Artículo de Graciela Pacheco Balbastro
Agosto de 2007

 

La alimentación en la Odisea o la odisea de sobrevivir a una obra en la cocina


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¿Cuando entran los albañiles a su casa,  la casa en la que usted vive,  duerme, cocina,   sueña y proyecta ¿qué hace usted? ¿Se pone algodones en los oídos? ¿Se hace atar a una columna para no salir corriendo?  ¿Es todo una "hecatombe?  Bueno, para que se consuele: todo eso lo hizo antes que usted Ulises, sí, ése de La Odisea. Pero no era que estuviese construyendo la casa que tenía en Ítaca, ¡ no!  el trabajo de él era más difícil: se trataba de romper la casa de otro, de un señor que vivía en Troya. 

Y como yo estoy con albañiles, necesitaba mi propia descarga a tierra, así que me fui con Ulises, que después de todo, Odisea más, odisea menos, tan mal no la pasaba. 

A La Ilíada y La Odisea las estudié, "allá lejos y hace tiempo", con señores profesores. Pero la vida nos trae otra "lectura" de las cosas. Y esta vez, mientras el PUM PUM de la demolición resuena en mi cocina, vaya a saber por qué recónditos vericuetos del oscuro subconciente (del "yo", del "superyo" y del "ello" que se pelean peor que griegos y troyanos), vaya a saber por qué, elegí La Odisea para releer entre rato y rato. 

Pero esta vez, desde el punto de vista culinario. ¿Qué comía Ulises-Odiseo? ¿Qué comían los personajes que van apareciendo en toda la obra? Pero los que cocinaban...  porque de los que se comen cruda a la gente no pienso ni ocuparme. ¡Qué es eso de andar tragándose crudos a los griegos, sin acompañarlos ni con una "salsa criolla", ni chimichurri, ni siquiera  un "aioli" o un simple "guacamole"? 

Homero, el genial poeta que recogió las historias y que las cantó para su pueblo y para la humanidad toda, se detiene más a consignar lo que bebían, que en trasmitir muchas recetas. 

Pero es interesante rastrear en la obra usos y costumbres. Tanto La Ilíada  como La Odisea son obras aristocráticas. Personajes y protagonistas son reyes, príncipes, ninfas, dioses, "mujeres de hermosas cinturas" (sic),  rubios y de" buen ver" si hacemos caso al bardo, que por otro lado dice la tradición  que fue ciego. 

Por si usted no recuerda de qué se trata La Odisea, le cuento que en ella se narran poéticamente los tropiezos que tuvo Odiseo (Ulises para los íntimos) para regresar al hogar, después de ayudar a Menelao a recuperar a su esposa Helena, que según las malas lenguas se autoraptó con Paris, hasta que todos los griegos ofendidos, vinieron a buscarla, aunque si también escuchamos en esto a los mal pensados, nos dirán que lo qué los unió a los griegos contra Troya no fue tanto que Paris se enamorase  de la mujer de otro, sino por aquello de que cada guerra tiene su Sarajevo. Y Troya ya había crecido demasiado y molestaba en las rutas comerciales y en la oferta de buenos productos, así que la ofensa al rey espartano les vino de perlas para terminar con los competidores. 

Pero acabada la guerra, gracias a la genialidad de Odiseo que hizo construir el famoso caballo de madera (¡presente griego!) donde se escondieron los mejores guerreros de la Hélade y tomaron la fortaleza por sorpresa, nuestro héroe emprendió el regreso a Ítaca, su amada isla. Pero lo cierto es que si siempre es difícil volver a casa, a Odiseo-Ulises sí que se le hizo cuesta arriba. ¡Tardó 20 años en regresar al hogar! Y cuando volvió, probó en carne propia aquello de quien se va a Sevilla, pierde su silla.  

Pero, ¿qué se comía en aquellos pagos y en aquellos tiempos, según Homero? Si le hacemos caso a las parrilladas que están presentes en la obra, si Ulises no mataba a los pretendientes de su Penélope, los mataba el colesterol. Y acá empiezo a enumerar las "minutas", siempre bien regaditas. 

Mientras los pretendientes  de Penélope están sentados jugando a los dados y comiéndose la heredad del ausente, los sirvientes "mezclaban en las cráteras el vino y el agua, otros lavaban de nuevo las mesas con esponjas porosas y distribuían abundantes carnes". 

Mientras que las recetas de los "manjares" a los que hace referencia Homero brillan por su ausencia, prodiga más las fórmulas para preparar el vino, mejor dicho los vinos, pues cita el tinto, el vino dulce, etc. 

Cuenta, por ejemplo, que Telémaco bajó a  la "amplia habitación /…/ donde se hallaba amontonado el oro y el bronce /…/ Había también tinajas de vino dulce y añejo, que contenían la divina bebida…" Y las referencias a la "divina bebida" se multiplican en la obra, como ser: "El anciano mezcló para ellos una crátera de vino dulce, añejo de once años, que la despensera destapó y sacó de la tinaja". 

Una de las descripciones más extensas sobre cómo se preparaba la  carne (una novilla en este caso) es la del asado con que agasaja Nestor, rey de Pilos, a Telémaco (hijo de Ulises).  Una vez sacrificada la novilla de acuerdo al rito ofertorio, los muslos fueron troceados "y luego pringados de grasa por uno y otro lado y recubiertos de carne a pedazos" puestos sobre la leña encendida y rociados con vino tinto. Las partes escogidas fueron cocinadas en asadores de cinco puntas. Pero no sólo fueron asados los muslos. También se cocinaron las entrañas.  Y leyendo a Homero, vemos que las "brochettes" son mucho más  que una moda pasajera, pues al resto de la carne "lo dividieron en pedazos muy pequeños, lo atravesaron en los pinchos y los asaron, sosteniendo con sus manos las puntiagudas varillas".  Esto de la "planetarización", "globalización" o como a usted le guste llamarla, parece que entró por la cocina, aún antes que por las PC, porque leyendo a Homero, uno se da cuenta que los griegos y sus vecinos se agasajaban ni más ni menos que con un buen asado al "uso nostro", en el que no faltaban ni chinchulines, ni tripa gorda, ni un buen tintillo. Dice Ducrot que "podría afirmarse sin miedo al error que el asado gaucho tiene antecedentes lejanos en el tiempo y en el espacio. Los habitantes del Asia Central y del Cáucaso, eternos jinetes de eternas llanuras, solían ensartar trozos de carne en sus lanzas y cuchillos clavados en tierra, cerca de leños encendidos y comían desde allí, sin platillos ni cubiertos. Esta especie de primitiva brochete llegó a Europa con las invasiones bárbaras y se quedó, con variantes y sucesivas modernizaciones, entre los hábitos culinarios de todo el Este europeo, de los turcos, de los griegos y de los balcánicos". Pero Ducrot olvida  consignar que mucho antes, hacia el siglo XII o XIII antes de Cristo, las recetas que nos trasmite Homero son ni más ni menos las que degustó el hombre de nuestras pampas.   

Agamenón y los suyos, Néstor (de Pilos), Aquiles (de Pitia), Ulises (de Ítaca) y todos los demás griegos que se embarcaron contra Troya, en el Asia Menor, y la mantuvieron sitiada durante 10 años, llevaron (y trajeron) hábitos culinarios. 

Pero si bien es cierto que Homero sólo cita expresamente el pan, el vino y las carnes de distintos animales, habla reiteradamente de "manjares", sin decir en qué consistían. Por ejemplo: "La despensera puso pan, vino y manjares exquisitos", o "la venerable despensera puso sobre la mesa pan y exquisitos manjares. El trinchador les presentó diversos platos de carnes y colocó ante ellos unas copas de vino." 

En cambio, es al pastor al que no le falta "el queso, la carne, ni la dulce leche". 

El vino puede ser vehículo no sólo de ofrendas a los dioses, sino de drogas disueltas en él: "Helena/…/ echó en el vino del que bebían una droga contra el llanto y la cólera, que inducía al olvido de todos los males", droga por otro lado proveniente de Egipto. 

En el encantador reino de Calipso "reverdecían los apio y perejiles". Y es la ninfa la que ofrece al héroe errante ambrosía y rojo néctar. Cuando al fin la ninfa permite que Odiseo salga de su vida, le entrega para la travesía "un odre de vino tinto, otro grande de agua, y en un saco grande de cuero una gran cantidad de alimentos agradables" (pero no nos dice en qué consisten). A la princesa Nausica, su madre le da como "avío" de un día de campo "una comida apetitosa y variada, golosinas y un odre de cabra con vino", pero seguimos sin saber en qué consiste esa comida y esas golosinas. Homero nos cuenta más adelante que en tierra de los feacios, hogar de Nausica " crecían grandes árboles /…/ que producían peras, granadas y hermosas manzanas, dulces higueras y verdes olivos". "Allí aparecía pletórica la viña /…/ al fondo del jardín se hallaban unos cuidados bancales con toda clase de hortalizas…" 

En la Odisea, la idea de cocinar está unida en muchos casos a una "hecatombe" (y recuerden que por allí comencé esta historia).  Si aún hoy para muchas amas de casa (y amos de casa también) la cocina es una "hecatombe", ¡figúrense lo que era para los griegos!, un verdadero estropicio. La palabra está formada por "hekatón", (ciento) y "boús", ( buey). La hecatombe consistía en la matanza de cien vacunos (u otros animales) y era ofrecida a algunos de los dioses. Luego de separar las mejores partes para Atenas, Neptuno, Zeus. . . los comensales daban buena cuenta del resto. ¡Lejanos estaban los tiempos del "fast food"! 

Dicen otros que saben más, que  la guerra de Troya reviste capital importancia para la historia de occidente, pues cambió el rumbo y supremacía de Asia sobre el mundo conocido y  señala la transición de los tiempos mitológicos a los tiempos históricos. Pero para mí, sirvió de terapia y consuelo, pues aunque cocinar con los albañiles sea una hecatombe, me gusta más esta Odisea que la de la bella Penélope, tejiendo durante el día y destejiendo por la noche, oteando el horizonte, buscando con la mirada más allá de la dorada Ítaca a su marido errante.

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