Historia del laurel, un árbol mágico

El presente trabajo es una ampliación de otro de fecha anterior al año 2004

Contemplando la magnífica escultura de Bernini de Apolo y Dafne en la Galería Borgese en Roma me interesé sobre este hecho mitológico porque en el árbol en que se convertía esta ninfa era en un laurel. Pese a indagar sobre su procedencia no encontré referencias de esta planta, laurus nobilis, más allá de la mitología griega pese a ser un árbol que se conocía y crecía en toda la cuenca mediterránea en estado salvaje, posiblemente porque no fue hasta la época helena cuando se le encontraron utilidades culinarias a las hojas de este árbol.

La mitología cuenta que Apolo enamorado de Dafne (Laurel), hija del dios río Ladón de Arcadia y la diosa Gea (Tierra), era perseguida por éste, sorprendida ella rogó a la madre Tierra y siendo atendida por ésta la transformó en un árbol, quedó Apolo sobrecogido al verla y llamó al árbol ‘dafne’, el mismo que tenía doncella, y cogiendo de la planta un verdugón se hizo una corona, quedando desde entonces la planta como símbolo de la adivinación. Y no deja de tener relación, pues a la muchacha la llaman Sofrone, Prudencia, porque el vaticinio nace de la prudencia, y por eso los antiguos consagraron a Apolo el laurel, porque esa planta está llena de fuego, y Apolo es fuego, porque es el sol. (Párrafo obtenido de Geopónica de Casiano Baso, siglo V), lo cual difiere sensiblemente con la versión que nos da Ovidio en su Metamorfosis.

Como consecuencia se tenía como odioso a los espíritus malignos y donde estuviera este árbol se pensaba que los mantendría lejos.

Era costumbre ofrecerlo por los arcontes, (los nueve jefes o magistrados que sustituyeron a los reyes entre los siglos X y finales del VII a.C. en las ciudades estados de Grecia), al pueblo junto con higos secos el primer día de enero por ser generadores de salud y ser la higuera un árbol que no atrae a los rayos.

Curioso resulta leer el libro ‘Tesoro de la lengua castellana, o española’ donde nos cuenta lo siguiente: “Entre otros privilegios que dio la naturaleza al laurel, es uno (según la común opinión) que jamás ha sido tocado del rayo; pero ya se ha visto lo contrario, según cuenta el doctor Laguna sobre Dioscórides lib. I. Cap.. 8, y entonces se tuvo por mal agüero en Roma, año 1539. Verás a Plinio lib.15 cap. 30 que es el último. Del laurel hay algunos símbolos antiguos y modernos: dos troncos de laurel refregados uno con otro, que echan de sí llamas, significan el grave peligro de la ruina de los demás cuando se confederan dos poderosos. Tráele Paradino en sus símbolos heroicos, con el título ‘Flamescit vterá’. Esto significa los dos trazos de laurel en esta misma forma enganchados en el collar de la orden Tusoncon con los eslabones y el pedernal.

Muchas supersticiones hay acerca de usar del laurel, en razón de adivinanzas, porque según han dicho, que poniéndole debajo de la almohada soñarán cosas verdaderas cerca de lo que pretenden saber. La misma superstición tenían echando el laurel en el fuego, y si daba estallidos lo tenían por buen agüero: y si suavemente se quemaba por lo contrario”.

El laurel también es llamado en Roma palátion pues se contaba que Latino, hermano de Telégono, hijo de Circe y suegro de Eneas, al fundar la acrópolis en presencia de Eneas, encontró allí laurel. Debiendo entender que acrópolis para los antiguos eran los lugares de habitación de los reyes, que por razones de seguridad eran construidas en las partes altas de la ciudad.

Los Quintilios (agrónomos hermanos: Sexto Quintilio Valerio Máximo y  Sexto Quintilio Condiano, oriundos de Alejandría de la Tróade, que fueron ejecutados por orden de Cómodo en el año 182 d.C.) decían que los laureles se injertaban unos en otros, en serbales y en fresnos. Diófanes de Bitinia, siglo I, por su parte, afirma que la semilla del laurel se recoge por las calendas de diciembre; pero se siembra pasados los idus de marzo, fecha en la que coinciden Plinio y Columela, aunque Paladio señala febrero.

Los romanos llamaron también a esta planta eugenios (de noble familia) y les resultaba a propósito para el cercado de viñas.

El laurel se utilizó en la adivinación porque cuando se queman sus hojas sus principios activos hacían tener alucinaciones y quizá por eso, por ser una droga, se tomó como una planta medicinal y por extensión, dadas sus propiedades purificadoras en lo interno y externo, su uso en la cocina.

Catón menciona dos variedades cultivadas en Chipre y Delfos junto a la silvestre, recomendando, junto con otros muchos árboles, la plantación con estaquillas enraizadas o barbado, la menciona un buen número de veces como medicina de bueyes y en recetas culinarias 76 veces y 121 relacionadas, así como parte del equipamiento de la prensa de aceite.

Como vemos fue un árbol importante, no sólo como droga adivinatoria, sino también como elemento polivalente dentro de alimentación y la medicina.

Plinio indicaba que ni la madera de olivo ni la del laurel debían utilizarse para sacrificios a los dioses.

Encontré una fórmula para obtener vino aromatizado con laurel que es mencionado por Diosceno, Plinio y Casiano Baso, diciendo éste último que “este vino es muy caliente, diurético y beneficioso para la tos, el pecho y el cólico; ayuda también a los ancianos y es útil contra reptiles y contra dolores de oído, y alivia a las mujeres enfermas de matriz”.

Siguiendo con Plinio en su libro ‘Historia natural’ dice que las palomas torcaces, los mirlos, las grajillas y las perdices todos los años se purgaban con la hoja de laurel, Así mismo cuando hablaba sobre las gallinas y la forma de cuidarlas cómo debía de fumigarse su lecho con laurel y sabina (posiblemente se refería a la planta juniperus sabina).

El árabe sevillano Abu Zacaria Iahia en su libro ‘Tratado de agricultura’ nos narra otras sorprendentes cualidades del laurel, ya que después de explicar la forma de plantarlo cuenta que una de sus prodigiosas virtudes es la de ahuyentar a todo tipo de animales venenosos, así como a los francolies y serpientes, pero si se sahumaba un lugar y quedaba bien lleno de humo, hacía que acudieran dichos animales.

Ahora llega la sorpresa porque dice: “Colgando un palo de laurel hacia el sitio donde estuviere el niño de pecho llorón y asustadizo, le es sumamente provechoso”.

Termina Zacaria diciendo que se puede injertar con el olivo, la nuez ungüentaria y el lentisco y dice: “Sus hojas echadas en el adobo de las aceitunas le hacen contraer cierto olor aromático”.

Tras la Reconquista en España,  independientemente de su uso en la cocina como aromatizante de los alimentos, tuvo un gran predicamento en la medicina al pensarse que era tónico para estimular el apetito si se tomaba una infusión hecha con dos o tres hojas secas antes de las comidas o como estomacal si se ingería después de ella.

Donde más encontré datos del beneficio del laurel fue en el libro de Alonso de Herrera, ‘Agricultura General’, ver bibliografía, donde independientemente de la forma de plantarlo, de hacer injertos y de sacar su aceite nos introduce de lleno en las propiedades farmacológicas de la planta y así nos dice de las cualidades de su aceite: “Esto aprovecha para el dolor o encogimiento de los nervios, que viene de frío: empapando ello lanas, y poniéndolas en el celébro (S.I.C.) y cuello, y en el miembro que está malo, y se teme que pasmará, y contra la jaqueca que viene de frío. Este aceite es muy caliente y penetrativo: es así mismo muy bueno para untar los perláticos, y aún contra el bazo, untando con ello los empeines los sana, y quita la comezón del cuero, y hace que no críen piojos”.

Seguía Herrera diciendo que sus granos y corteza si “beben peso de un castellano” quebranta la piedra cuando chica, al igual que la raíz bebida pero aconseja que jamás se de a las preñadas porque “las hace mal parir”.

Siguiendo con el aceite del laurel decía que era bueno contra la modorra que venía del frío y era muy provechoso para combatir el dolor en las orejas y el zumbido de los oídos como consecuencia también del frío.

Decía que “los granos de él aprovechan mucho contra la pasión, que es tener corto huelgo, mayormente con miel, y alargan el huelgo, y son buenos para las llagas de los pulmones. Si el huelgo está dañado, usen a tomar dos o tres bayas de laurel a la mañana y otro tanto a la noche cuando van a dormir, y no beban sobre ellas, y esto se haga muchas veces: dicen que mejor es tomarlas enteras, miren para esto si el estómago las puede digerir”.

Si se comía su uvilla, entre diez o doce días, aseguraba que se quita la tos y si se majaban y se lo ponían las mujeres al vaho entre las piernas, y esto es muy interesante, “atraen la camisa de las mujeres (supongo se refiere a que forzaba el periodo menstrual), y si cuecen sus hojas y reciben el vaho por debajo, aprovecha mucho la orina, y la flor, y aún para algunas enfermedades de la vejiga y de la madre”. 

Aconsejaba utilizar su aceite para aliviar las picaduras de las avispas, alacranes y otros animales ponzoñosos y lo mismo contra los venenos comidos o bebidos si se bebía dicho aceite.

Para la alimentación decía que era bueno, por su gentil olor y sabor, en los escabeches, adobos de pescado y carne y “cuando asan alguna carne, si la revuelven algunas hojas, la hacen sabrosa y olorosa”.

Ya, para que nada falte no se pierda el siguiente uso del palo o madera del laurel porque, al considerarlo caliente, dice que si se refriega con otro de yedra enciende la lumbre y ahora lo mejor de todo: “Y esto hacían los espías en los lugares a donde iban a espiar, para hacer lumbre, y no llevaban pedernal, por encender más secretamente la lumbre”.

Para la casa decía que si entre las ropas o libros se ponían hojas de laurel no se apolillaban, ni tendrían otros gusanillos que las royeran.

Termina su estudio sobre el laurel diciendo que en España había unos árboles que llamaban ‘loro’ cuyas hojas eran muy parecidas y que algunos denominaban laureles monteses; así mismo indicaba que las abejas no labraban en su flor y que las había macho y hembra y que estas últimas eran las que tenían las uvilla que llamaban bayas y que en ese tipo de árbol, el hembra, era donde se debían hacer lo injertos.   

Otros galenos y físicos de la época la recomendaban para provocar la menstruación aconsejando tomar, por tres veces al día tras las comidas, un vino de laurel y enebro que se prepara macerando durante nueve días 100 gramos de frutos de laurel y enebro, a partes iguales, en un litro de vino.

En la actualidad y en la  farmacología indican, los médico naturistas, que su aceite esencial produce un efecto antiséptico y dice que se usó para combatir las hemorroides, siendo recomendado para combatir la anorexia, los espasmos gastrointestinales, meteorismos, bronquitis crónica, enfisema, asma y un sin fin de cosas más, así como otras tantas de contraindicaciones.

No entro a contar la historia o la leyenda del ‘Laurel de la Reina’ por no poder contrastarla debidamente y que trata sobre un bosque de dichos árboles donde supuestamente la Reina Isabel la Católica se escondió escapando de los árabes en La Zubia (Granada) un día que quiso ver la ciudad de Granada que tenía sitiada.

Lo cierto es que esta planta de tanto simbolismo, que está en muchos escudos de naciones, entre ellos el de México, y que fue en forma de corona, símbolo de los triunfadores, es un excelente condimento sobre todo para las comidas hervidas de todo tipo, o en los estofados o platos, ya sean de sopa, pescado o carne porque a todo le va bien.

A modo de despedida, porque va siendo hora, voy a desenmascarar a esos golfos que roban,  no para darle de comer a sus hijos, lo que de alguna forma los podría disculpar, sino porque son unos delincuentes que se creen impunes en este medio y piensan, si saben que es eso de pensar, que se pueden esconder en el anonimato y de los que iremos poco a poco denunciando en los tribunales, porque creo que robar todo un trabajo intelectual empobrece tanto al que lo hace como a los países donde se consiente tal fechoría.

En mis trabajos creo que pondré al final un apartado que podría titular ‘el rincón del hijo de puta’ y donde iré poniendo un linkado a esas web cuyos propietarios que viven del sudor ajeno y que son tan incultos que no saben ni hasta copiar muchas veces, como podrán ir comprobando, y aún menos escribir, por eso intentan rellenar sus sitios huecos con productos del robo y el expolio.

Cada investigación que ofrecemos son producto de muchas horas de trabajo de nuestras vidas y de especialización e igual que cuando vamos por la calle y vemos un escaparate no entramos en una tienda y nos llevamos gratis lo que se expone, lo mismo debe de respetarse la propiedad privada en Internet, porque este es nuestro escaparate y sólo a los más incultos y bestias se les puede ocurrir robar cultura.

Nuestro trabajo primitivo lo hemos seguido manteniendo en nuestro sitio para que no quede duda sobre lo que decimos y del trabajo de uno de los golfos/as, en este caso concreto todo indica que es la segunda, os paso su dirección.

El trabajo original nuestro lo puede leer presionando aquí

El plagiado aquí 

Y este cretino lo pone en su web sin pedir permiso aunque respeta el nombre del autor http://www.dstecnologia.com.ar/comunidad/recetas2/histcoci.html

 

Bibliografía:

Baso Casiano: Geopónica o extractos de agricultura. Traducción de María José Meana.

Cobarruvias Orozco, Sebastián: Tesoro de la lengua castellana o española. Edición de 1611, Madrid, en la imprenta de Luis Sánchez, impresor del Rey

Herrera, Alonso de: Agricultura general. 1513, para este trabajo la edición de 1790, imprenta Josef de Urrutia, Madrid.

Plinio Secundo, Gayo: Historia natural. Traducción y comentarios de Josefa Cantó, Isabel Gómez Santamaría, Susana González Marín Eusebia Tarriño. Editorial Cátedra (Grupo Anaya, S.A.), Madrid 2007.

Zacaria Iahia, Abu: Libro de agricultura. Traducción de Josef Antonio Banqueri. Imprenta Real, Madrid, 1802.

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