HISTORIA DE LA GASTRONOMÍA GALLEGA

1900. Palavea (A Coruña): Turnos en los homenajes. Luis Argudín Bolívar, un cumplido y buen alcalde 

Estudio de Mercedes Fernández-Couto Tella y Carlos Azcoytia
Julio 2009

Nota: Este trabajo fue publicado por la revista, perteneciente al Museo do Pobo Galego, 'ADRA' en su número 4 en el año 2009, estando el original en gallego. La traducción que aquí ofrecemos es de Mercedes Fernández-Couto Tella.
El Depósito Legal de la obra es: C-2367-2005 y el ISSN: 1886-2292, publicándose en este sitio con la autorización del Museo do Pobo Galego.

3.1.- Un alcalde para la historia o la historia de un alcalde

Si se pudiese definir con una sola palabra a este gran hombre, tendría que ser la de demócrata,  amigo de todos sin excepciones sociales, sacrificado por su ciudad en momentos difíciles, tanto que hasta con la cárcel pagó por la defensa de los derechos de sus conciudadanos -como se contará más adelante- en resumen, todo un ejemplo a seguir.

Nació en A Coruña en 1855 e falleció el 28 de diciembre de 1907 a los 52 anos de edad. Fue un personaje popular y muy estimado por el pueblo coruñés, del que fue alcalde en tres ocasiones: entre 1895 y 1897; nueve meses entre abril de 1900 y enero de 1901 y finalmente otro año de diciembre de 1902 a diciembre de 1903. Sus dos últimos mandatos entran dentro de un período muy conflictivo del ayuntamiento coruñés debido a la expulsión de las “Hermanitas” del Asilo y del Hospital.

Como regidor participó en obras de modernización de la ciudad, como la traída de aguas, la nueva red de alcantarillado, la construcción del Palacio Municipal y el Lazareto de Oza. Preocupado por el desarrollo y  la apariencia de la ciudad llegó incluso a pagar de su bolsillo algunas obras públicas y de ornato de la ciudad, como la ‘Fuente Luisa’ llamada así en su honra y situada en la placita de la calle que lleva su nombre.

Así mismo inauguró en 1896 la estación meteorológica colocada en los jardines de Méndez Núñez, recogiendo una idea de su predecesor en la alcaldía José Marchesi Dalmau –con el que tenía una gran amistad- para adornar los jardines “y ofrecer conocimientos útiles por los diversos aparatos físicos que contienen”, entre ellos un reloj de sol que nunca llegó dar la hora por  su mala colocación.

Además de la alcaldía presidió el Circo de Artesanos y el Sporting Club, colaboró activamente con la Cámara de Comercio, con la Junta de Obras del Puerto y con la Junta de Defensa con la que luchó por la permanencia de la Capitanía General en la Coruña, lucha que lo llevó a la cárcel.

3.2.- La medalla de Isabel la Católica y un banquete de homenaje

Con motivo de la concesión de la Gran Cruz de la Real Orden de Isabel la Católica por parte del gobierno de su Majestad Alfonso XIII, sus amigos organizan un banquete en su honor que se celebra en Palavea el día 15 de diciembre del año 1900. 

El menú está impreso en una invitación a color de 17x 9 cm. en cartulina estampada y troquelada. En el ángulo superior derecho está decorado con un cesto de flores y la palabra menú en dorado y de estilo modernista

La comida es típicamente invernal, tanto por sus ingredientes como por el tipo de cocción y preparación. Destacaremos aquí aquellos platos que cambiaron con tempo pues algunos de ellos que hoy podrían pasar por vulgares, en su tiempo eran platos de lujo y otros en que sus ingredientes, antes apreciados, en estos momentos casi están en desuso.

Después de la sopa y la perdiz, de los que no se comenta nada, se tomó jamón dulce, algo así como un jamón tipo Praga, que se hacía poniéndolo en sal e cociéndolo posteriormente a baja temperatura.

La gallina trufada estaría cocinada al estilo “galantita” o “balotita”, radicando la diferencia en la forma de cocción, siendo la primera, una vez deshuesado el animal, envuelto en un paño y dentro de la piel en el segundo de los casos. El relleno acostumbra a trufarse añadiéndole carne de cerdo y tocino -para hacerlo más jugoso- elementos aromáticos y huevo duro. Se cocía en el horno para que se solidificase el contenido y después poder cortarlo en láminas.

La merluza con mayonesa se haría a la “Belavista”: con vinagre, cebolla, perejil, aceite de oliva y puerros. Se hierve todo y se deja reposar, se escurre un poco y se sirve con mayonesa, todo un lujo para la época además de ser plato típico.

El solomillo se haría en el horno a la “Broche” y después de cortado se acompaña con la salsa del asado y las setas salteadas.

Entre los entremeses, junto a las aceitunas y el salchichón, se sirvieron conservas vegetales (pepinillos, alcaparras, zanahorias, ajos, etc.) curados en vinagre.

En los quesos encontramos uno que está casi en desuso y que es el de Flandes, o “mariollés”, de forma cuadrada, con una corteza lavada repetidamente en salmuera y una curación de cuatro meses, que estuvo de moda a finales del siglo XIX. Emilia Pardo Bazán lo refleja en Cuentos de la Tierra y concretamente dentro del cuento Contra treta... donde dice: “Callaba el indiano y apenas comía, torturado por las punzadas de su hígado, o lo que fuese, mientras Martiño devoraba, saciando su estómago, condenado a caldo de berzas perpetuo; y cuando el anfitrión hubo pedido queso de Flandes y dulces, ¡que fuesen corriendo a la confitería a buscarlos!”.

También hace referencia a este queso en otra de sus obras, Filosofías, donde el personaje Mauro Pareja al contar la segunda boda de Perejil dice: “Como no se ocupa cariñosamente de su interior, falta en él toda comodidad: los palillos se ponen después de que estamos sentados y los echamos de menos; las flores están ajadas, la fruta trae rabos, la servilleta se muda cuando ya es un mapa de manchones, y el queso de Flandes se presenta entero, como en las fondas de medio pelaje”.

En el apartado de los vinos se echa en falta los de la tierra, como los exquisitos Ribeiros, primando el inevitable Rioja, el Jerez y, como no, el champaña para los brindis. 

3.3.- Otro banquete para los amigos, en agradecimiento

Este segundo banquete consecuencia del agradecimiento que tenía Luis Argudín Bolívar por el anterior ofrecido tan sólo una semana antes, termina con estas comilonas seguramente por la prudencia de estos nuevos invitados, que no siguen la tónica de invitaciones y contra invitaciones hasta el infinito.

La invitación de este banquete tiene una factura semejante al anterior: 16x11 cm., a color, estampada y troquelada, y la misma tipografía en el cartel con el nombre de menú. La decoración consiste en una pareja con vestimenta afrancesada situada en el ángulo superior izquierdo, que es de donde arranca una orla decorativa. Todo parece indicar que fueron impresas en el mismo lugar.

La rareza de este menú es que está escrito en alemán, algo sin explicación aparente a no ser que estuviera invitado algún marino tripulante del barco alemán atracado en este momento en el puerto de A Coruña.

 La composición del menú sigue la misma tónica que el anterior, aunque algo más parco en contenidos.

En cuanto a la sopa de puré es difícil saber su composición ya que pudo ser de patatas, de guisantes o de cualquier otro ingrediente, incluido el tomate, que en aquel momento acababa de ser descubierto.

El segundo plato de cangrejos de río con arroz sería un plato de lujo -hoy sigue siéndolo por la escasez de los cangrejos, que están casi extinguidos- al ser animales muy carnosos y sabrosos, de modo que tuvo que ser una delicia.

El tercer plato, pollo salteado, era también una finura porque los pollos de antes en nada se parecían a los de ahora y su sabor era exquisito. El hecho de ser salteado supone que sólo se utilizarían las partes más tiernas del ave y hechas en golpe de sartén fuerte. Posiblemente, después de salteado, se le añadiría un poco de salsa y se le daría un ligero hervor para homogeneizar los sabores (para saber más se debe leer el cuarto plato del menú celebrado con ocasión de los Juegos Florales de Tui en 1891).

El pescado al gratín, cuarto del menú, es aquel que una vez guisado, asado, frito, a la parrilla, etc., se gratinaba. Los gratinados, a diferencia de los glaseados, se hacen con elementos sólidos, por lo que se tuvieron que emplear elementos tipo provenzal (pan rallado, ajo, perejil, etc., junto con un poco aceite de oliva), “veloutes” (similar a la bechamel sólo que sustituye la leche por un caldo, el que le da el nombre).

Al hablar de los entremeses, la costumbre nos hace pensar en el anterior menú con aceitunas, conservas en vinagre y salchichón.

En los quesos observamos que desaparecieron los de Roquefort y el ahora ya conocido de Flandes y  sólo quedan los del país.

Con este menú nos despedimos del siglo XIX para adelantarnos cada vez más en los gustos y costumbres gastronómicas de nuestros días.

 


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