exploradores confiaban en el hombre de mayor experiencia para abastecerse de alimentos, lo cual, en muchas ocasiones, les acarrearon enfermedades de todo tipo, sobre todo carenciales, e incluso muchos encontraron la muerte hasta los principios del siglo XX.

Hoy, con el planeta Tierra casi explorado, las naciones ponen sus ojos en las estrellas buscando otros mundos para colonizarlos en su avidez de materias primas, objetivos militares o investigaciones científicas y como siempre, pese a los adelantos en la conservación, los alimentos son el freno en la carrera espacial y colonización de otros planetas, incluido nuestro satélite. Por una parte está el volumen que ocupan en una nave y por último el peso, pasando por la conservación, ya que estos espacios cerrados no llevan compartimiento estanco frigorífico dada la cantidad tan grande de energía que consume.

Hoy se sabe mucho sobre la conservación de los alimentos, el agua se recicla y se mantiene en perfectas condiciones sanitarias y los médicos, por medio de sus nutricionistas, conocen a la perfección la composición exacta de alimentos que un astronauta debe de tomar para conservarlos en perfecto estado físico.

Un astronauta de complexión media necesita sobre 2.500 calorías diarias y la composición de los alimentos ingeridos deben de tener, para mantener una dieta equilibrada, entre un 16 y 17% de proteínas, un 30 y 32% de grasas y entre un 50 y 54% de carbohidratos.

Visto todo de forma simplista parece que es fácil entonces enviar a varios astronautas por ejemplo a Marte, que es el primer proyecto interplanetario que se tiene previsto, pero ahora nos enfrentamos a un sin fin de problemas, tanto técnicos, presupuestarios y psicológicos que parecen casi insalvables y para hacernos una idea debemos saber que poner un kilo en órbita terrestre encarece un lanzamiento en unos 20.000 euros. Si tenemos presente que un viaje a Marte, ida y vuelta, tardaría dos años y una tripulación de cuatro astronautas hacen tres comidas al día, tenemos que se deben de hacer 8.760 comidas y entonces debemos hacernos la primera pregunta: ¿Qué capacidad debe de tener la bodega de una nave para llevar tantas raciones de alimentos?. Y consecuentemente debemos pensar, si imaginamos que cada ración pesa sobre medio kilo, que el peso total de carga extra es de un poco menos de 4.400 kilos, lo cual se traduciría en un coste desorbitado.

Imaginemos que esos problemas técnicos y presupuestarios se pueden salvar con facilidad, hacemos una nave muy gorda y obtenemos el dinero suficiente vaciando un poco las arcas del estado, total para que se lo gasten los políticos en viajes, saraos y comidas mejor utilizarlo en un gran proyecto de investigación; pero ahora nos encontramos con nuevos problemas: los envases desechados de los alimentos (sobre 9.000 al final del viaje), así como los detritus sólidos (calcular sobre unas 3.000 defecaciones previamente desecadas para reciclar el agua), deben de estar en un compartimiento estanco, desinfectados para no crear epidemias en la tripulación, lo que obligaría a hacer un poco más gorda la nave.

Una vez solventados los ya mencionados problemas técnicos se debe de intentar solucionar el psicológico de los tripulantes con respecto a la alimentación, dándoles comidas que sean ligeras, compactas, sabrosas y nutritivas, todo un reto teniendo presente que se deben de guardar por largos periodos de tiempo sin refrigeración, a lo que se le une el concepto del hecho de comer, que es un ritual social en todas las culturas, algo a tener en cuenta cuando se piensa en viajes de larga duración, ya que una dieta monótona, insípida, sin rituales y asocial conllevaría el desequilibrio psicológico de todos los tripulantes de la nave espacial, según se desprende de estudios hecho por profesionales de la sanidad mental. Por lo tanto el menú debe de ser variado, de sabores distintos, con consistencia física y que sirva como elemento de concordia y de relax, lo que quiere decir establecer lugares a modo de comedores y reunión.

La preparación de los alimentos en la actualidad consisten en los siguientes tipos:

–          Alimentos rehidratables: al momento de consumirlos se les agrega agua.

–          Termoestabilizados: los alimentos son transformados por el calor al destruir los microorganísmos y las enzimas que puedan ser dañinas.

–          Alimentos con humedad intermedia: conservados restringiendo la cantidad de agua, evitando de esta forma el crecimiento microbiano pero conservando una textura suave.

–          Alimentos naturales: aquellos que están listos para comer, como pueden ser galletas, pastas, etc.

–          Carnes irradiadas: para los filetes de carne de vacuno.

–          Condimentos: tales como la pimienta líquida, sal, salsas de tomate y mostaza.

–          Tortillitas estables: quitado el oxígeno para prevenir el crecimiento de moho y bacterias.

–          Alimentos frescos: aquellos que deben de consumirse en los dos primeros días tras el lanzamiento.

–          Bebidas.

Conscientes de la importancia que tiene la alimentación para los astronautas pronto comenzó una carrera por ser los primeros en conseguir un tipo de comida que cumpla los requisitos que hemos enunciado. Universidades y empresas de todo el mundo compiten por descubrir esas fórmulas mágicas que hagan qué ‘algo’ sea perdurable en el tiempo, alimente, ocupe poco espacio, tenga poco peso y a la vez sea variado y sabroso, ya que el que consiga una patente así no sólo se llenará de gloria, sino que a la vez, y con toda seguridad, obtendrá tremendos beneficios, ya que dichas raciones alimenticias se podrían utilizar en la mayoría de las actividades del ser humano, principalmente para los ejércitos, actividades deportivas, raciones de socorro ante catástrofes, regímenes de adelgazamiento, alimentación de ancianos, etc.

Desde el año 1998 la universidad de Cornell (Estados Unidos) lleva a cabo estudios encaminados a obtener  una alimentación autónoma tanto en las naves espaciales como en las bases en tierra fuera de nuestro planeta por ingeniería genética y biológica. El equipo está formado por nutricionistas, cocineros, biólogos y médicos en un afán de conseguir entre 15 y 30 cosechas anuales, basadas principalmente en una alimentación vegetariana que básicamente consistiría en trigo, patatas, arroz, soja, cacahuetes, tomates y zanahorias, como se puede comprobar esto hace bueno el dicho de ‘los héroes del espacio’, ya que estar años alimentándose sólo de esto, por más bien condimentado que esté, es un acto digno de considerarse epopéyico.

La profesora de ingeniería genética de la universidad de Cornell, Jean, observando una plantación hidropónica que se utilizará en el espacio.

Antes de seguir sería bueno saber las razones de los científicos de la universidad de Cornell para haber escogido este tipo de dieta vegetariana según la opinión del profesor de psicología y de las ciencias alimenticias de esa universidad David Levitsky: “El coste de transportar el alimento para estas misiones será astronómico, sólo cerca de 15 por ciento de calorías serán de los alimentos hechos en la Tierra”, para continuar diciendo: “Nuestros platos, por lo tanto, contendrán el  10 por ciento de calorías de los alimentos hechos en la tierra. Estos alimentos importados serán probablemente las grasas, los concentrados de sabor y los distintos alimentos de carne y a base de productos lácteos que se utilizarán sobre todo como condimentos, así como algunos lujos tales como chocolate. Esto permitirá que el equipo derroche en las comidas especiales semanales y podrán tener un banquete mensual, que será importante para romper la monotonía y el aislamiento del recorrido del espacio de larga duración”. Para terminar centrándose en el aspecto que más preocupa, el psicológico: “El alimento desempeña un papel crítico en el bienestar psicológico total de equipos aislados, por lo tanto, nos esforzaremos en hacer familiar la dieta a los equipos, les daremos un sentido de la maestría en la preparación del alimento y un sentido del orgullo o de la propiedad en producir platos atractivos y sabrosos. Nos centraremos en estos factores en una serie de los talleres de entrenamiento previstos por el tercer año del proyecto.”  

Aparte de estos razonamientos también se pretende reciclar todos los desperdicios de la alimentación para que, tanto las plantas y como los microorganismos, regeneren el aire, el agua y el mismo alimento del equipo y como ejemplo citaré que están utilizando microorganismos para ayudar a convertir la paja del trigo y otros residuos de la elaboración de los aceites, así como el almidón que sobra del trigo y de las patatas, en dulcificante. También están probando continuamente recetas, más de cien, con las sustituciones precisas de ingredientes que no se puedan proporcionar desde la tierra o crecer en una colonia del espacio.  

Todo lo narrado hasta ahora tiene hasta lógica y parece verosímil, pero un investigador de la universidad de Rhode Island llamado Paul Larrat, que por cierto trabaja en el Centro Espacial Kennedy de la NASA en Florida, plantea una serie de problemas que podrían surgir a la hora de llevar a efecto esas plantaciones en las naves espaciales, desde la perspectiva de incompatibilidad entre ellas mismas, ya que las pequeñas cantidades de gases emitidos por cada una de ellas podrían afectar a la propia nave. Este investigador asegura que aparte de bióxido de carbono que se transforma en oxígeno hay otras cantidades muy pequeñas de otros gases que podrían ser nocivos y que en el planeta Tierra no se tienen en cuenta porque se disipan en la atmósfera. Por ejemplo los gases de la lechuga pueden obstaculizar el crecimiento de los rábanos y afectar a la fuente de alimentos, incluso se debería asegurar, antes de una misión estelar o en una base planetaria, que los astronautas no puedan llegar a ser alérgicos al polen de las plantas dado lo reducido y aislado del lugar donde se vive.   

La fiebre de la cocina espacial también llegó a Francia, en España tenemos el Menú Barcelona (del cual tenemos un magnífico artículo escrito en exclusiva por sus autores (2)), siendo el famoso cocinero galo Alain Ducasse el que presenta este mismo año 2006 sus exclusivas fórmulas culinarias y las pone a disposición de los astronautas y de la Agencia Espacial Europea (ESA); son platos tan atractivos como atún en salsa roja y limón, el pollo especiado, el arroz con tomate o el puding de leche de soja. 

Una de las recetas propuestas por el cocinero francés Alain Ducasse

Para aquellos que no conozcan a Ducasse, algo inconcebible en un aficionado a la gastronomía, contaré de forma rápida que este cocinero de 49 años tiene en su haber nueve estrellas Michelín, es propietarios de 25 restaurantes repartidos en diez países y está considerado uno de los mejores del mundo, a la misma altura que el español Ferrán Adriá. 

Preguntado sobre los alimentos que deben plantarse en una supuesta base en Marte, programada para 2033,  contesta que proponía el arroz, cebollas, tomates, soja, patatas, lechugas, espinacas, trigo y espirulina (algas azules muy nutritivas de la que pienso escribir un artículo en breve). 

Estos platos elaborados por Ducasse ya han sido probados por los astronautas franceses y rusos, los cuales han dado su aprobación, incluso el príncipe Alberto de Mónaco los llevó en su expedición de cinco días al Polo Norte, pero como muy bien dice Christopher Lasseur, jefe de los sistemas de ayuda de vida en el Centro Espacial Europeo, es un gran desafío para los cocineros el crear recetas de comida sanas y nutritivas usando sólo algunos ingredientes y utensilios limitados porque será posible llevar una cocina completa con todos los instrumentales a Marte, por lo que la preparación de los alimentos debe de ser simple. 

En realidad los estudios sobre alimentación que se pretenden implantar, con poco éxito, son los de trasladar las costumbres terrícolas a espacios sumamente reducidos, donde los astronautas deben de convertirse en agricultores y cocineros dentro de cápsulas llenas de tecnología punta, robándole tiempo a los trabajos de la misión e incluso al descanso, algo que me parece anacrónico y casi sin sentido.  

Cuando comencé a preparar este artículo mantuve una conversación informal donde planteaba mis dudas a una amiga psicóloga y antropóloga, y dentro de la ficción que puede surgir en este tipo de charla, me dijo que el problema es relativamente fácil de solucionar si a los astronautas le enseñan auto hipnosis o se les hipnotiza y se les hiciera vivir el acto social de la comida y la sensación de sabores que podrían tener en la Tierra alimentándolos con cápsulas de concentrados alimenticios, que incluso podrían ser insípidos. Esta idea puede parecer descabellada pero he de decir que he asistido a muchas sesiones privadas de hipnotismo donde se han hecho experimentos con el sueño, la alimentación y los sentimientos que puede dejar perplejo a más de uno y puedo asegurar que hacer algo semejante es factible y viable, independientemente de las consideraciones morales que puedan surgir, pero ¿existe algo más cruel que confinar a un ser humano en un micro espacio cerrado que puede durar años en un viaje espacial?. 

Tenemos la tecnología y las naves, incluso enviamos naves no tripuladas, pero el hombre no puede viajar por el simple hecho de tener que alimentarse todos los días, todo un reto y una ficción que debe de solucionarse antes del año 2033.

 

(1) Para saber más visitar la alimentación de los barcos en la historia

(2) Lea nuestro artículo Menú Barcelona para la Estación Espacial Internacional (ISS)

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