16 de septiembre: celebración de la independencia y la gastronomía de México

Estudio de Martha Delfín Guillaumin
Septiembre 2009

                        Para Vicky Martínez Guillén

 


Pan de Feria[1] 
 

El 15 de septiembre, casi a la medianoche, es una importante costumbre en las poblaciones de México el escuchar el llamado “Grito de Independencia” que hacen los principales jefes de gobierno del país. Es para recordar al padre Miguel Hidalgo y Costilla, el criollo insurgente, que desde la iglesia de Dolores, en la actual provincia de Guanajuato, convocó al pueblo para dar inicio a la independencia de la entonces llamada Nueva España y dejar de ser parte del Imperio español. Esto ocurrió en la madrugada del día 16 de septiembre de 1810, sin embargo, es desde el 15 de este mes cuando actualmente se empieza a conmemorar dicho acto, el famoso “Grito de Dolores” que hizo que la gente, en su mayoría indígenas y plebe como se le llamaba entonces a la parte del pueblo más menesterosa, se sumara entonces a la demanda de los criollos, los descendientes de españoles que habían nacido en el territorio novohispano. Hay que aclarar que estos criollos insurgentes practicaban profesiones liberales como la abogacía, pero también formaban parte del bajo clero y el bajo ejército, es decir, sacerdotes de la Iglesia Católica y oficiales del ejército realista que por más de ser talentosos y cumplir bien sus tareas no podían aspirar a ocupar los cargos más importantes en esas instituciones.  

En marzo de 1811, el padre Hidalgo fue capturado en Acatita de Baján, en las cercanías de Monclova (ciudad del actual Estado de Coahuila) cuando se dirigía hacia los Estados Unidos junto con otros jefes insurgentes para conseguir armas y continuar con la lucha emancipadora. Fue excomulgado y condenado por la Inquisición, y fue entregado a la justicia real para ser sentenciado a muerte en la ciudad de Chihuahua. Entre los insurgentes que fueron detenidos en ese mismo lugar y que también fue ejecutado por los jefes realistas, se hallaba Mariano Jiménez, un ingeniero de minas, que era uno de los encargados de construir cañones para el ejército insurgente, y, como cita Guajardo Elizondo, pensaba quedarse a vivir en los Estados Unidos junto con su familia ya “que contaba podría mantener en paz y sosiego en aquel país mediante los conocimientos físicos y matemáticos y de tres lenguas” que poseía.[2] 

Esta costumbre de celebrar desde el 15 y no el 16 fue instaurada por Porfirio Díaz, el famoso dictador de fines del siglo XIX y principios del XX que duró en el poder cerca de 30 años y salió del país al año siguiente de haberse iniciado la Revolución; cabe destacar que lo hizo para que la fecha coincidiera con su natalicio. La gente adorna la entrada de sus casas con listones que llevan los tres colores patrios: verde, blanco y colorado más el escudo nacional con el águila y la serpiente. En las calles y plazas se cuelgan afiches, listones, escudos, figuras de cartón o plástico cubiertas con lentejuelas o focos multicolores que hacen alusión a los héroes patrios independentistas como José María Morelos, Josefa Ortiz de Domínguez, Ignacio Allende o el padre Miguel Hidalgo. Los temas musicales que se escuchan son canciones mexicanas muy tradicionales. Pero algo que llama mucho la atención y despierta el apetito es ver la cantidad de puestos de comida que se instalan para ofrecer las tradicionales comidas mexicanas.  


Don Alberto Luengas Bravo con buñuelos[3]

 

En el centro del país lo más común es encontrar una oferta gastronómica muy atractiva puesto que lo mismo se venden los elotes asados o hervidos cubiertos de mayonesa o crema con chile en polvo y trocitos de queso; los esquites que son granos de elote hervido en un jugo muy sabroso conformado por el caldo del grano, limón, sal y chile en polvo; el pozole que es un rico alimento que es un caldo muy condimentado de color rojo que lleva carne de puerco en  trocitos y que se puede acompañar con algo de cebolla picada, orégano, chile en polvo, rábano picado para hacer que el caldo sea más colorido y sabroso, sin olvidar las tortillas de maíz tostadas para acompañar dicho platillo; las aguas de fruta como el tepache de piña, la horchata, el agua de chía y limón, la jamaica por mencionar algunas; y todo esto se puede complementar con ricos postres que pueden ser helados, gelatinas cubiertas de rompope -una bebida muy sabrosa que inventaron las religiosas en los conventos coloniales y que lleva alcohol del 96 y huevo como parte de sus principales ingredientes-, panes “De Feria” que son muy grandes y de formas diversas, buñuelos y dulces tradicionales como las cocadas, los cacahuates garapiñados, las grageas de chocolate, los jamoncillos de leche y que pueden llevar trocitos de nuez, las obleas rellenas con cajeta o las llamadas “Alegrías” hechas con amaranto y miel.

 


Dulces tradicionales en la Fiesta de Tlalpan[4]

 

Para concluir con este escrito que ha tratado de reflejar un poco la alegría de una celebración nacional en la que coinciden los desfiles conmemorativos, las plazas y calles con puestos de comida, los restaurantes y fondas, los fuegos artificiales, el asueto de las personas por ser un día festivo, quiero hacer mención de un manjar exquisito llamado Chongos Zamoranos que también se puede conseguir en algunos restaurantes en estos días, aunque igual ya es posible hallarlo en el supermercado donde es vendido como postre enlatado.[5] Entre sus ingredientes lleva leche, pastilla de cuajar, azúcar, rajas de canela, granitos de sal o jugo de limón, Lo interesante es que este rico postre fue elaborado por primera vez en los conventos coloniales de la ciudad de Zamora de Hidalgo, Michoacán. Esta ciudad lleva este nombre que mezcla el origen español de sus fundadores en el siglo XVI con el apellido del jefe insurgente que a su paso por ella le dio la categoría de ciudad dos meses después de haber iniciado la lucha de independencia.


Chongos zamoranos[6]

 

 


[1] De la Feria del 16 de septiembre de 2009 en el centro de Tlalpan, México, D.F. El pan lleva como adorno un par de banderas mexicanas.

[2] Eduardo Guajardo Elizondo, “Baján 1811. Las razones de los héroes”, p. 130, en AAVV, Provincias Internas, Coahuila, Centro Cultural Vito Alessio Robles, año III, Núm. 10, verano 2003, pp. 125-147.  

[3] Feria de Tlalpan, México, D.F., del 16 de septiembre del año en curso. Fotografía sacada por la autora de este escrito.

[4] Fotografía sacada por la autora de este escrito el 16 de septiembre de 2009.

[5] Por suerte mi madre, María del Rosario Guillaumin Sevilla, vivió de jovencita en Michoacán  y aprendió a hacer los Chongos Zamoranos, así que yo tuve la suerte de probar y disfrutar de este delicioso postre preparado por ella cuando siendo niña vivía en Sonora, una bella provincia del norte de México donde se consume, por cierto, mucha carne de ganado mayor y ricas tortillas de harina de trigo. Con esta harina se hacen las deliciosas coyotas, unas tortillas galletosas muy ricas rellenas de guayaba o de panocha, de las que probablemente hablaré otro día.

[6] Fotografía sacada por Silvia Sáez Delfín en un restaurante de pescados y mariscos de la Ciudad de México en septiembre de 2009.

 

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