EL AÑO EN QUE ARGENTINA HIZO DIETA

Estudio de Miguel Krebs
Septiembre 2009

                       

Al año siguiente de haberse firmado el protocolo Franco-Perón, la República Argentina padeció una formidable sequía que produjo verdaderos estragos en su economía, afectando sensiblemente los últimos tramos del Primer Plan Quinquenal (1947-1951), cuyo objetivo último, era llevar a la Argentina a nivel de país hegemónico en América Latina, a través de un  intensivo proceso de desarrollo social, industrial y económico.

Sin embargo esta no fue la única razón por la que el gobierno nacional estaba inmerso en una situación económicamente comprometida, ya que entre otros factores, el Plan Marshall permitió que los países europeos dependientes de Argentina, pudieran producir sus propios alimentos o comprarlos a otros proveedores, sumándose además, la pérdida del poder adquisitivo del peso argentino.

La falta de lluvia en el período 1949-1950, se repitió con mayor intensidad entre 1951 y 1952, con otra sequía que redujo a más de la mitad la cosecha de granos, que no solo afectó el consumo interno, sino que puso en peligro el cumplimiento de los compromisos tomados en el exterior para poder intercambiar productos necesarios para la actividad local.

Esta situación obligó al gobierno a encarar un plan de estricta economía, elaborando el Plan Económico de Austeridad, en el cual, el 50% de la responsabilidad en la ejecución del mismo, recaía en el propio gobierno, un 25% en los sindicatos, en lo referente a la producción, y el 25% restante, lo debía asumir el pueblo colaborando en el cumplimiento de las normas impartidas por los distintos ministerios.

La campaña de concienciación tuvo apoyo desde los más diversos sectores de la población, pero como ocurre con todos los gobiernos, hubo una minoría a la que el peronismo llamaba “la contra”, que lejos de adherirse, criticó con disimulado fastidio, las medidas de austeridad a las que fueron sometidas.

 

UN TIRÓN DE OREJAS

El 18 de febrero de 1952, el general Perón en un discurso dirigido a todo el país, expuso las razones por las cuales había que seguir los lineamientos del Plan Nacional de Austeridad, incluyendo en su proverbial ironía discursiva, un análisis sobre el comportamiento del hombre medio argentino, que sabía, no se iba a doblegar tan fácilmente.

Perón critica el hecho de que siempre se compra más pan de lo que se consume, y que él personalmente,  había visto panes enteros arrojados a la basura. “Comprar más pan para tirarlo a la basura, es sencillamente absurdo. En nuestro caso, la austeridad en el consumo no implica sacrificar lo necesario, significa, en cambio, eliminar el derroche; reducir los gastos innecesarios; renunciar a lo superfluo y postergar lo que no nos sea imprescindible. Nuestra idiosincrasia, hija de un tradicional sentido de la abundancia y de la comodidad, se resiste instintivamente a todo cuanto signifique una restricción. Los lugares comunes de cierto patriotismo -acaso sería mejor decir, chauvinismo- constituyen los pilares maestros de nuestra economía casera. ¿ Por qué vamos a fijarnos en que el puchero y el pan van a parar al tacho de desperdicios si sabemos desde que tenemos uso de razón, que no hay países en que no se guste nuestra carne y que somos”la canasta de pan del mundo”?

Habiendo pan y carne para tirar, la tiramos nomás y jamás nos pasa por la imaginación la idea de que “eso” que tiramos, pueda hacernos falta algún día. Pero, llegan los momentos difíciles o, por  lo menos,  aquellos en que ya los bienes materiales no sobran tanto, y entonces sonreímos, nos encogemos de hombros y pensamos: Dios es argentino.” 

LA MUJER COMO PROTAGONISTA

Si bien en 1944 se crea la Dirección del Trabajo y Asistencia de la Mujer con el objetivo de reivindicar sus derechos, en el mismo ámbito de ese organismo, hacia 1945, comienza a gestarse un movimiento a favor del sufragio femenino, que gracias a Eva Perón, se concreta con la aprobación de la ley 13010, de manera que para las elecciones de 1951, la mujer adquiere un papel protagónico en todos los estamentos de la vida nacional.

Es ella la que deberá encargarse de administrar su hogar, y sobre ella también, recaerá la responsabilidad de hacer respetar los enunciados del Plan Nacional de Austeridad, apoyada en gran medida por el Partido Peronista Femenino, controlando las compras, planificando el menú diario con la ayuda de La Dirección de Cultura Sanitaria del Ministerio de Salud Pública, vigilando y denunciando si fuera necesario, a los comerciantes inescrupulosos que no respetasen los precios máximos que imponía el gobierno. 

NUEVOS HÁBITOS ALIMENTICIOS

Uno de los puntos de apoyo para esta campaña de austeridad, lo brindó el Ministerio de Salud Pública, a cuyo cargo estuvo el Dr. Ramón Carrillo, eminente neurólogo y neurocirujano considerado hasta el presente, como el mejor sanitarista que ha tenido la Argentina. Carrillo implementó una masiva campaña de difusión para cambiar los hábitos alimenticios de un pueblo acostumbrado a consumir carne vacuna, incorporando el concepto de la huerta familiar, y creando además, junto a especialistas en nutrición y dietistas, un plan denominado Cocina de la Salud, que consistía en recorrer distintas zonas del país para explicar como debía aprovecharse al máximo los productos regionales y estacionales, para elaborar preparaciones económicas y beneficiosas para la población.

Todos los días la gente podía consultar telefónicamente, acerca de un menú confeccionado con aquellos productos de la canasta familiar cuyos precios eran los acordados por el gobierno, sin embargo, este procedimiento estaba reservado a los pocos abonados de la Compañía de Teléfonos del Estado, que en su mayoría, pertenecía a una clase alta o media alta, lo cual hace suponer que el sistema implementado no tuvo muy buenos resultados.

En cambio, hubo un plan de difusión masiva a través de las Unidades Básicas del Partido Peronista Femenino, que distribuidas por todo el país, cumplían la tarea de adoctrinamiento político y al mismo tiempo, funcionaban como una extensión de los ministerios de acción social y de la Fundación Eva Perón, dedicada a la ayuda de los más necesitados.

En estas unidades básicas se dictaban cursos de cocina y economía para el hogar, con lo cual no solo se enseñaban técnicas culinarias, sino también, a reparar o transformar prendas de vestir en desuso y otras manualidades, para ahorrar el máximo posible en concordancia con el plan de austeridad.  

LA HUERTA PROPIA

Por aquellos años, Buenos Aires y sobre todo el interior del país, no estaba saturada de edificios en propiedad horizontal, por el contrario, el gobierno había elaborado planes de viviendas individuales para que cada familia pudiera tener su casa propia con un pequeño terreno destinado a una huerta o jardín. La consigna a partir del Plan de Austeridad, era que cada metro cuadrado de terreno libre, fuera transformado en una huerta, a la que se denominó, Huerta de la Salud,  con el propósito de cultivar verduras y hortalizas como un incentivo para la economía familiar.

El gobierno, también llegó a ceder terrenos fiscales que puso a disposición de hospitales y guarniciones militares, para su autoabastecimiento en materia de frutas y verduras. 

EL PUNTO CRÍTICO

Dentro del mencionado plan de ahorro, hubo dos puntos muy críticos que estaban diréctamente relacionados con la situación del campo afectado por la sequía, que obligó a la gente a consumir menos carne vacuna, y pan de inferior calidad. Gran parte de la población aceptó esta contingencia, pero muchos, manifestaron en voz baja su descontento por consumir un pan oscuro elaborado con centeno y mijo, en un país que siempre había hecho alarde de la blancura de su pan. 

El otro aspecto que impactó sobre una costumbre bien argentina, fue la prohibición de comer carne los días viernes, como una manera más de aumentar las reservas de reses destinadas a la exportación, que habían disminuido por la falta de pasturas en los campos afectados por la sequía.

Es importante recordar, que el gobierno, a través del Instituto de Promoción del Intercambio (IAPI) regulaba la producción agrícola estableciendo precios oficiales, y un mecanismo similar, lo empleó para la ganadería.

Esta campaña tuvo como objetivo reemplazar la carne vacuna por el pescado, un hábito que los argentinos no tenían muy incorporado a su dieta diaria, a pesar de contar con una extensa costa marítima y abundantes ríos internos, de manera que se vieron obligados a realizar ese “sacrificio” una vez a la semana, resignando el clásico churrasco o bife de costilla.

Paralelamente a estos dos inconvenientes, se adicionó la falta de combustible, limitando el expendio a 30 litros semanales por automóvil, e incluso se tornó difícil conseguir querosén para cocinar, aceite y papas entre otros, lo que obligaba a las amas de casa y también a sus hijos (yo entre ellos) a formar largas colas para conseguir esos productos, y para completar esta larga lista de privaciones, se modificó el horario de los comercios, y en las escuelas, se dejó de dictar clases los sábados para enfrentar la escasez de energía.

Argentina estaba pasando por un verdadero ajuste de su economía que nunca llegó a tener la gravedad de los países europeos después de la Segunda Guerra Mundial.

El estado, bajo un riguroso control de los medios (la televisión recién hacía seis meses que había comenzado sus trasmisiones), trató mediante una intensa campaña publicitaria, concienciar a la población del difícil momento por el que estaban transitando.

De acuerdo a las estadísticas del gobierno, la inflación durante 1952, supero a la del año anterior para descender luego bruscamente. En 1953 alcanzó un 4% y bajó al año siguiente al 3% y el salario real, comenzó a recuperarse. En cambio, algunos economistas, opinan que el Segundo Plan Quinquenal no logró restablecer el desequilibrio de la balanza de pagos, desacelerar el drenaje de divisas por la importación de combustible ni detener la inflación. Todo depende del color del cristal con que se mira. 

A LA CAZA DE LOS AGIOTISTAS

Los comerciantes minoristas fueron probablemente, las mayores víctimas de este proceso de ajuste, por ser perseguidos tanto por el propio gobierno, la prensa y las censistas del las unidades básicas, que eran las únicas que podían recurrir a la autoridad para detenerlos ante una denuncia por el aumento de los precios en los productos de primera necesidad, acusándolos por agio y especulación. Lo cierto es, que esta persecución llegó a tener las connotaciones de una caza de brujas.

Para contrarrestar este abuso en los precios, las unidades básicas abrieron pequeñas proveedurías barriales, llamadas quioscos justicialistas, y con el mismo propósito pero con mayor capacidad, se inauguraron los Grandes Almacenes Justicialistas (Gran-Just). La  Fundación Eva Perón también se adhirió a esta campaña de abaratamiento instalando proveedurías donde la gente podía comprar a precios razonables, artículos de calidad “escapando así de las garras de los comerciantes inescrupulosos”. 


Dr. Ramón Carrillo

TOMANDO CONCIENCIA

A la Argentina nada le faltaba en materia de alimentos y como bien decía el Dr. Ramón Carrillo, no era cuestión de comer mucho, sino de saber comer bien, en beneficio de la salud y la economía.

Ahora los argentinos, que más carne comían por día en el mundo, se informarían a través de las autoridades sanitarias, de los efectos negativos que conlleva una dieta basada exclusivamente en la carne, ya que su ingesta en exceso, podía acarrearles enfermedades renales y cardiovasculares.

Por esa razón, los dietistas sugerían implementar una dieta sana y equilibrada donde la carne estaría integrada en su justa proporción y cuya fórmula promedio para el consumo diario, sería la siguiente:  

220 gr. de carne

400 gr. De leche

  50 gr. de huevos

650-700 gr. de verduras y hortalizas

180-200 gr. de fruta fresca

70 gr. de grasas

15 gr. de queso

105 gr. de azúcares y dulces

De esta manera se completaba un valor de 3.120 calorías, valor incrementado artificialmente, porque el cálculo más optimista de esa lista no llega a 2.800 calorías.

De todos modos, esas cifras pueden ser consideradas en la actualidad demasiado elevadas, teniendo en cuenta que los expertos en nutrición, estiman que el consumo de una persona con actividad normal, podría rondar las 1.800 a 2.000 calorías diarias.

Con el mismo entusiasmo con que el ministerio de salud daba estas referencias nutricionales, también aconsejó reemplazar la carne por legumbres, en tanto se hacía referencia al aporte vitamínico de las verduras y hortalizas.

En una palabra, 1952 fue un año en que los argentinos no tuvieron más remedio que someterse a una dieta y ajustarse el cinturón, para que este bendito país pudiera salir, una vez más, de su ancestral coyuntura económica.  


Bibliografía

Carolina Barry: Mujeres peronistas: Centinelas de la austeridad.

Revista El Hogar: marzo- junio 1952

Consejo Provincial de La Mujer: Provincia  de La Pampa.  

Historia General de la República Argentina: Consejo Argentino para las relaciones Internacionales. Autoría colectiva.

Mundo peronista: febrero –junio 1952

 

 

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