La alimentación en la Biblia, una historia compleja

Este trabajo es una actualización de otro en nuestra revista titulado ‘Historia de la alimentación en la Biblia

Carlos AzcoytiaLeyendo al historiador y filósofo Jean Soler, autor de importantes investigaciones sobre el monoteísmo, llegué a la conclusión de que es cierto qué desde siempre se enfocó de forma banal el estudio de la alimentación en la Biblia; se ha buscado lo más obvio, lo fácil, ocultando o ignorando la filosofía implícita del conjunto de sus enseñanzas, despreciando el origen real de sus leyes y admitiendo dichas disquisiciones casi al capricho de sus redactores, cuando en realidad todo obedece a un pensamiento coherente y perfectamente reglado.

Igualmente, siempre que se describe un tipo de alimentación de áreas más o menos extensas, por ejemplo la cocina mediterránea, no se tiene en cuenta la influencia de la religión en las costumbres alimenticias de los pueblos, de modo que se generaliza y se patina sobre la nata sin adentrarnos en materias más complejas, justificando costumbres que, independientemente de ser más o menos acertadas, encajan dentro de la visión miope de la historia de la alimentación.

Si tenemos presente que la Biblia es la base de todas las religiones de Occidente, entiéndase entre ellas la hebraica, la mahometana y la católica, con todas sus ramificaciones y franquicias, será fácil de observar la concordancia a la hora de elegir ciertos tipos de alimentos, así como una uniformidad agronómica, ganadera y de tipos de cocción, algo que nos puede parecer lógico cuando en realidad son leyes ‘forzadas’ que aceptamos dentro de la alimentación, sin preguntarnos nada más y extrañándonos de otras costumbres fuera de nuestro entorno, por ejemplo comer carne de serpiente, cánidos o insectos en otras civilizaciones, algo que se agrava de forma especial cuando las costumbres ancestrales relacionadas con la alimentación chocan frontalmente con las enseñanzas que subliminalmente, en algunos casos, impregnan nuestra sociedad y que en otros son motivo de asco y desprecio.

Brevemente, sin adentrarnos demasiado en la Biblia, tendríamos que admitir la razón de dichos escritos que la componen y que básicamente no tienen otra finalidad qué la de aglutinar distintos pueblos o tribus que vivían dispersos en el Oriente Medio, afianzando con ello y hermanándolos en torno a un pensamiento común y manteniendo lazos entre todos, creando una religión tipo paternalista lo suficientemente dura como para crear una cohesión tan fuerte como la de poder encerrarse en sí misma, llevando a una sociedad hermética que hasta llega a pecar de racista.

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El Paraíso de los vegetarianos.

Dios creó a Adán y Eva vegetarianos y los hizo vivir en un vergel en armonía con los animales y, a diferencia con los otros seres vivos, qué sólo podían comer hierbas, les permitió alimentarse de simientes y el fruto de los árboles (Génesis 1,29), toda una quimérica armonía con la naturaleza; también les prohibió el fruto de dos árboles, un alimento reservado al perecer a los dioses, el primero de ellos daba el conocimiento sobre el bien y el mal (toda una alegoría a la inocencia perdida y el poder de los alimentos para los humanos), una vez que comieron de él la serpiente los tentó para comer del segundo de ellos, el árbol de la vida, y entonces Dios dijo: “He aquí el hombre, es como uno de nosotros que conoce el bien y el mal: ahora pues, que no alargue la mano y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre” (Génesis, 3,22), lo que evidencia varios aspectos poco estudiados, el primero de ellos era la temporalidad o mortalidad de los seres vivos desde su creación y el otro la soberbia de un Dios con lo creado y que pese a saber, por ser Dios, del pasado, presente y futuro se sorprende de la condición humana o se sentía engañado por estos, incluso llega un momento que rehace lo creado con el Diluvio, toda una contradicción y un fallo conceptual de aquellos que redactaron la Biblia, más adelante insistiré en el tema.

La sangre es donde vivían los espíritus vitales

Una vez expulsados de Edén no existe duda que siguieron siendo vegetarianos porque no es hasta Noé cuando Dios le dijo tras el Diluvio: “Todo lo que tiene movimiento y vida, os servirá de alimento; todas estas cosas os la entrego así como las legumbres y Las yerbas“ (Génesis, 9,3) y “Excepto que no habréis de comer la carne con sangre” (Génesis, 9,4), lo que no invalida la lucha entre el mundo agrícola y ganadero que se plasma en el enfrentamiento entre Caín y Abel.

Importante estos versículos si tenemos presente que los hebreos y otros pueblos creían que en la sangre era donde residía el alma, por contener en ella los espíritus vitales sensitivos (Levítico, 17, 14). El designio de Dios era inspirar a los hombres un espíritu de dulzura y que le ofreciesen la sangre de los animales, que era como la vida. Esta ley se observaba al principio del cristianismo por condescendencia con los judíos, atendiendo a facilitarles su conversión a la nueva religión, pero más tarde cesó.

Por tanto, siendo la sangre símbolo de vida, era alimento del Dios, al igual que lo fue el árbol de la vida en el Paraíso; sin llegar a entender esto se hará difícil comprender la alimentación en la Biblia.

Animales comestibles

adanDios creó distintos tipos de animales dependiendo del medio en el que vivieran, de modo que para habitar la tierra los dotó de patas; a los que poblaban los mares de escamas y aletas y a los del aire de plumas y alas, así de simple era en principio la creación, (leer el Génesis capítulo I, versículos 20 al 24) pero existen otros animales a caballo entre estos distintos reinos, estos, por su indefinición, estaban proscritos, bajo la idea extraña de ser seres no puros o residuales y así todo animal que arrastra la barriga por el suelo, sin utilizar sus patas para desplazarse, era no comestible, entre los que se encontraban el cocodrilo en su doble vertiente, según ellos arrastraba la barriga para desplazarse y era un animal que siendo terrestre vivía en las aguas, lo mismo le pasaba al sapo y una consideración especial tenían los reptiles de los cuales decía: “cualquier reptil que se arrastra por la tierra es abominación; no se comerá” (Levítico, 11,41), una maldición gastronómica que tiene sus antecedentes en el Génesis: “Dijo entonces el Señor Dios a la serpiente: Por cuanto hiciste esto, (se refiere a tentar a Eva para comer del árbol del Bien y del Mal) maldita tú eres o seas entre todos los animales y bestias de la tierra; andarás arrastrando sobre tu pecho, y tierra comerás todos los días de tu vida”.

Otros tipos de animales terrestres hacen pensar en lo incongruente o inculta que es la Biblia respecto a las leyes sobre los alimentos y los animales porque saca de la lista de los comestibles al lagarto, la lagartija, el camaleón, la comadreja, la rata, el ratón, la rana y el erizo, la mayoría de ellos por vivir bajo tierra (Levítico, 11, 29 al 30) dejando fuera, y por tanto comestible, a la liebre por tenerla como un herbívoro en lugar de ser, como es, un roedor.

Respecto a la fauna marina las lapas y los bivalvos también estaban prohibidos (almejas, mejillones, etc.) y ni que decir tiene todos aquellos animales que andan, caso de los cangrejos o los mariscos

Del aire, medio menos conocido por los judíos, eran impuras todas las aves acuáticas, entre ellas las gaviotas, los cormoranes, las garzas, el pelícano o el cisne; igualmente era impuro el avestruz, por ser un ave que camina y no vuela, debiendo suponer que si hubieran conocido a la gallina igualmente habría sido proscrita.

Sobre los insectos, pese a estar dotados de alas, igualmente eran malditos para la alimentación, de hecho dice: “Todo insecto alado que anduviere sobre cuatro patas tendréis en abominación” (Levítico, 11,20), aunque todo tiene truco porque el saltamontes no camina pero salta utilizando las patas como elemento de locomoción, algo casi un tipo de vuelo, y pese a ser autorizado se prohíbe en el Deuteronomio, algo que no se llevó a efecto y la prueba la tenemos en Jesucristo, que se alimentó de ellos en los cuarenta días en los que vivió en el desierto.

En principio, si nos atenemos a lo dicho, eran comestibles todos los animales que cumplían las leyes para las que habían sido creados ciñéndose a sus medios de locomoción, si eran terrestres debían tener patas para desplazarse, si eran marinos aletas y escamas y si por el contrario eran aves debían volar, pero… había otra restricción muy importante para saber si eran comestibles, el tipo de alimento que tomaban, por lo que debemos rebobinar e irnos al concepto que se tenía sobre la sangre, explicado más arriba, y así nos encontramos que aquellos que comían otros animales, por tanto también su sangre, era malditos, por lo que todos los carnívoros estaban tenidos como tales y así, en la tierra, el león, la hiena y todos aquellos que se alimentaban carne no se podían comer, lo mismo ocurría con las aves y se sacó de la lista, el buitre, el águila o el halcón entre otros.

Por la pata conocerás al animal que te comerás.

Después del razonamiento de las exclusiones alimenticias cárnicas es evidente que sólo deja sitio a los animales rumiantes (los bóvidos y los óvidos) que sólo comen hierbas, de modo que a más que rumien mejores son para comer y más puros (caso de los bóvidos).

Tras esto se les planteaba una duda: ¿Cómo saber si un animal salvaje es puro aunque no se le conozca?, pues de nuevo se atienen al estereotipo ‘patojil’ para el que fueron hechos por Dios y así discurrieron que eran los que no tenían garras, porque no les hacía falta para atrapar presas, y asentaron la idea que eran aquellos que tenían pezuña (pata ungulada) con dos dedos, de modo que sin querer excluyeron a dos animales: el camello y la liebre (de la que hablé antes), fijando definitivamente como animales comestibles a todos aquellos cuyas patas estuvieran terminadas por dos dedos cubiertos por una capa córnea o pezuña hendida.

No se habla del perro o el gato ya conocido en Egipto (sin dudarlo proscritos), pero sí de otro que es polémico, me refiero al cerdo, un animal deseado y odiado dependiendo de las religiones, y es aquí donde nos vamos a centrar a continuación.

Cerdo y jabalí a la cazuela no han de ir.

Siempre debe de haber una excepción que confirme la regla y en el caso de los animales bíblicos que se podían comer había uno que, como se dice por mi tierra, ‘daba el cante’, este no era otro que el cerdo, tenía la pata ungulada pero el muy cochino comía de todo, así que observaron que no rumiaba y ese fue el motivo oficial de su expulsión, quitándole la satisfacción al pueblo judío de comer jamón y chacinas (Deuteronomio, 14,8 y Levítico, 11,7).

No hay duda que la Biblia es una copia, en algunos pasajes, de otras religiones y con lo del cerdo no había de ser una excepción, ya en Egipto, lugar del que procedían en el Éxodo, el cerdo ya era motivo de discusión, para saber más aconsejo leer mi trabajo sobre Egipto ya que no me gusta repetirme, y donde según la época o estaba proscrito o se podían comer, algo así ocurrió en España en plena Reconquista entre los musulmanes, que al ser tierra fronteriza las costumbres alimenticias y los gustos eran permeables y se relajaban las costumbres, donde se interpretó que la Biblia prohibía comer carne de cerdo pero no decía nada de las cerdas, así que se ponían ‘ciegos’ de comer a las hembras de estos animales, haciendo bueno el dicho de que el que hace la ley hace la trampa.

Lo cierto es que esta determinación de prohibir comer cerdo parece bastante coherente con todo lo anteriormente expuesto, no existe discordancia, pese a que otros quieran buscar explicaciones que más hacen el ridículo, como es la de precaverse de la triquinosis, sobre todo porque el cerdo no se puede criar en lugares de temperaturas extremas porque muere, caso del desierto o en la regiones boreales, independientemente de ser un pueblo que era sabio en leyes restrictivas pero de medicina estaban, como se dice, ‘pez’.

El animal que has de comer desangrado ha de ser

Debemos hacer un bucle de nuevo y leernos el capítulo de la sangre, que ahora os daréis cuenta que no estaba puesto para aburrir, era para entender los requisitos que se necesitaban en su preparación a la hora de matar al animal que les sirviera de alimento, siendo lo primero hacer ofrenda de su sangre, principio de la vida, de modo que hasta Noé ni se pensaba en comer carne por atentar contra la vida de un ser vivo, de modo que comerla en esta segunda Creación tras el Diluvio, debía hacerse de forma ritual (seguramente copiado o parecido de Mesopotamia que los cocineros desangraban y lavaban la carne de los animales que iban a comer) y así, bajo esta premisa, se debería ofrecer la sangre en el altar ya que le pertenecía a Dios que era el que daba la vida y así les ordenó “pero carne con su vida, que es su sangre, no comerás” (Génesis, 9, 4).

Igualmente estaba la prohibición de comer carne de los animales catalogados como impuros, algo ya comentado anteriormente, y donde se dice en el Levítico (20, 24 y 25): “Yo, Jehová, vuestro Dios, que os he apartado de los pueblos, por tanto, vosotros haréis diferencia entre animal limpio e inmundo, y entre ave inmunda y limpia, y no contaminaréis vuestras personas con los animales, ni con la aves, ni con nada que se arrastre sobre la tierra, los cuales os he apartado por inmundos”.

Si esto era bueno para los judíos, lo malo lo dejaban para los ‘otros’ pueblos y así podemos leer “Pero la carne mortecina no comáis nada; la darás al extranjero que se halla dentro de tus muros (que no profesa tu religión) para que la coma, o se la venderás: por cuanto tú eres un pueblo consagrado al señor Dios tuyo“, (Deuteronomio, 14, 21)

Con frutas, legumbres y cereales se curaban todos los males.

evaPueblo eminentemente, en sus orígenes, vegetariano no debe de extrañarnos su gran conocimiento de las plantas y su aprovechamiento culinario, llena de citas está la Biblia de ellas y donde se dan casos que podría calificar, como mínimo, de extravagantes, como es el de, por ejemplo, Esaú, que cambió su derecho a la primogenitura por un plato de lentejas (Génesis, 25, 29 al 34) o el de David que defendió el solo contra los filisteos un campo de lentejas (2 Samuel, 23, 11), pero no solo esta leguminosa era apetecida por los hebreos, también lo eran los guisantes, los garbanzos y las habas, de las cuales se aprovechaban las vainas, los granos y las hojas, tanto transformándolas en harina como comidas directamente.

Los cereales, alimento básico de los humanos, merece mención aparte porque ya Sinué (famoso en la actualidad por una película americanizada de los años 50), que se había refugiado en las tierras de Canaán escapando de la iras del faraón Amanemes I, contaba que en el segundo milenio, antes de nuestra era, dicha región era rica en escanda y en cebada.

En la época del rey Salomón se exportaba la cebada y el trigo a la ciudad fenicia de Tiro que pese a tener tierras muy feraces no podía abastecer a sus pobladores por la alta densidad demográfica, de modo también se importaba de Egipto, (Isaías 23,3).

Los cereales se consumían, desde la prehistoria, en forma de gachas (recordemos que su fermentación produce la cerveza), también en forma de panes y tortas de diferentes tipos, costumbre que se extendió hasta la dominación cartaginesa del Mediterráneo.

El primer libro de los Reyes, (1 Reyes, 17), se cuenta la historia de una mujer que amasaba harina y aceite para el profeta Elías en la ciudad fenicia de Serepta.

En el (Levítico, 2, 5 al 7) se mencionan dos tipos de utensilios para ofrendas rituales: una plancha para cocer tortas y una especie de cazuela para preparar algo parecido a buñuelos o gachas de harina.

Gracias a las características geomorfológicas de las costas sirio-palestinas, el paisaje era de huertos muy cuidados donde era fácil de plantar frutos, legumbres y arbustos, tanto que Plinio el Viejo (Historia natural, XIX, 101 y 112) cuenta que se cultivaban ajos, cebollas, puerros, calabazas y pepinos, haciendo mención a algo interesante al hablar de la chalota (Allium ascalonicum) donde dice que toma el nombre de la ciudad filistea de Ascalon.

El aceite es consumido desde el tercer milenio en Siria y Palestina a partir de las olivas o de otros frutos, en Ugarit se han descubierto, en capas correspondientes a inicios de la Edad del Bronce, instalaciones que permiten asegurar que se obtenía aceite y grandes vasijas para almacenarlos (Antonella Spanò Giammellaro, ‘Agricultura fenicia y sus productos’).

El rey Salomón, en su megalómana obra de la construcción del templo, donde trajo cedros del Líbano y plata de Tartessos (triángulo comprendido entre Huelva, Cádiz y Sevilla en España) exportaba aceite de oliva a Troya a cambio de materiales y artesanos a razón de unos 9.000 litros anuales (1 Reyes, 5, 25), igualmente los judíos hacían intercambio de aceite con las ciudades estados de Tiro y Sidón a cambio de madera de cedro (Edras, 3, 7).

Por último hacer una serie de observaciones relativas a las olivas y su derivado el aceite: las que quedaban en los árboles sin recoger se dejaban para los indigentes; el aceite de primera calidad se utilizaba en los sacrificios o para hacer las tortas de las ofrendas (Éxodo, 29, 409; Números 28, 5 y Levítico, 2).

La fruta ya era otro cantar, los árboles frutales estaban muy extendidos y así sabemos que los dátiles, higos, manzanas, granadas, membrillos, almendras, pistachos, cidras y lotos eran nombrados en varios pasajes de la Biblia. Las granadas en concreto eran tenidas como símbolo de fertilidad por la cantidad de granos que contenían y junto a los higos y las uvas eran características de Palestina; se mencionan los higo unas cincuenta veces en la Biblia y con ellos se preparaban pasteles, de forma que era el dulce de los pobres que no podían comprar miel. El dátil era el fruto más consumido desde el cuarto milenio, llegando a exportarlos desde Fenicia a Atenas en el siglo IV antes de nuestra era.

El vinete: blanco, tinto o clarete.

Sin conocimiento de la existencia de la caña dulce, había otras alternativas para los hebreos golosos, y entre ellas estaban las uvas pasas, utilizadas para hacer repostería desde el segundo milenio antes de nuestra Era.

La viticultura estaba muy desarrollada ya en esa época, que desde Noé, según contaba la Biblia, era la droga permitida, que toda sociedad siempre tuvo una o varias, aunque la verdad, la autentica verdad histórica, se nos hace muy distinta a la narrada en dicho libro.

Por las evidencias arqueológicas sabemos que desde el tercer milenio estaba muy extendido en Ugarit los lagares, incluso en tablillas administrativas se habla de grandes viñedos cultivados en terrazas (como esas que piensan los andinos que son los inventores miles de años después) y que tras la recolección de la uva se trasportaba a los almacenes reales, donde existían cubas, depósitos de decantación y todo tipo de utensilios para saborear los vinos, también torres de vigilancia, lo que indica que ya en esa época el latrocinio era un mal común.

Es cierto que en Mesopotamia, en su religión, se hablaba de los primeros pobladores de la tierra, un hombre y una mujer y del diluvio, antes que en la Biblia, no en balde Abraham era de la ciudad de Ur, así que detectamos la primera copia de la historia documentada y que leí por primera vez en las ‘Leyendas de Gilgames’ cuando apenas tenía 8 años, fue el primer libro serio de mi vida, lo que no quiere decir que no fuera un cuento, y que todavía guardo con cariño.

La tradición vinatera estaba muy arraigada en las costumbres del Medio Oriente, tanto que hasta existía un colectivo religioso o secta, los Marzeah, que rendían culto a los muertos y ciertas divinidades a base de casi borracheras.

Lo cierto es que por el tipo de tierra y el clima, las tierras sirio-palestinas, eran las ideales para el cultivo de la vid, hoy en lugar de correr vino corre la sangre de sus habitantes, y de la que era exportadora a Egipto y Siria, llegando a ser tan importante como para que el profeta Oseas (15, 18) nos dejara constancia de la fama de los vinos del Líbano, incluso Plinio el Viejo en su ‘Historia Natural, XIV, 22, 2’ decía que los vinos de los montes del Líbano poseían un aroma a incienso, abundando en el tema al decir que se ofrecían a los dioses, elogiando igualmente los vinos de Trípoli, Deritio y Tiro, siendo motivo de exportación con Tiro pese a ser productor.

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Una pregunta extraña: ¿el Dios de los hebreos era un chapuzas?

El problema de las religiones es la de hacer dioses a imagen y semejanza de los mortales y no lo contrario, de modo que dicho dios no iba a ser menos, y así nos encontramos que de la nada hace un mundo y comienzan sus problemas, se rodea de una corte de ángeles y arcángeles y uno le sale ‘rana’ para convertirse en demonio, hace al hombre y le sale imperfecto, la psicología no era lo suyo y en lugar de enseñarlo se dedica a ponerle pruebas y a castigarlo y cansado de todo de nuevo renueva el orden establecido enviando un diluvio para llegar al día de hoy, sin comentarios sobre la maldad de la humanidad.

Pese a que, en teoría, está en todas partes y sabe del pasado, del presente y del futuro no llega a enterarse de algunas cosas, es caprichoso al elegir un pueblo determinado cuando todos los pueblos y personas son de su creación, llegando a ser desde cruel a excesivamente cruel incluso con los elegidos.

En definitiva una religión escrita a parches que se contradice y se basa en el terror y que por desgracia sirvió de cimentación de la civilización en que vivimos, con todo lo que eso entraña, y que no dudo que algún sordo y ciego me escriba para reprocharme mi forma de pensar, algo que a estas alturas ni me importa, los correos están para borrarlos si no gustan.

En la gastronomía, pese a ser un pensamiento recurrente, con tantas prohibiciones, es monótona y así nos encontramos que cuando el pueblo judío estuvo en el éxodo dejaron escritas estas apreciaciones sobre el maná:

Porque sucedió que la gente allegadiza que había venido con ellos de Egipto, tuvo un ardiente deseo de comer carne, y poniéndose a llorar, reuniéndosele también la gente de Israel, dijeron: ¡Oh! ¡Quien nos diera carnes para comer!

– Acordándonos estamos de aquellos pescados que de balde comíamos en Egipto; se nos vienen a la memoria los cohombros, y los melones, y los puerros, y las cebollas y los ajos.

– Secas están nuestras almas; nada ven nuestros ojos, sino maná.

– Era el maná semejante a la grana del cilantro, del color del bedelio o rubicundo, y el pueblo iba alrededor del campamento, y recogiéndole le reducía a harina  en molino, y le machacaba en un mortero, cociéndole en ollas, y haciendo de él unas tortitas de un sabor como de pan amasado con aceite.

Tiempos de cocina y de cocción de toda una nación

Ahora nos detendremos en analizar algunos de los pasajes de la Biblia para comprender mejor como se alimentaban los judíos. En el libro del Éxodo, capítulo 12, 3 al 11 nos dice lo siguiente: Hablad a toda la congregación de los hijos de Israel, y decidles: El día diez de este mes tome cada cual un cordero por cada familia y por cada casa.

– Que si en alguna no fuese tanto el número de individuos, que baste para comer el cordero, tomará de su vecino inmediato a su casa aquel número de personas que necesite para comerle.

– El cordero ha de ser sin defecto, macho, y primal o del año; podréis guardando el mismo rito, tomar o sustituir  por él un cabrito.

– Reservéislo hasta el día catorce de este mes; en el cual, por la tarde le inmolará toda la multitud de los hijos de Israel.

– Y tomarán de su sangre, y rociarán con ella los dos postes y el dintel de las casas en que comerán.

– Las carnes se comerán aquella noche asadas al fuego, y panes ázimos o sin levadura, con lechugas silvestres.

– Nada de el comeréis crudo, ni cocido en agua, sino solamente asado al fuego; comeréis también la cabeza con sus pies e intestinos.

– No quedará nada de él para la mañana siguiente; si sobrare alguna cosa, la quemaréis al fuego.

– Y le comeréis de esta manera: Tendréis ceñidos vuestros lomos y puesto el calzado en los pies, y un báculo en la mano; y comeréis aprisa, por ser la Fase del Señor.

Cuando Moisés envía a los doce hombres, uno por tribu, a Canaán estos regresaron con granadas, higos y un racimo de uvas, tan grande que fue necesario trasportarlo por dos hombres, era la tierra prometida, de la que manaba en sus arroyos leche y miel, todo un aforismo sobre su abundancia de alimentos, era la tierra a conquistar.

Eso nos lleva a entender otras leyes más complejas y drásticas para con su pueblo y que como siempre era su dios el que las dictaba y así, de una forma enrevesada, independientemente de saber que las adúlteras debían ser lapidadas y los homosexuales condenados a muerte (Levítico, 18,22), nos encontramos con la advertencia contra los incestos llevada a la alimentación y así prohíbe el comer el cabrito en la leche de su madre, repetido tres veces en la Biblia, de esa forma extraña se impide el incesto culinario, algo que se extendió a no comer leche o cualquier producto lácteo, queso, con la carne en la misma comida si estaban emparentados materno filialmente.

No existe constancia de que comieran huevos, ni los menciona, pese a que habla de aves de jaula, debemos recordar que la gallina o el pollo no eran conocidos entonces, refiriéndose a cuclillos cebados (1 Reyes, 5, 10 y 11) e incluso ocas, independientemente de las cáscaras de huevos de avestruz pintadas y decoradas, lo que no implica que se comieran su contenido.

Sobre los pescados debieron comerse en salazón, teniendo en cuenta que era el único conservante conocido y el clima de la zona, y en casos excepcionales pescado fresco en las inmediatas zonas lindantes con los ríos y los mares, tanto es así que los mercaderes de Tiro llevaban pescado al mercado de Jerusalén (Nehemías 13,16), debiendo existir salinas en las ciudades fenicias y que enseñaron a otros pueblos, caso del extremo occidental del Mediterráneo, como por ejemplo las que explotaban dichos fenicios cerca de Baelo Claudia en Cádiz y qué contaba Rufus Festus Avieno en su ‘Ora marítima’.

Como curiosidad dar a conocer el tributo que se le hizo al rey Asurmazirpal II de un nakhiru (ballena o delfín) y que obra en una inscripción asiria.

La aburrida dieta de la Biblia.

Tras lo investigado no puede quedar dudas sobre lo aburrido de la dieta hebraica que no se atiene a leyes nutritivas, médicas o gastronómicas, sólo busca un elemento diferenciador y aglutinante identitario como pueblo, donde lo místico y lo sagrado priman a lo práctico, creando fronteras mentales infranqueables con otros pueblos, donde incluso hoy día se prohíben los matrimonios mixtos entre los más ortodoxos, algo contradictorio si tenemos presente el victimismo judío que siempre clamó contra el racismo.

No pueden, igualmente, existir dudas de su influencia gastronómica en la cuenca mediterránea, lugar de comercio y expansión cultural de los fenicios, tribu semítica de los Cananeos, que llegaron a fundar ciudades en el extremo occidental de dicho mar, como fue Cádiz y donde más tarde, con los cristianos, implantaron definitivamente su religión, algo que nadie tiene en cuenta a la hora de estudiar la historia de la llamada dudosamente dieta mediterránea, sus orígenes e influencias.

La encarcelada dieta, sobre todo en lo relativo a las carnes y sus formas de prepararlas, ha hecho que ante la falta de poder desarrollar la fantasía en las cocinas se empobrecieran de manera ostensible los sabores, excepción hecha de los productos de bollería y confitería.

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