La verdadera historia del café. Los orígenes de su consumo.

 

Prehistoria:

Carlos AzcoytiaHe consultado e investigado un amplio número de publicaciones en las que se habla sobre la historia del café con la intención de poder esclarecer y encontrar los nexos comunes para descubrir la verdad en la que se basa la casi mitología de su descubrimiento y de su consumo hasta el día de hoy, datos estos que en algunos casos coinciden y en otros, dependiendo de la fecha de publicación, de los intereses nacionales o nacionalistas o si es copia de otros trabajos, pueden diferir sustancialmente, por lo que, al tener un amplio muestrario donde investigar, podamos leer entre líneas para encontrar la ‘verdad’, palabra de significado nebuloso en todo lo que concierne a la historia.

Los orígenes oscuros del consumo del café.

Entre los libros consultados está uno publicado en Cuba en 1860 escrito por José Vilardebo, doctor en medicina y cirugía, primer médico de sanidad militar, que deliciosamente escribió sobre el tabaco y el café, sus historias, sus acciones fisiológicas y propiedades medicinales que hoy nos pueden dejar como mínimo sorprendidos porque, tanto uno como otro, los defiende y aconseja como medicinas para la salud pública.

Pues bien, en dicho librito, en el capítulo dedicado a la historia del café, decía, de forma categórica, que fue descubierto por un derviche de Moka, en el Yemen, en el año 656 de la Hégira, 1258 de nuestra Era, de la forma que a continuación relato y comprendió: Dicho religioso fue enviado por su comunidad a vivir en penitencia a una montaña vecina, debería ser dicho monje díscolo para semejante castigo o insoportable, lugar de destierro que sólo podía ofrecerle como alimento las hierbas que se criaban, malo debió ser lo que hizo para semejante castigo. El derviche, con más hambre, como se dice en mi tierra, que un caracol en un espejo, se dedicó a recoger una frutilla que daban unos arbustos que abundaban por aquellos lares y para hacerlas más digeribles las hervía en agua y tomaba a modo de sopa.

A los pocos días, según cuenta Vilardebo, aquel cocimiento le llegó a parecer hasta bueno, incluso agradable, o al menos pasable, contra la soledad y aislamiento a la que estaba condenado, el que no se conforma con su sino es porque no quiere.

cafe02Pasado un corto espacio de tiempo fue visitado por sus colegas para saber cómo le iba, que ya es tener humor negro, y debieron de encontrar al pobre agitado y convulso, algo que les llamó la atención, oyendo de su boca que se alimentaba únicamente con un cocimiento de unas frutas que hasta entonces habían sido ignoradas por todos. Curiosos la probaron, supongo que con cierta reticencia,  y para su sorpresa la encontraron no desagradable, de modo que recogieron una buena provisión y se la llevaron, que si lo miramos de otra forma es ser malas personas porque se llevaron la cosecha con la que se alimentaba aquel pobre desdichado.

En el convento tras llevar las semillas del cafeto, los monjes se acostumbraron pronto a la excitación que producía y seguramente, esto es una suposición mía, aprendieron a bailar girando como peonzas, costumbre que llegó hasta nuestros días.

El pobre desgraciado que la descubrió en recompensa fue perdonado por el príncipe de Moka, que hizo construir, me refiero al príncipe, un convento en el lugar donde por primera vez se había usado el café.

Aquí termina la primera suposición del origen sobre el consumo del café, que por su estructura  a la hora de montar la historia más parece un cuento que un hecho real, de modo que expondré otras suposiciones.

En otro libro, escrito en 1859, que lleva por título ‘Manual del cultivo del café, cacao, vainilla y tabaco en la América Española y de todas sus aplicaciones’, escrito por Julio Rossignon, que fue ex catedrático de Ciencias Naturales de las Universidades de París, Guatemala y San Salvador, cuenta, apoyándose en otro autor, el abate Raynal (1), y en su libro: ‘Historia filosófica y política del comercio y de los establecimientos de los europeos en las dos Indias’ en el que afirmaba que el árbol del cafeto era conocido desde tiempos inmemorables o remotos en Arabia (ya vemos las discrepancias con el anterior autor).

En el libro que ahora comento hay un párrafo que me parece muy interesante trascribir porque entre barbaridades y suposiciones hace las siguientes suposiciones: “El café, en efecto, no era conocido ni de los griegos ni de los romanos, aunque algunos autores hayan pretendido que esta bebida era conocida en los tiempos más remotos, y que Pietro della Valle haya sentado que era el nepentes que recibió Melena de una egipcia, y que Homero alaba como propio para calmar el espíritu en el estado más violento de la ira, de la aflicción y de la desgracia.  Paschius, en su tratado de novis invertís, impreso en Leipsick en 1700, pretende que el café está designado por los regalos que dio Abigail a David a fin de apaciguarle. I, libro de los Reyes, cap. 25, vers. 18”.

Como podemos comprobar ya desde antiguo se decían bestialidades, que no es cosa nueva de los intrépidos ‘escribas’ de Internet que dicen saber de esto de la historia de la gastronomía; nuestro pasado y nuestro presente están llenos de clamorosos rebuznos.

No duda este autor en afirmar que el origen de dicha planta debió estar situado en la Alta Etiopía, siendo los persas los segundos en conocer el café, antes que los árabes, que fueron los que lo trasmitieron a los países europeos.

cafe01Cuenta el origen del origen del consumo del café y su fábula, porque no es otra cosa lo que se dice, en la que un pobre derviche que habitaba en un valle de Arabia (esto parece que concuerda con lo ya contado), que no poseía más que una choza y algunas cabras (ya nos alejamos de lo dicho), en un día en el que regresaba con su ganado después de llevarlos a pastar observó, cuando estuvieron dentro del redil, con sorpresa que estaban sumamente agitadas; al día siguiente, que debía estar aburrido, siguió  a sus cabras y observó que ramoneaban las pequeñas ramas de un arbusto que ni siquiera se había dado cuenta que existía, así era de despistado el hombre. Con espíritu científico y aventurero tomó de sus frutas y repentinamente, a modo de milagro de los buenos, experimentó una alegría sobrenatural, estoy intentando seguir casi al pié de la letra lo que cuenta Rossignon, dicha alegría estuvo acompañada de una gran locuacidad tal que pasó a la opinión de sus amigos del pueblo como un hombre extraordinario e inspirado, aunque seguro que tras saber, así por encima de su vida rutinaria y solitaria, serían palabras huecas y sin sentido las que diría, por lo que aconsejo no servirles más cafés a los político que nos venden mentiras y nos marean mientras nos roban la cartera.

El charlatán alegre dio parte de su descubrimiento a los otros derviches que lo tomaron y viendo que los estimulaban y podían estar charlando sin descanso horas y horas lo propagaron.

Esta fábula, esto es importante, se le debe a Fausto Naironi, maronita, profesor de lenguas orientales de Roma, que fue el primero que publicó en 1671 el primer tratado sobre el café y que a su vez recogió de los árabes, de Arabia claro está, que lo contaban para apropiarse o robar la historia (como tantas veces he contado: caso del tomate, el azúcar, el chocolate, la patata y para que seguir), con la intención de convencer a todos que era originario de su país.

Antes de dejar conclusa esta nueva teoría, la más extendida por aquellos que la cuentan a modo de descubrimiento, seguramente para sorprender sus hijos, que los torpes se reproducen mucho, y demostrarles que saben más que nadie, quiero referir algo que también aparece en dicho libro y que, con todos los respetos para los mahometanos, que ya he tenido algunos correos amenazantes por mis opiniones vertidas en otros trabajos por mi escepticismo ante las religiones,  en la que según contaban los persas que estando enfermo Mahoma se le presentó el ángel San Gabriel el cual inventó esta bebida para devolverle la salud, una mentira que es bonita por lo menos.

Otra teoría que propone Rossignon en su libro, que como estamos viendo los orígenes del consumo del café, pese a ser una bebida moderna, tiene para escribir folios es, siguiendo con la historia del cabrero como base, que un superior de un convento árabe, que había oído hablar de los efectos del café y preocupado porque sus monjes se les quedaban dormidos durante los ejercicios nocturnos, sin poner la atención y el recogimiento que a él salía del alma, se los hizo tomar y viendo los resultados estableció su uso desde ese momento, algo que se propagó por toda Arabia y posteriormente por todo el mundo.

Y sigo con otras teorías sobre como triunfó el café, esta se refiere a un mollah llamado Chadely, que no podía concentrarse en sus oraciones nocturnas, el ser humano tiene el vicio de dormir, experimentó hasta encontrar dicha bebida, bueno antes encontró la planta, y “ensayó esta bebida cuyos buenos efectos no tardó en palpar y confió a sus derviches este descubrimiento que no dilató en ser público”.

Lo cierto, pese a tanta mentira es que a mediados del siglo IX de la Hégira, el XV de la Cristiana, los árabes empezaron a cultivar el café.

Pero, esto que viene ahora ya tiene más verosimilitud, quizá porque es un documento de la época y que estaba depositado en la Biblioteca Imperial francesa, catálogo núm. 914; traducido por Sivestre de Sacy, ‘Crestomatía árabe’, tomo II, pág. 224 donde se dan los detalles, al menos de su popularización, cuando cuenta como Gamaleddin Abou Abdallah Mohammed ben Saïd, apellidado Dhabbani, porque era oriundo de Dhabban en el Yemen, y que era muftí de Adén (ciudad de Arabia con puerto en la desembocadura del Mar Rojo), conoció el café en un viaje de negocios que tuvo que hacer a Persia (la actual Irak que los occidentales hemos destrozado para robar su petróleo); en su estancia en dicho país observó cómo sus habitantes alababan las propiedades y hacían uso del café. De regreso en Adén se sintió indispuesto y recordando lo que había oído del café tomó una taza y sanó, por lo que se deduce que nada grave tendría dicho individuo, pero observó el hipocondriaco, también, que dicha infusión tenia la virtud de disipar el sueño, el entorpecimiento y de volver el cuerpo ligero y dispuesto. Propagó esto a los cuatro vientos y a todo los que lo querían oír dichas virtudes de modo que los habitantes de la ciudad se fueron aficionando a tomarlo, más como una medicina, algo corriente hasta no hace mucho donde todo alimento, a falta de una química eficiente, era el único remedio contra y para prevenir las enfermedades. Se sabe que Gemaleddin murió en el año 875 (1459 de la Cristiana) y desde entonces fue costumbre en Adén, al tomar la infusión, desear el paraíso a dicho hombre en recompensa por el bien que les había dejado.

De Adén el café paso, a finales del siglo IX de la Hegira, a la Meca y a Medina y al poco tiempo se extendió tanto el tomarlo, como ya había ocurrido en Persia, que se abrieron los primeros cafés públicos, donde los hombres, que las mujeres ya es otra cosa, jugaban al ajedrez, los poetas iban a recitar sus versos, pasando a Egipto a principios del siglo XVI nuestro y de allí a Siria, país que también estamos destrozando los occidentales hoy, a las ciudades de Damas y Alepo.

cafe03Ahora viene lo mejor porque comenta lo siguiente: “Cada uno (se refiere a los países donde se implantaba su uso), apreciando las cualidades agradables y las virtudes saludables de esta bebida, tan conveniente para esos pueblos enervados por un clima caliente y el abuso de los placeres, quiso usarlo”.

Otra teoría sobre los orígenes del consumo del café, para mi sorpresa, es la que hace Santiago Lascasas Monreal, ver bibliografía, que por su originalidad y forma de documentar su tesis no puede dejarnos indiferentes pese a que, al menos por mi parte, pueda tomarlo con ciertas cautelas, lo que no quiere decir que rechace lo que plantea.

Nada más comenzar su libro nos deja pensativos al leer: “Durante mucho tiempo, varios siglos antes y después de Cristo, el café se utilizaba como alimento y también como elemento indispensable en ritos religiosos de diversa índole.

Es indudable que las primeras plantas de café, o cafetos, que fueron utilizadas por el hombre se hallaron en la zona selvática del suroeste de la actual Etiopía. El uso que se hizo en aquel remoto tiempo distaba mucho del que hacemos actualmente con el fruto del cafeto”.

Lo primero que se me ocurrió fue mirar el mapa de Etiopía para comprobar donde estaban situadas las zonas selváticas de las que escribe, ya que siempre tuve en mi mente que era un lugar desértico y de sabana, lo que hace pensar en los distritos de Gambela y de Naciones y Pueblos del Sur donde se encuentran los restos de homínidos más importantes del país y donde se han hallado también los resto de los primeros homo sapiens.

Continúa haciendo una cita de lo que escribió el profesor de la universidad de Valparaiso, Charles G. H. Schaefer, que ha investigado a la tribu de los Oromo, grupo étnico que forma el 55% de la población del país, y qué según él son los primeros en utilizar el fruto del cafeto como alimentos y bebida y que dice: “El café es nuestra gran medicina. De entre todos los árboles fue bendecido por Waqa (supremo Dios del Cielo), bendecido con sus lágrimas. Todas las plantas crecen por la lluvia pero la planta del café brota de las lágrimas de Waqa”.

Magnífico descubrimiento el que para abrir boca hace, aunque nada nos indica la antigüedad de su uso en la alimentación humana, pese a que comenta que los oromo celebraban una ceremonia llamada buna-qala o sacrificio del café que se celebraba con motivo de cualquier evento importante, como podían ser casamientos, nacimientos, etc., donde se servía tostado y mezclado con manteca y cereales, siendo un magnífico alimento energético.

Si hasta ahora nada nos induce a pensar que el café o su consumo pueda tener miles de años formando parte de la alimentación humana sí parece que su teoría toma consistencia cuando hacer referencia a otro estudio, esta vez del escritor californiano Stewar Lee Allen, el cual asegura que el consumo del café comenzó en la zona etíope de Kaffa (que nada tiene que ver con el nombre que tiene el café, ya que allí se le denominaba bunchum, buna y bun), donde cuenta de forma novelada, de ahí su ya poca credibilidad, que desde hace tres mil quinientos años los oromo lo recolectaban y usaban en sus desplazamientos machacando los granos y mezclándolos con grasa animal, llegando a deducir el autor del libro que hago referencia, Lascasas Monreal, que en dicha preparación no se utilizaba la semilla sino la corteza secada previamente al sol.

La propagación sobre el consumo lo achaca a las guerras entre las tribus de los onomo y los bongo y la costumbre de vender a los guerreros vencidos en el mercado de la ciudad de Harar y como con el tiempo fue evolucionando hasta llegar a la costumbre de preparar una cocción que llamaban kati, que consistía en tostar hojas de cafeto en una sartén que posteriormente se molían con un mortero y se ponían a cocer añadiéndola azúcar y un poco de sal por espacio de unos 10 minutos.

Hasta aquí esta teoría que, con todos mis respetos hacia Lascasas, no demuestra nada y que en mucho está basada en la especulación o en la fe del que lo lee, sobre todo cuando se llega a la preparación del kati si se conoce la historia del azúcar.

En otro libro, este escrito en 1880 por Esteba Borrero y Echevarría, ver bibliografía, nos dice textualmente: “Cuéntase que un pastor árabe observó que sus cabras se sobrescitaban fuertemente cuando comían las bayas de esta planta: veíalas triscar más alegres que de ordinario y con otros signos inequívocos de la influencia animadora de ese fruto le dieron, con la idea de sus propiedades, la de ensayarlas en sí mismo, como lo hizo con todo éxito, resultando de aquí establecidas las propiedades del café. No ha llegado á nuestra noticia cómo se supo que la torrefacción desarrollaba en el grano las propiedades aromáticas que hoy le conocemos, ni cómo del tímido ensayo del pastor que probablemente le comería crudo hemos venido refinando su preparación á poseer el arte de preparar el aromático moka, que hace nuestras delicias de sobremesa”.

De nuevo volvemos al cuento de ‘las cabras locas’, tema socorrido en exceso, aunque posteriormente se hace eco de otra teoría con una anécdota que no deja de tener su gracia y que para solaz de todos trascribo: “Aseguran otros [Raynal] que es originario de la Alta Etiopia, en donde ya de tiempo inmemorial se usaba; que fué el primero en darlo á conocer un árabe llamado Chaledí, que de él se servia para despertar y avivar sus facultades mentales, deseoso de sostenerlas durante la noche en su exagerado celo religioso. De la Alta Etiopia pasaría á las orillas del Mar Rojo y de aquí á la Arabia hasta la Meca, propagado su uso por los peregrinos mahometanos. Sea de esto lo que quiera, parece ser cosa averiguada que ya desde el siglo XV el café era conocido en todo el oriente, y que en el siglo XVI fué prohibido en Constantinopla por el Gran Visir. Cuéntase á este propósito una anécdota que no carece de interés. Quiso el Visir en su suspicacia política girar una visita á los cafés y tabernas por sorprender en ellos, á favor de la libertad y licencia de estos sitios, los pensamientos de sus subditos; y como viese que en los primeros y saboreando la aromática infusion se hallaban los hombres más serios ocupados de criticar acertada y duramente los actos de su gobierno, se encolerizó grandemente contra el café, prohibió su uso y mandó cerrar los establecimientos en que se vendía. En las tabernas y entre los licores espirituosos sólo vio con gran contentamiento suyo beodos estúpidos embrutecidos por el veneno alcohólico y que no se ocupaban ciertamente de murmurar ni de «hacer política:» esto lo edificó. Como se vé, el café era perjudicial. No dice la historia si en su edificación concedió el Visir privilegios y recompensas á los taberneros: puede ser”, algo parecido hicieron no hace mucho, en los años 60 del siglo pasado, todos los gobiernos de occidente al prohibir drogas tale como la marihuana tras los movimientos sociales, de esta forma se aseguraban que los rebeldes que estaban en las calles manifestándose, decepcionados por el desencanto de la política tras la inútil Segunda Guerra Mundial, se narcotizarán y perdieran el interés de luchar por un mundo mejor y más justo, hasta entonces era permitido su uso y pocos la tomaban, hoy es una lacra social que deja las manos libres a los que nos gobiernan para hacer a su antojo las barbaridades que todos conocemos.

Para terminar y no cansar más haré referencia a otro libro escrito en 1877 por M. Monleón que me merece todos los respetos porque este hombre, consciente de las tonterías que se han dicho sobre los orígenes del café, pasa de puntillas sobre la prehistoria de dicho grano y comienza a contar la historia auténtica y documentada de una de las infusiones más conocidas de la humanidad.

El siguiente capítulo estará dedicado al comienzo de la historia del café antes de su llegada a Europa.

Bibliografía:

–          Bonet Correa, Antonio: Los cafés históricos. Edit. Cátedra (Grupo Anaya, S.A.). Madrid 2012.

–          Borrero y Echavarría, Estéban: El café. Apuntes para una monografía. Edit. Imprenta, librería papelería y encuadernación O’Reilly, núm. 54. La Habana 1880.

–          Desmet-Grégorire, Hélène: Le commerce du café avant l’`ére des plantations coloniales. Edit. Michel Tuchsherer. El Cairo, Institut Français d’Archeologie Orientale, 2001.

–          Lascasas Monreal, Santiago: Biografía del café. Colección Cuadernos de Aragón, edit. Excmo. Diputación de Zaragoza, año 2010.

–          Lee Allen, Stewar: Le breuvage du Diable. Edit Noir sur Blanc u Petite Biblioteque Payot, 2009

–          López y López, Matías: Breve narración y apuntes acerca de la utilidad y preparación del café. Imprenta y estereotipia de M. Rivadeneyra. Madrid 1870.

–          Monleon, M.: Breve reseña histórica e industrial del comercio, cultivo y uso del café, del té y del cacao para chocolate. Edit. Agencia de anuncios e imprenta de A. Escamez. Madrid 1877.

–          Ramos Santana, Alberto: Historia de Cádiz. Edit. Silex. Madrid 2005

–          Rossignon, Julio: Manual del cultivo del café, cacao, vainilla y tabaco en América española y de todas sus aplicaciones. Edit. Librería de Rosa y Bouret. París 1859.

–          Vilardebo y Moret, José: El tabaco y el café, su historia, su acción fisiológica y propiedades medicinales. Edit. Establecimiento tipográfico La Antilla. La Habana (Cuba), 1860

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