Los vinos de la serranía de Ronda (Málaga), o la historia de un ave Fénix

Artículo: Carlos Azcoytia
Enero 2008

Siempre tuve una deuda moral con la serranía de Ronda donde tantos ratos buenos he pasado en parte de mi juventud, la belleza de sus parajes naturales así como la armonía entre naturaleza y urbanismo lo hacen, a mi punto de vista, uno de los lugares más bellos del mundo.

Podría estar escribiendo miles de folios sobre su historia, profundizando en las cuevas donde habitaron los primeros grupos de personas que vivieron en la península ibérica y donde se encuentran la cueva de la Pileta o la del Gato, así como otras muchas aún sin explorar.

Entre los vestigios romanos que han llegado hasta hoy se pueden destacar el puente que existe en la ciudad de Ronda y que es el único lugar por donde se puede pasar para salvar el Tajo de Ronda, no confundir con el río que lleva el mismo nombre en otra parte de España, cuyos pilares hunden sus raíces a más de noventa metros en un alarde de ingeniería difícilmente superable tras sus dos mil años de existencia o su ciudad de Acinipo, verdadero baluarte en medio de la serranía y donde aún hoy se alza orgulloso todo el frontal de su teatro romano desafiando al tiempo.

La invasión árabe dejó en la ciudad de Ronda uno de los más bellos palacios  que se puedan imaginar, la llamada Casa del Moro, único lugar del mundo donde un principe enamorado dejó impresas imágenes humanas en la cerámica que cubre sus paredes, así como la escalera labrada dentro de la roca que desciende el casi centenar de metros hasta llegar al río con su leyenda romántica, porque Ronda es una ciudad suspendida en el tiempo y en la sierra, es un poema táctil y visual.

En este lugar idílico, donde campearon a sus anchas los guerrilleros que lucharon contra los llamados gabachos o franceses y que después se convirtieron en bandidos, aquí se llaman bandoleros, que asaltaban las diligencias, fueron los últimos románticos de una España que se integraba muy perezosamente a la Era Industrial.

Estos terrenos de sierra, paso obligado entre las costa de Málaga y el Valle del Guadalquivir, siempre vivió de una economía de subsistencia, sólo el olivo y la vid, junto a la cría de ganado, fueron sus fuentes de ingresos más notables, aunque en pequeños microclimas se dio bien la siembra de cereales, prueba del cultivo de la vid es el pueblo que se llama Setenil de las Bodegas.

Es de suponer que los romanos fueron los primeros en plantar vides en estas tierras, tan importantes para su comercio debieron ser que las monedas que acuñaban llevaban impresas un racimo de uvas.

El andaluz Lucio Julio Moderato Columela (sobre el año 2 d.C. y entre el 60-70 d.C.) dejó escrito todo un tratado sobre el cultivo de las vides en sus libros III, IV y V dedicado a la agricultura y donde puso las bases del tipo de uva que debe de plantarse dependiendo del clima y el terreno, haciendo especial hincapié en que los viñedos, si la uva es para comer "no conviene poner viñas si la tierra donde se van a plantar no está tan inmediata al pueblo que tenga cuenta vender el fruto a los que la compran, sin tener el trabajo de guardarlo, como se hace con la fruta", casi este es el caso de la bodega que visité llamada Doña Felisa, y de la que hablaré extensamente más adelante, que está situada a  no más de un kilómetro de las citadas ruinas de la ciudad de Acinipo.

El tipo de uva que aconseja es el de vides tempranas: "jaenes purpúreas y teta de vaca, datilillos de Rodas, de Libia y cabrieles", aconsejando que no sólo deben de plantarse las que sean de buen sabor, sino también las que tengan una hermosa vista, como son "las afestonadas, las tripedáneas, las de a onza o unciarias, las cidonitas; así como aquellas que para que se conserven en los tiempos de invierno se guardan en vasos , como las venúculas y las munisiadas, que poco ha se ha demostrado ser útiles para este objeto".

Como vemos estoy recomponiendo el puzzle donde intento descubrir el tipo de vides que se plantaban en estas tierras hace dos mil años.

Antes de seguir hay que conocer el clima de la serranía de Ronda, frío en invierno y seco y caluroso en verano, con un índice pluviométrico no muy alto que es absorbido por la roca calcárea, que es la base de su subsuelo, con relativa rapidez.

En cuanto a las vides para hacer vino aconseja Columela que sean las que produzcan mucho fruto y que críen mucha madera: "lo primero contribuye a la utilidad del cultivador, y lo segundo a la larga duración de la planta", diciendo a continuación que la mejor es la que no se cubre muy temprano de hojas, deja caer pronto la flor y no madura el fruto demasiado tarde, definiéndola como vides que se defienden fácilmente contra las escarchas, la niebla y la quemadura, y así mismo no se pudre con la lluvia, ni se destruye con las sequías. "Tal la hemos de elegir, aunque sea medianamente fecunda, con tal que se tenga en terreno en que el vino sea de un sabor excelente y se venda caro; porque si es malo y ordinario, conviene plantar cualquier vid, en siendo feraz, para que multiplicando el producto se aumente la renta".

Pero deberíamos preguntarnos, para no llegar a ser pesados, que tipo de uva es la elegida para obtener el mejor vino según los romanos y también conocer si fue la variedad elegida en otras épocas posteriores y conocemos por medio de Columela que: "Se dice que sólo las amineas exceden a todas las demás en el gusto de sus vinos cualquiera que sea el clima en que se hallen, con tal que no sea demasiado frío, aunque degeneren", apreciación esta que se amplia en todos sus libros ampliamente y que dejo como el más significativo exponente.  

Tras investigar en el cultivo de la uva, ya sea para la obtención de vinos (que también se bebía en al'Andalus) o como fruta, en la dominación árabe encontré en el tratado el titulado Al-Kalam 'Ala, escrito a principios del siglo XV por al-Arbúli por lo completo que es, traducción de Amador Díaz García, catedrático de Lengua Árabe de la Universidad de Granada, ya fallecido, en el que se dice: "Las uvas son parecidas a los higos en excelencia, siendo la sangre generada por ellas excelente. Las mejores uvas son las que tienen mucho zumo y piel fina. Ablandan el vientre. Las uvas que han llegado a su grado máximo de dulzor son calientes y húmedas. Las agrias son de complexión fría y seca". para continuar con: "Es el agraz, o uva verde, sin madurar, del que dice Dioscórides: El Omphacio es çumo de las uvas Thasias, o Amineas, muy acerbas y verdes, el qual se tiene de esprimir el verano antes del nacimiento de la Canicula, y assolarse en un vaso de cobre roxo, atapado con lienço, curiosamente hasta que venga espessarse. (...) Es útil el Omphacio a las llagas hinchadas, a la campanilla, a las llagas que en la boca se engendran, a las enzías dissolutas y relaxadas (...) Deshecho con vinagre sirve ontra las llagas antiguas y enfistoladas, y contra aquellas que van cundiendo". Con lo que llegamos a la conclusión que fue la variedad amineas la que perduró en el tiempo durante dos mil años.

Pero entre los años 1880 y 1892 la terrible plaga de la filoxera, que llegó desde América, arrasó todos los viñedos del sur de España dejando improductivas las tierras, que o fueron plantadas por olivos o fueron dejadas en barbecho, hasta que las plantas de la sierra las devoró, volviendo a la naturaleza lo que le pertenecía.

Durante más de un siglo la mayoría de las tierras fueron usadas como cotos de caza hasta que de nuevo, gracias o por desgracia del turismo, se volvió a poblar la sierra de Málaga y por ende la de Ronda, lugar bellísimo como he comentado y llegamos al momento que desde un principio he querido comentar.

Nuevos pobladores tomaron el relevo de los romanos y de los árabes en el cultivo de la vid, y como ellos todos foráneos a la tierra, lo que no quiere decir que sea algo malo, muy al contrario, ellos trajeron nuevas ideas y riqueza a las poblaciones circundantes. En el caso que nos ocupa, la bodega Doña Felisa, es un ejemplo de constancia y saber hacer, sus propietarios, personas muy sensibles con el entorno, cuidan un pequeño viñedo de cinco hectáreas donde de forma casi artesanal producen vinos que darán de que hablar no dentro de mucho.

Ya no se usa la uva autóctona de la zona, ahora se cuidan Cabernet Sauvignon, Tempranillo y Syrah con producciones, desde hace tres años, de no más de 20.000 botellas en total que se comercializan con el nombre de Chinchilla. Lo curioso es que uno de sus propietarios, es un matrimonio muy agradable, es marino mercante que sólo busca la paz de tierra adentro.

Pero no es esta la único nueva bodega de la zona, que se está convirtiendo en el dorado del vino, están, espero que no quede ninguna en el olvido: Bodegas F. Schatz; Bodega Los Bujeos; Descalzos Viejo; Bodega Conrad; Cortijo Los Aguilares; Bodega Joaquín Fernández; Cortijo San Juan; Cuesta la Viña; Bodega Morosanto; Viñedo Altocielo; Viñedo Los Torreones y la Bodega La Sangre de Ronda, todas ellas con una producción muy limitada pero exquisita.

Para terminar he de decir que el vino de bodegas Doña Felisa, elaborado con cabernet sauvignon, nada tiene que envidiar a los mejores vinos del mundo.

Recuerde, si pide vino en un restaurante de España no dude en exigir uno de estos vinos de la serranía de Ronda porque están hechos sólo para paladares selectos y con una historia de dos mil años.

Y para poner punto final he de decir que conocí estos vinos gracias a los esfuerzos de Slow Food de Sevilla, a la que pertenezco como socio, y que en estos momentos lucha por qué no se pierda para siempre el llamado 'pero de Ronda', una manzana autóctona, pequeña, olorosa y dulce.

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