Si está interesado en los aspectos alimenticios en la América precolombina tendría que leer con detenimiento, y entre líneas, los legados escritos dejados por los españoles que recorrieron por primera vez aquellas tierras, porque de ahí se pueden sacar conclusiones interesantes sobre las costumbres y los recursos alimentarios de las personas y pueblos por donde pasaron como notarios de primera mano de lo que ocurría.

Entre todos estos hay un explorador que siempre me fascinó por las calamidades que pasó durante todo su periplo americano, en concreto en su primer viaje que discurrió por lo que hoy es la frontera entre México y Estados Unidos. La expedición que un principio partió con trescientos hombres termino desastrosamente, después de pasar muchas calamidades, con sólo cuatro supervivientes, entre los que se encontraba Cabeza de Vaca.

Antes de pasar a contar la biografía de este ‘casi super hombre’ me gustaría hacer referencia al primer hombre africano que estuvo en aquellas tierras y que formó parte de esta expedición al que llamaban el Negro y cuyo nombre de pila era Estebanico, pero pese al apodo no era negro ya que su raza era berebere.

Pequeña biografía.-

Someramente, porque este sitio no es el lugar adecuado, contaré la biografía de Cabeza de Vaca que nació en 1507 en Jerez de la Frontera, pueblo situado casi a medio camino entre Sevilla y Cádiz, famoso por sus vinos; era hijo de uno de los conquistadores de las islas Canarias. En 1527 forma parte de la expedición de Pánfilo de Narváez que llegó a la bahía de Tampax sobre el mes de abril de 1528, comenzando de esta forma la gran odisea en la que fue hecho prisionero por los indios en una isla y cuyo cautiverio duró seis años, pasando a ejercer como comerciante y también como chamán en los territorios de Río Grande. Esta hazaña fue descrita en su libro ‘Naufragios’ que se editó en Zamora en el año 1542 y en Valladolid en 1555.

A su vuelta a España en 1537 fue nombrado Adelantado del Virreinato del Río de la Plata.

Entre los años 1541 y 1542 mandó una expedición en el suroeste de Brasil que recorrió 1.600 Km., descubriendo las cataratas de Iguazú.

En 1544 volvió a España arrestado por oponerse al trato vejatorio que se les daba a los indios, siendo desterrado a África donde estuvo dos años; después de obtener el perdón del emperador Felipe II se le nombró Presidente del tribunal Supremo en Sevilla, para más tarde tomar los hábitos en un monasterio muriendo en esta capital en el año 1559.

La alimentación en la isla que llamaron Mal Hado.-

Tras días de tempestades y frío en la que los indios no podían arrancar raíces ni tenían posibilidades de pesca comenzaron a morir de hambre, entre ellos cinco españoles, narrando la tragedia de la siguiente forma: “Cinco cristianos que estaban en el rancho en la costa llegaron a tal extremo, que se comieron los unos a los otros, hasta que quedó uno solo, que por ser solo no hubo quien lo comiese. Los nombres de ellos son estos: Sierra, Diego López, Corral, Palacios y Gonzalo Ruiz

No es este el primer ni último caso de canibalismo entre los exploradores españoles en la conquista de América como se puede leer en otros artículos ya publicados en nuestra revista, a tanta penuria llegaron muchas de las expediciones.

Explica más adelante que los indios sólo vienen a la isla entre los meses de octubre y finales de febrero consistiendo su alimentación en lo siguiente: ”El su mantenimiento son las raíces que he dicho sacadas de bajo el agua por noviembre y diciembre. Tienen canales, y no tienen más peces de para este tiempo; de ahí adelante comen raíces. En fin de febrero van a otras partes a buscar con qué mantenerse, porque entonces las raíces comienzan a nacer, y no son buenas”.

Sobre las costumbre sociales y relaciones de parentesco con respecto a la alimentación cuenta lo siguiente: “Cuando viene que alguno casa hija, el que la toma por mujer, desde el día que con ella casa, todo lo que matare cazando o pescando, todo lo trae la mujer a la casa de su padre, sin osar tomar ni comer alguna cosa de ello, y de casa del suegro le llevan a él de comer”.

Con respecto a los lutos también se puede encontrar anotaciones curiosas, como la siguiente: “Otra costumbre hay, y es que cuando algún hijo o hermano muere en la casa donde muriese, tres meses no buscan de comer, antes se dejan morir de hambre, y los parientes y los vecinos les proveen de lo que han de comer. Y como en el tiempo que aquí estuvimos murió tanta gente de ellos, en las casa había muy gran hambre, por guardar también su costumbre y ceremonia; y los que lo buscaban, por mucho que trabajaban, por ser el tiempo tan recio, no podían haber sino muy poco; y por esta causa los indios que a mi me tenían se salieron de la isla, y en unas canoas se pasaron a tierra firma, a unas bahías a donde tenían muchos ostiones, y tres meses del año no comen otra cosa, y beben muy mala agua”, para continuar diciendo: “Y así estuvimos hasta el fin de abril, que fuimos a la costa del mar, a donde comimos moras de zarzas todo el mes, en el cual no cesan de hacer sus areitos y fiestas”.

La tónica general era, como se dice en Andalucía, la de ‘pasar más hambre que un caracol en un espejo’, frase que puede parecer cruel pero que, como todo lo andaluz, da idea, de forma humorística, de las necesidades que se pasaban.

Termino este artículo, que más adelante pienso ampliar con otras anotaciones del viaje, con un comentario hecho sobre la estancia en la isla que reza así: “Fue tan extrema el hambre que allí se pasó, que muchas veces estuve tres días sin comer ninguna cosa, y ellos, se refiere a los indios, también lo estaban y parecíame ser cosa imposible durar la vida, aunque en otras mayores hambres y necesidades me vi después”. 

Este artículo está dedicado a los cuatro náufragos que sobrevivieron en esta expedición y que se llamaban: Alonso del Castillo, Andrés Dorantes de Carranza, Estebanico y Alvar Núñez Cabeza de Vaca.

 
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