HISTORIA DE LA GASTRONOMÍA GALLEGA

Manuel Linares Rivas, un aplaudido autor dramático, obsequiado por sus amigos y admiradores en 1904 

Estudio de Mercedes Fernández-Couto Tella y Carlos Azcoytia
Julio 2009

Nota: Este trabajo fue publicado por la revista, perteneciente al Museo do Pobo Galego, 'ADRA' en su número 4 en el año 2009, estando el original en gallego. La traducción que aquí ofrecemos es de Mercedes Fernández-Couto Tella.
El Depósito Legal de la obra es: C-2367-2005 y el ISSN: 1886-2292, publicándose en este sitio con la autorización del Museo do Pobo Galego.

Manuel Linares Rivas, un aplaudido autor dramático, obsequiado por sus amigos y admiradores en 1904

Es difícil de imaginar hoy en día como un ser humano puede hacer frente a su vida cotidiana, ocuparse del cargo público de senador que complementa en sus momentos libres escribiendo a mano –aunque ya existía la máquina de escribir- algunas ‘cositas’ como pueden ser cinco obras de teatro, asistir a los estrenos y hacer una vida pública acorde con todo esto.

Nos recuerda aquel anuncio publicitario de televisión de hace años donde un niño decía: “Enviaremos un hombre a la Luna, otro al centro de la tierra, otro...” para terminar con una voz en off que le preguntaba: “¿Y podrán?”, a lo que respondía: “Sí, los Madelman lo pueden todo”. 

Todo lo anterior, además de los trámites para cambiar el apellido, hacer alguna que otra foto sin que saliese movida y viajar a la capital del reino en aquellos tortuosos transportes de principios del siglo XX,  lo hizo Manuel Linares Rivas en el tiempo récord de siete meses, por lo que se deduce de la orla que existe en el menú que se acompaña y donde se pueden leer los nombres de las obras literarias escritas hasta ese momento y que llevan por título: Camino de la gloria, Aires de fuera, Abolengo, María Victoria (estrenada el 5 de abril de ese año en el teatro Español de Madrid), Porque sí y La estirpe de Júpiter. Excepto las dos primeras todas las demás son publicadas en este año, y todavía hay que añadir La divina palabra, también de este año y que no consta en la invitación.

El menú al que nos referimos estuvo acorde con la vida de este hombre: rápido de preparar, fácil de digerir, cómodo de pagar y en la mejor época del año, en las vacaciones de agosto.

Pero no nos dejemos llevar por la prisa que nos contagia la vida del señor Linares Rivas y recreémonos antes en la apacible vida de A Coruña de aquel año, que por cierto tuvo mucho de innovador.

La primera novedad es el lanzamiento discográfico de las primeras grabaciones de música gallega. En efecto, en este año de 1904 se desplaza desde París hasta A Coruña un estudio móvil de la Compagnie Française du Gramophone para grabar el coro Aires d’a Terra de Pontevedra, dirigido por el afamado gaitero Perfecto Feijoo. Las melodías son editadas en disco de gramófono y distribuidas y comercializadas en tierras americanas con enorme éxito entre los miles de emigrantes que tenían “morriña” de su tierra.

Siguiendo con los nuevos logros es interesante recordar que ese año se consigue establecer la comunicación radiotelegráfica entre A Coruña y Ferrol dentro de las experimentaciones del Centro Eléctrico y de Comunicaciones del Ejercito Español, toda una tecnología punta del momento.

Se publica, como cada año, la Agenda Culinaria para 1904. Libro de la compra con minutas y recetas para las dos comidas de cada uno de los días del año; escrito por la Duquesa de Laura y editado por Bailly-Bailliere contenía recetas tan sabrosas como la anguila con salsa holandesa, las magras de jamón a la sevillana o los callos en salsa blanca.

En la comida que tratamos, la conversación estaría centrada en la polémica creada por la decisión del gobierno de Madrid de construir una gran cárcel en la isla de Sálvora en la que estarían los reclusos más peligrosos llegados de las prisiones de Ceuta, Melilla y de las islas Chafarinas, lo mejor de la delincuencia nacional. El motivo aducido para la elección del lugar no deja de reflejar una triste realidad: el difícil acceso a la isla y las escasas comunicaciones por carretera que tenía la comarca de Arousa lo que confería a esta nueva cárcel un “plus” de seguridad. Esta decisión levantó encendidos debates y repulsas, por el temor a que los peligrosos penados se fugasen.

También debió ser motivo de charla un acontecimiento que se desarrollaba lejos de Galicia pero que llevó allí a más de cinco mil quinientos trabajadores de la tierra: la construcción del Canal de Panamá que -abandonada la fase francesa- comienza ese mismo año.

Una vez contextualizado nuestro homenajeado volvemos de nuevo a la trepidante vida de Linares Rivas y al banquete que nos ocupa.

Manuel Linares Rivas nació en Santiago de Compostela el 3 de febrero de 1867. Su padre, Aureliano Linares Rivas, había sido periodista, abogado, jurista y político y a lo largo de su vida había desempeñado los siguientes cargos: diputado, vicepresidente del Congreso, fiscal del Tribunal Supremo, Ministro de Gracia y Justicia, Ministro de Fomento, diputado por A Coruña y senador vitalicio.

Su madre fue la santiaguesa Adela Astray-Caneda y Álvarez-Builla.

Lo normal sería que el hijo, como así fue, se apellidase Manuel Linares Astray-Caneda pero nuestro hombre quizás ansioso por emular a su padre, al que debía admirar, decidió cambiar su apellido y en el mismo año en que se celebra este banquete, 1904, decide solicitar el apellido compuesto de manera que terminó siendo Linares-Rivas y Astray-Caneda aunque la última parte del segundo apellido no la utiliza. 

Es conocida su trayectoria literaria, sobre todo como dramaturgo; sus biógrafos son unánimes al mencionarlo como seguidor de los modelos de Jacinto Benavente,  escritor de obras costumbristas con algo de fondo social.

En su vida política comienza militando en el partido Conservador, llegando a ser diputado -como en el momento de esta comida- en varios períodos de la mudable vida política española y  alcanzando ser senador vitalicio.

La invitación al banquete está impresa en blanco y negro, en una cartulina de buen cuerpo en la que -con cinco tipografías diferentes- se informa del motivo y del menú. En el ángulo superior izquierdo una fotografía del busto del homenajeado rodeado de una corona vegetal, posiblemente de laurel, símbolo de fama y gloria, sobre una hoja de palma. De este conjunto –coronado por una piña que simboliza la eternidad- cuelgan cintas con los títulos de sus obras teatrales.

Ahora ahondando en el menú, celebrado el 5 de agosto, del que poco hay que hablar dada su simplicidad y donde sorprendentemente faltan los vinos, encontramos en primer lugar unos entremeses, algo nuevo para la época, a los que Emilia Pardo Bazán llamaba “comidita de muñecas”.

Siguen unos pastelitos a la bechamel, que no debían de ser otra cosa que una especie de croquetitas que tanto podían tener verduras, huevo o jamón.

Como segundo plato una langosta o parte de ella con una salsa mayonesa. Simple pero sabroso.

A continuación un solomillo mechado del que poco hay que hablar por su fácil elaboración y que no es más que un redondo al que se le incrustan trozos de tocino, trufas y jamón.

Terminando, dentro de los platos fuertes, con un jamón dulce, algo muy socorrido entonces, como vemos en estos menús de homenaje.

Finalmente se sirvieron dos postres, primero un queso helado -sin queso, al contrario de lo que su nombre indica- que se hace a base de leche, clavo, canela y yemas de huevo, para seguidamente ofrecer fruta del tiempo y una serie de quesos, ahora sí.

Como se pode apreciar una comida fría, acorde con la época del año, ligera y nada pesada de digerir.

 


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