Historia del pescado, un antiguo manjar del estado de Michoacán, México

Estudio de Martha Delfín Guillaumin
Agosto 2009

 

Saber cocinar pescados y mariscos en forma  variada
y sabrosa nos puede ayudar a aprovechar más
la riqueza que nuestros mares nos ofrecen
.”
[1]

 


Danza del pescado, cultura p’urhépecha, bordado de Tzintzuntzan, Michoacán
[2]

En estos días veraniegos en los cuales tristemente no llueve tanto en la República Mexicana, he recordado que durante esta temporada uno de los alimentos más ricos y nutritivos es el del pescado, claro, para las personas que pueden comprarlo, si es que no viven cerca de la costa o algún río o lago en donde lo conseguirían con más facilidad. 

A finales de la época prehispánica, fue famoso Moctezuma por degustar los pescados que le traían los tamemes, es decir, los cargadores que corrían desde Tenochtitlan hasta el Golfo de México o el Océano Pacífico, y de allí volvían con su preciado cargamento que sería consumido por el monarca mexica. Pero, sin importar su rango social, hubo pueblos indígenas que fueron y siguen siendo amantes del pescado.  

México es un país multicultural, así que, además de los pueblos originarios, cuenta con una población mestiza que ha heredado el placer de consumir pescado preparado de diversas maneras, no solamente las indígenas, sino las afromestizas o las de origen europeo. Por mencionar un ejemplo, tenemos que en el actual  Estado de Michoacán se puede consumir al rico pescado blanco o a los charales del Lago de Pátzcuaro. De hecho, la voz Michoacán, Mechhuacan, significa en el idioma náhuatl “lugar de los dueños del pescado[3], y si bien no está dicho en la lengua de los p’urhépecha, los habitantes originarios de esta localidad, es el nombre con el que se designa desde la época colonial a esta bella parte del país y que ahora es una entidad federativa. 

Arturo Argueta Villamar cita el cuento que le fue narrado por Tata Agustín Flores de San Andrés Tsiróndaro, Quiroga, Michoacán. En este cuento, dice Argueta, se aprecia la secular rivalidad entre lago y sierra, así como las diferencias de alimentación entre los habitantes de estos espacios en esa provincia. Se trata de un señor Tragón que era de la sierra y se la pasaba comiendo y buscando los mejores alimentos para consumirlos en las casas de sus amigos. En cierta ocasión, bajó al lago y conoció los pescados y los quiso probar. De esta forma, solicitó que le prepararan los diversos pescados en caldo o asados, de distintas maneras logrando enfadar a sus compadres con dichas solicitudes. Cuando llegó el día de su marcha, les dijo a los señores que le habían gustado mucho “todos los pescaditos”, pero que le había faltado probar los “chiquititos envueltos en hojas de maíz”. Se refería a “los kuerepitos asados, envueltos en las hojas de la mazorca de maíz”. Se le contestó que esos pescados eran los más sabrosos y que eran atrapados por puños en la orilla del lago, pero que no se preocupara porque le habían preparado unos para que los llevara y comiera en su pueblo al regresar. Sin embargo, se trataba de una broma y lo que le hicieron en verdad fueron “unas bolas de lodo de la orilla del lago y se las envolvieron en las ch’erakatecha, que son las hojas de la mazorca”. Volvió a su casa y dijo que llevaba “una comida muy sabrosa y que la quería convidar a algunos amigos al día siguiente”. Le pidió a su esposa que calentara en el rescoldo lo que él creía que eran peces envueltos y los repartió. Así, luego de probarlos, uno de los comensales le dijo que estaban “un poco duros, otro dijo que tenían el sabor de la laguna, otro más dijo que estaban buenos pero que sus espinitas no se quebraban. El señor Tragón se enojó y dijo que ninguno sabía apreciar la comida del lago, y que aquello era de un sabor muy delicado y sabroso.[4] 

En la Relación de Michoacán de 1541, obra del fraile franciscano Jerónimo de Alcalá, viene el siguiente dato que nos demuestra la importancia de la pesca y su impacto en las actividades sociales en esta provincia de Michoacán: 

Había otro llamado uaruri, diputado sobre todos los pescadores de red que tenían cargo de traer pescado al cazonci [monarca] y a todos los señores, que los que tomaban el pescado no gozaban dello, mas todo lo traían al cazonci y a los señores, porque su comida desta gente, todo es de pescado, que las gallinas que tenían no las comían, mas teníanlas para la pluma de los atavíos de sus dioses. Este dicho uaruri todavía tiene esta costumbre de recoger el pescado de los pescadores, aunque no en tanta cantidad como en su tiempo.

Había otro llamado tarama, diputado sobre todos los que pescaban de anzuelo.[5] 

Si bien esta historia es del siglo XVI y ya esas tareas de los entonces llamados uaruri no existen, la actividad pesquera sigue siendo muy importante en el Estado de Michoacán. Así, actualmente se consume al pescado blanco, a los charales o a las mojarras en los pueblos ribereños del Lago de Pátzcuaro o del Lago de Zirahuén. De esta forma, el pescado blanco puede probarse asado o en caldo con verduras, de cualquier forma es exquisito. Para concluir, quisiera decir que este manjar puede ser complementado como postre con una exquisita nieve de pasta, un helado de la región muy sabroso y tradicional que recomiendo ampliamente.


[1] Pescados y mariscos. Recetas, Pátzcuaro, agosto 2008.

[2] Hermoso bordado adquirido en Tzintzuntzan, Michoacán a señoras p’urhépechas por la autora de este escrito.

[3] Arturo Argueta  Villamar, Los saberes P’urhépecha. Los animales y el diálogo con la naturaleza, Universidad Intercultural Indígena de Michoacán, Universidad Nacional Autónoma de México, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Casa Juan Pablos, Gobierno del Estado de Michoacán,  Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, México, 2008, p. 27.

[4] Ibid., p. 97.

[5] Relación de Michoacán, 1541, San Luis Potosí,  México, 1977, p. 175.

 

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