Una rica comida en Teotihuacán

Estudio de Martha Delfín Guillaumin
UIIM

Enero 2010

 

 

Unos familiares fueron hace unos días de visita a Teotihuacán, la hermosa zona arqueológica que se encuentra en el Estado de México. Este centro ceremonial y urbanístico fue muy importante en el período clásico, es decir, hacia el 200-900 de nuestra era. Teotihuacán es el lugar “donde nacen los dioses”, que aparte de tener una arquitectura formidable en la que se aprecia el talud y el tablero, ha dejado testimonio de la creatividad de sus antiguos moradores con la cerámica de barro color naranja y las figuras pequeñas que representan personas, dioses prehispánicos y animales que han sido localizados en el área. Los teotihuacanos fueron muy diestros y talentosos al utilizar la obsidiana, un vidrio volcánico con la que los antiguos habitantes de Mesoamérica hacían cuchillos y navajillas prismáticas, pero, aparte de los instrumentos guerreros también elaboraban con la obsidiana bellos objetos artesanales, de trabajo y de culto; actualmente, los artífices de la obsidiana siguen haciendo hermosas figuras que ofrecen a los visitantes de esta zona arqueológica. Teotihuacán fue una ciudad en la que también hubo murales como el Tlalocan, el paraíso de Tláloc, dios de la lluvia, o como el del felino ocelote, que afortunadamente se han conservado. Además, en la llamada Ciudadela hay unas imágenes esculpidas que representan las cabezas de Tláloc y Quetzalcóatl, la Serpiente emplumada.

 

Una de las leyendas prehispánicas más importante vinculada con Teotihuacán es la creación del Quinto Sol. Fray Bernardino de Sahagún, un extraordinario cronista religioso del siglo XVI, narra lo siguiente:

 

Decían que antes que hubiese día en el mundo, que se juntaron los dioses en aquel lugar que se llama Teutihuacan que es el pueblo e Sanct Juan, entre Chicunauhtlan y Otumba. Dixeron los unos a los otros dioses: <¿Quién tendrá cargo de alumbrar al mundo?> Luego a estas palabras respondió un dios que se llamaba Tecuciztécatl, y dixo: <Yo tomo a cargo de alumbrar al mundo.> Luego otra vez hablaron los dioses y dixeron: <¿Quién será otro?> Luego se miraron los unos a los otros, y conferían quién sería el otro. Y ninguno dellos osaba ofrecerse a aquel oficio. Todos temían y se escusaban. Uno de los dioses de que no se hacía cuenta y era buboso no hablaba, sino oía lo que los otros dioses decían. Y los otros habláronle y dixéronle: <Sé tú el que alumbres, bubosito.> Y él de buena voluntad obedeció a lo que le mandaron, y respondió: <En merced recibo lo que me habéis mandado. Sea así.>[1]

 

El relato refiere que este dios humilde, Nanahuatzin, “el bubosito”, fue quien se convirtió en el sol y el otro, Tecuciztécatl, fue cobarde y sólo mereció ser convertido en la luna cuando los dioses le arrojaron un conejo para evitar que el astro en el que se había convertido brillara como el sol.

 

Pero la zona arqueológica de Teotihuacán resulta un buen pretexto para saborear la “comida típica” mexicana. Así, cuando el visitante termina su recorrido por la zona arqueológica y los museos, puede pasar a uno de los restaurantes del circuito en donde podrá tomar un rico tequila, cerveza o aguas frescas mientras consume algún platillo exquisito bañado con sabrosas salsas picantes si lo desea. Precisamente, Silvia y Pablo estuvieron en el comedor familiar La Cabaña, el cual ofrece en su publicidad del folleto una “Comida típica y exótica mexicana” y eso es verdad puesto que aparte del chile y los nopales, tienen como parte del menú al cabrito, cocodrilo, jabalí, ancas de rana, avestruz, venado, codorniz y otras delicias como la cecina y el pollo con mole[2] que disfrutaron en esa comida.

 

La cecina es una carne seca  como el charqui, carne deshidratada andina o como la machaca norteña mexicana. La cecina es carne tasajeada en tiras que es bañada con sal y secada al sol, lo que le da una apariencia de carne asada. En esta ocasión, la cecina fue pasada por aceite para freírla un poco con cebolla en rajas, y fue acompañada por exquisitos frijoles, papas fritas y un sope, es decir, una tortilla gruesa y pequeña de maíz con queso y chorizo de Toluca. Mientras degustaban sus alimentos brindaron con una espumeante cerveza mexicana.

 

Pirámides de La Luna y el Sol[3]

 

Mural de ocelote

 

Comedor Familiar La Cabaña

 

Cecina de res

 

Pollo con mole

 

Tríptico con información sobre Teotihuacán y “Sección de comida típica”


 

Patito de obsidiana y lascas de la piedra grande de obsidiana

 


[1] Fray Bernardino de Sahagún, Historia General de las cosas de Nueva España, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes,  1989, Tomo II, p. 479.

[2] Véase el artículo del guajolote con mole. Este platillo se prepara igual, sólo que se utiliza pollo en vez de pavo.

[3] Fotografías tomadas por Silvia Sáez Delfín, enero de 2010.

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