
Dicen que
los mayores adelantos de la humanidad son consecuencia de estados carenciales y
de momentos históricos donde la supervivencia del ser humano es precaria, es ahí
cuando se agudiza la inteligencia y nacen los mejores y provechosos inventos, y
hablando de los gastronómicos baste recordar la historia de las conservas, las
sopas de sobre, las latas de conserva, la margarina y ésta del concentrado de
carne, por poner unos ejemplos. Pero todas ellas, las enunciadas aquí, tienen
algo en común, fueron descubiertas en el siglo XIX y todas tienen que ver, de
una forma u otra, con la Revolución Francesa, sus guerras expansionistas y
exportadoras de ideas republicanas que hicieron en ese país el tener que
organizar unas infraestructuras desconocidas hasta la época con el fin de
abastecer a sus tropas.
Centrándonos en el motivo de este estudio, la historia del concentrado de carne,
debemos situarnos en primer lugar en el momento preciso que hizo posible este
invento.
Corría el
año 1870, Francia luchaba en campos alemanes en una de las muchas guerras de
desgaste que sufrió Europa a lo largo de su historia, ahora se tiende a ser un
único estado (la Unión Europea) para que el lector compruebe la necedad del ser
humano, y como en toda guerra la intendencia cobra una importancia no reconocida
por el gran público, ya que es imposible ganar una guerra sin soldados bien
alimentados, vestidos y con munición adecuada y suficiente. Esto llevó a los
generales de
Napoleón III
de Francia a solicitar urgentemente a sus aliados los ingleses un millón de
latas de carne de vacuno; estos, los ingleses, que no tenían esa cantidad ni
para sí, encargaron a un tal
John Lawson Johnston
(1839-1900), escocés por más señas, la tarea de ir a sus colonias de Canadá y
hacer todo lo posible para satisfacer las necesidades de sus aliados.

Debía tener
las ideas muy claras este hombre porque en 1874 presentó un líquido de
concentrado de carne, que en principio llamó ‘Carne de vaca fluida de Johnston’
que fue la alegría y satisfacción de todos, ya que era un concentrado de carne
que podía transportarse y almacenarse sin grandes dificultades y su sabor no era
desagradable.
Pero
llegados aquí quiero retrotraerme al pasado y hablar de los intentos que
hubieron antes para conseguir algo parecido y esto me lleva al mismo Leonardo da
Vinci, el cual en su
Codice Romanoff (tan cuestionado por todos), cuenta lo
siguiente: “El
método de los priores de San Angelo, que toman pastillas en Cuaresma, y las
emplean también para restaurar las fuerzas de sus compañeros, es como sigue:
Reducen tres vacas a una esencia, lo cual hacen cociéndolas y luego poniendo las
carnes que quedan en el puchero tras pasarlas por sus prensas y rodillos hasta
que obtienen una sustancia sólida que no pesa más de 400 escrúpulos ( 340 grs.).
Esto lo colocan luego en un pequeño caldero que contiene 6 (de la medida que
llaman ellos) etti (0,5 kgs.) de fino azúcar siciliano (de caña) hecho por su
boticario. Y luego hierven esto junto hasta que espesa, se reduce de tamaño y se
transforma en esencia. A continuación llevan el caldero al lugar más alto del
priorato y con una cuchara de madera lo arrojan gota a gota sobre una plancha de
mármol colocada en el suelo bajo ellos, y allí se forman las pastillas. Estas
son las que toman en Cuaresma, y que también emplean para restaurar fuerzas de
sus campaneros. Y me han dicho que en una de estas pastillas hay sustancias
nutritivas en cantidad suficiente para que una persona pueda sobrevivir por tres
días sin tomar ningún otro alimento sino únicamente agua. Ahora estoy resuelto a
preguntar al prior si acaso podría también reducir seis ovejas para hacer una
pastilla de oveja, y seis cerdos para hacer una pastilla de cerdo, y las patas
de doscientas ranas para hacer una pastilla de rana. Estoy pensando en la
soldadesca de mi señor Ludovico y en el beneficio que podrían obtener con esto,
ya que no habría que cargar con vacas y cerdos en su comitiva cuando fueran de
marcha.”

Volviendo
de nuevo a Johnston, y su carne fluida de vaca, decir que la patentó con el
nombre de
Bovril, curioso nombre este por cierto, ya que es el primer alimento
que tiene en su nombre tiene la etimología del
apelativo de un alimento de una novela, de las
primeras de ciencia ficción, y que no era otro que el mítico
Vril que servía de
sustento a una raza que habitaba las entrañas de la tierra que tenían poderes
casi ilimitados gracias a este alimento. La novela se titulaba ‘The coming race’,
escrita por Bulwer-Lytton sobre 1870, siendo el prefijo ‘Bo’ procedente del
latín con el que se designaban a los bovinos, ‘bos’ y así se patentó, con este
nombre de
Bovril, un alimento que perdura hasta nuestros días y que con el
tiempo fue cambiando su composición.
Muchos
honores y prestigio dio a Johnston su descubrimiento, ya que vendió su fábrica
en Canadá en 1880 y se aposentó en su querida Inglaterra, donde se casó con una
aristócrata pasando a llamarse
Lord Luke.
Continúa con su patente en Europa, la cual vendió en el año 1896 por la
considerable cantidad de dos millones de libras, desempeñando la presidencia de
dicha empresa hasta su muerte, cuatro años más tarde. En el momento de la venta
el producto se vendía con gran éxito en gran parte de Europa tanto en farmacias,
tiendas y bares, pasando en el año 1889 a formar parte de la ‘Bovril
Company’.

El éxito
imparable en ventas hace que se necesite encontrar terrenos donde apacentar el
ganado que el final terminarían dentro de los botecitos, para ello se adquiere
una gran finca en Argentina, que ya había servido de matadero de yeguas y
saladero desde 1870, y que más tarde fue comprada por los representantes de las
sopas de sobre Liebig que tenía sede en Londres con el nombre de ‘Liebig’s
Extract of Meat Company’ para pasar posteriormente, en 1909, a la compañía
Bovril.
Estos terrenos están ubicados al noroeste de la provincia de Entre Ríos, en el
margen izquierdo del río Paraná y sirvió de industria hasta el año 1973, donde
mantenía a un millón y medio de vacas, fecha en la que la empresa se retira
pasando los terrenos a ser explotados, más bien estallados, por ‘Frigoríficos
Regionales Argentinos’,
que tras unos comienzos brillantes hace que se cierre antes de 1984, otro
fracaso de la política industrial de Argentina que deja en el paro a toda la
comunidad de Santa Elena.
Bovril
continuó su imparable éxito, llegando a formar otra vez parte de los alimentos
de guerra en la Primera Guerra Mundial, siendo parte del sustento de las
conductoras enfermeras que lo tomaban disuelto en agua caliente.
En el año
2004, con la aparición de la encefalopatía espongiforme bovina, se cernieron
negros nubarrones en esta industria, el miedo a la enfermedad hizo bajar las
ventas de forma alarmante por lo que los directivos de
Bovril tomaron la
decisión de hacer el preparado de extracto de levadura, como sus competidores de
toda la vida, y de camino ganarse a un creciente segmento de los consumidores
que tendían al vegetarianismo y de camino introducirse en el mercado musulmán,
pero sus clientes de siempre no llegaron a ponerse de acuerdo, por lo que dos
años más tarde volvió a salir con su fórmula original, eso sí, tras el
levantamiento de las restricciones de la Comunidad Europea sobre estas carnes.

¿Pero
estaba sola la empresa
Bovril en todo este macronegocio?, evidentemente no,
desde casi sus comienzos otras industrias le han pisado los talones, en especial
aquellas que hacían el producto en base a levaduras de la cerveza y cuyas marcas
también pienso estudiar aquí.
En primer
lugar hablaré de
Marmite, también producto inglés pese a su nombre afrancesado,
la cual se forma en el año 1902 en Staffordshire, como producto estrella de la
empresa Burton upon Trent, en poco tiempo se hace muy popular, tanto que en 1907
abren nuevas factorías cerca de Londres, llegando a su apogeo en el año 1912
cuando se descubre la síntesis de las vitaminas, ya que el producto contiene,
independientemente de la levadura, cloruro sódico, riboflavina, ácido fólico y
vitaminas B1 y B3.
Esta marca
tras varias fusiones terminó formando parte Unilever en el año 2000.
Las
preparaciones culinarias que se pueden hacer con este mejunje son variadas
dependiendo del sitio y como muestra vayan algunos ejemplos:
Sobre una
tostada con mantequilla; dando sabor a sandwichs y bocadillos que lleven queso;
disueltas unas gotas en agua hirviendo a la que se le suma unas gotas de lima y
un poco de cebolla que se utiliza en Sri Lanka como acompañamiento en otros
platos; acompañando a las patatas fritas en Nueva Zelanda; como repelente contra
los mosquitos porque, por lo visto, el sudor del ser humano, tras su ingesta,
despide un olor que los ahuyenta.
Tras esta
muestra del gusto ‘insano’ inglés llegamos al último de los productos
anunciados, el
Vegemite:
Considerado
un alimento tradicional de la cocina australiana, cosas hay que ver en esta
vida, es como el
Marmite un compuesto de extracto de levadura, que se
comercializó en el año 1923, siendo su inventor Cyril P. Callister. Y para hacer
ameno este estudio que mejor que contar como se escogió el nombre de esto, pues
la hija del dueño de la fábrica, una tal Sheilah, escogiendo sílabas que estaban
escritas en un papel, dentro de un sombrero, las fue tomando hasta formar este
nombre, que ricura de niña, todo es encantador.
Es evidente
que es competidor reñido del anterior que he contado y para terminar con lo
gracioso del producto, ¿qué mejor que hacer referencia al slogan publicitario de
1935 que rezaba así?: ‘A mamá podrá no gustarle el sabor, pero estoy seguro que a
papá sí’, tras este anuncio
tan imbecil la pretensión de ampliar cuotas de mercado fracasó
estrepitosamente, todo un 'triunfo' de marketing, es cierto y no miento.
Algo que
caracteriza a estos tres productos es que el bote tiene forma de marmita
francesa.
Bibliografía:
-
Enciclopedia Wikipedia
-
Web:
http://
www.oni.escuelas.edu.ar
-
Historia
de Francia
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