Persifae comenzó a brindar creciente atención y mimos al hermoso animal, hasta que sé convirtió en una enfermiza obsesión, el rey estaba preocupado por que su esposa pasaba el día entero en los corrales del palacio. Hasta tal grado llegó la intimidad de la hechizada reina con el toro que un día sé encontró con la fantástica realidad que estaba embarazada. El escándalo no estalla hasta el día del alumbramiento, cuando los asistentes contemplaron atónitos una criatura con cabeza de toro y cuerpo de hombre, evidentemente ese monstruo no era un nuevo hijo del rey y era por demás evidente de quien lo era.

El rey Minos, al principio no supo como reaccionar, pero luego comprendió y acepto el castigo divino. Entonces decidido esconder, lapidar, por siempre este infausto suceso. Después de meditar un plan, envío por Dédalo, que era el mejor arquitecto y escultor de la época. No había nada que su inteligente cerebro no pudiera inventar y que sus hábiles manos no pudieran realizar. Dédalo acudió al llamado junto a su hijo Icaro. El rey Minos lo contrato para construir una prisión en forma de laberinto, lo más perfecto y seguro posible de manera que el que allí estuviera no podría salir jamás. Dédalo cumplió el encargo de construir lo que seria la residencia del monstruo de la vergüenza, el toro de Minos o Minotauro.

El rey de Creta, quedó satisfecho por completo con el intrincado laberinto, pero Dédalo no, por que era prácticamente un prisionero del rey que tenia miedo que el arquitecto revelase el secreto. Un día, mientras Dédalo contemplaba a las aves marinas supo como podría escapar, deberían utilizar las alas de cera que había confeccionado para Icaro, solo tendrían que esperar el momento oportuno.

Minos, guardó como un secreto de estado el origen del monstruo, pero ordenó que cada año bisiesto, siete doncellas vírgenes serian sacrificadas, ofreciéndoselas al Minotauro como homenaje y en recompensa por las ofensas hechas a los dioses del Olimpo. Como ustedes comprenderán, la ordenanza real no era muy popular y cuando llegaba el día de la ceremonia de sacrificio, las familias y amistades de las doncellas escogidas estallaban en dolor, llanto e impotencia ante el poder del ejército real, que se encargaba de cumplir a sangre y fuego la cruel orden.

Pero todo mal tiene un remedio, y este se llamó Teseo, un día llegó a Cnosos el joven héroe, el justiciero del oráculo de Delfos, el de las sandalias doradas y la espada mágica, el más valiente de todos los guerreros, el que podía derrotar a cualquier gigante o dragón; entonces un simple torito no lo asustaría y más bien se encolerizó cuando recibió la noticia del terrible tributo y más aun cuando fue escogida como una de las doncellas que iban a ser sacrificadas, nada menos que la hermana menor de su mejor amigo. Sin lugar a dudas había llegado la hora de terminar con el cruel ritual.

Partió decidido rumbo al palacio del rey Minos, donde casualmente fue recibido por Ariadna, y de inmediato surgió una gran atracción entre ellos, que permitió a la joven princesa comprender los airados reclamos de Teseo y le manifestó que estaba segura que su padre lo dejaría encontrarse con el Minotauro, pero aunque lo venciera no podría salir nunca del perfecto laberinto.

Entonces Teseo solicita ayuda y Ariadna acepta ser cómplice en esta aventura contra su padre y entrega al joven héroe un ovillo con hilo de oro que debería ir desenrollando en su camino rumbo al duelo con el monstruo, que se realizaría en el mismo centro del laberinto. Los dos jóvenes planearon toda la operación y la realizaron exactamente, el rey Minos aprobó el duelo de Teseo con el Minotauro, teniendo la certeza que en el muy improbable caso que Teseo derrotara al fantástico ser, no podría salir jamás del laberinto y nadie se enteraría del resultado de la pelea. Teseo, entró y luchó en un largo y sangriento combate con el Minotauro, hasta que su espada mágica pudo más que los afilados cuernos y mató al monstruoso toro, después pudo volver recorriendo el camino a la inversa siguiendo el hilo de oro que le había proporcionado Ariadna, pero todavía quedaba el problema de burlar a los soldados de Minos que prácticamente rodeaban el laberinto de Cnosos.

Escondidos en un lugar secreto cerca a la salida lo esperaban Icaro y su padre Dédalo, con sus alas de cera desplegadas para ayudarlo en la huida, de improviso llega a la escena Ariadna y reclama que la lleven también a ella, por que pronto el rey Minos se enteraría de su traición y sería severamente castigada. Teseo accedió a la petición y los cuatro volaron hacia la isla de Rodas pasando sobre los atónitos guardias reales que no pudieron intervenir.

Después de la aventura del Minotauro, Ariadna había creído que el amor que sentía por el joven héroe era correspondido y se entregó sin vacilaciones a una intensa pasión en los brazos de Teseo, pero sólo un tiempo después, el joven héroe, le dijo que debía marcharse, por que tenía que proseguir con su peligrosa misión, todavía tenia que enfrentarse a la poderosa Medea y sus dragones y evidentemente no estaba para cargar con una nueva responsabilidad tan grande como el matrimonio que sugería la bella Ariadna.

En los siguientes días, Teseo le explica la importancia de sus tareas y la gran responsabilidad que había adquirido ante su padre, pero la joven enamorada no aceptó ni comprendió las explicaciones y quedó con el corazón destrozado al verlo partir sin esperanza de retorno.

Las siguientes semanas Ariadna las pasó desconsolada y decidida a dejarse morir de amor y también de inanición, nadie ni nada pudo convencerla, cada día era mayor su debilidad, sin que Dédalo ni su hijo pudieran hacer cosa alguna. Mediante un gran silencio demostraban su respeto por la decisión de la joven princesa y su propia frustración, por con todo su ingenio esta vez no podían inventar nada para hacerla cambiar de opinión. Cuando de improviso comenzó a sonar en el ambiente una dulce y alegre melodía que lo inundaba todo con una especie de frenesí, era Dionisos y su comparsa, y apenas llegó se interesó de inmediato por la salud de Ariadna y le dio de beber su más preciado vino, junto con largas dosis de amistad y comprensión, escuchó y habló con respeto e inteligencia y en menos de lo que nadie hubiera imaginado, Ariadna estaba completamente curada, tres meses más tarde Dionisos y Ariadna se casaban en Cnosos, en una gran fiesta que fue comentada en todas las islas por muchos años. Con el tiempo, Ariadna se convertiría en la primera de las bacantes y sería reconocida en muchos lugares como la reina del vino. Los dos jóvenes amantes vivieron felices difundiendo alegremente las virtudes del vino, por los siglos de los siglos.