Historia de la higuera y los higos

Carlos Azcoytia
Actualizado: noviembre 2006

  • San Mateo 21:18   Y por la mañana volviendo (Jesucristo) á la ciudad de Betania, tuvo hambre.
     

  • San Mateo 21:19   Y viendo una higuera cerca del camino, vino á ella, y no halló nada en ella, sino hojas solamente, y le dijo: 'Nunca más para siempre nazca de ti fruto'. Y luego se secó la higuera.
     

  • San Mateo 21:20   Y viendo esto los discípulos, maravillados decían: '¿Cómo se secó luego la higuera?'
     

  • San Mateo 21:21   Y respondiendo Jesús les dijo: 'De cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera: mas si á este monte dijereis: Quítate y échate en la mar, será hecho'.  
     

  • San Mateo 21:22   'Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis'.

  • Pese a mi ateismo recalcitrante me gusta leer algunas veces la Biblia de los Católicos, así como el Corán o libros de otras religiones porque en ellos podemos encontrar datos interesantes concernientes a las costumbres y necesidades alimenticias de los pueblos. Pero fue este pasaje de San Mateo el que me hizo recapacitar sobre la utilidad del árbol de la higuera y en definitiva de su fruto en la antigüedad, independientemente de mi percepción sobre el hecho concreto que se narra y que a mi me parece un acto de soberbia exacerbado, pero es evidente que mi lectura no va más allá de lo que leo, sin fe y sin querer encontrar un doble sentido en las palabras o los hechos, porque debemos ser conscientes de la incultura que debían tener los hombres que acompañaban a Jesucristo.

    Dejando atrás la polémica religiosa debemos centrarnos en la historia de esta planta que tiene mucho de simbólica en la historia de casi toda la humanidad.

    Es curioso observar que hay muchos lugares en el mundo que llevan el nombre de higuera como toponímico, así como ciudades, de hecho Betania significaba 'la casa de los higos', y en España son muchos los pueblos que llevan su nombre, como por ejemplo en Andalucía: Higuera de la Sierra, Higuera la Real, etc.

    También la higuera está presente, casi como árbol sagrado en muchos hechos históricos religiosos o no, como por ejemplo el nacimiento de Rómulo y Remo, que dice la leyenda que nacieron de una higuera y que fueron amamantados a su sombra por una loba.

    Buda recibió la iluminación para hacer su religión bajo un 'bodhitaru' o 'ficus religiosa', la higuera que se cría en la India, (árbol del bien y del mal en la mitología hindú), después de estar sentado bajo él o como cuenta Thich Nhat Hanh: "Siddhartha Gotama tenía veintinueve años cuando dejó a su familia para descubrir la manera de poner fin a su propio sufrimiento y el de los demás. Estudió meditación con muchos maestros, y después de practicarla durante seis años, se sentó al pie del bodhitaru y se hizo la promesa de no moverse de allí hasta haber alcanzado la iluminación. Meditó durante toda la noche y, mientras nacía el lucero del alba, se produjo en él una profunda revelación convirtiéndose en un Buda, lleno de comprensión y amor.

    Buda dedicó los cuarenta y nueve días siguientes a gozar de la paz de su realización. Más tarde se dirigió lentamente al Parque del Ciervo de Sarnath para compartir la comprensión conseguida con los cinco ascetas con los que había practicado en el pasado. Cuando ellos vieron que se acercaba se sintieron incómodos. Habían creído que Siddhartha los había abandonado. Pero mostraba un aspecto tan radiante que les resultó imposible no darle la bienvenida."

    Hay que aclarar que Buda, que en aquellos tiempos se llamaba Gotama, se había vestido con un sudario de cáñamo que había recogido en una tumba en la que estaba enterrado un esclavo, se puso bajo la higuera en la posición de loto sobre un montón de heno y declaró: "Aunque mi piel se deseque, aunque mis manos se ajen, aunque mis huesos se disuelvan, hasta que yo no haya podido penetrar la Ciencia, yo no me moveré de aquí", eso es un hombre con tesón.

    En la Grecia clásica existía un grupo místico: los sicofantes (de sykon, higo, y phaíneim, revelar: los reveladores del higo) que dirigían los cultos agrarios de la fecundidad de la tierra, pues estudiando al higo y su formación conocían la regulación de los ciclos naturales. El poder de los higos no era sólo simbólico sino que adquirió peso político, estratégico y económico, llegando incluso a prohibirse la exportación de higos fuera de Ática. En ese momento el calificativo de sicofante recayó sobre quienes denunciaban a los contrabandistas de higos. Posteriormente se llamaban sicofantes a los que actuaban como acusadores profesionales en el sistema judicial griego, fueron muy impopulares. Los hubo especializados en temas concretos, como la política. Se tuvieron que instaurar severas sanciones a los sicofantes que actuaban abusando de su capacidad de incriminación. En nuestro idioma aún se conserva el término de sicofante con el significado de calumniador e impostor. (Nota tomada de Miguel Herrero Uceda).

    Siempre fui contrario, y dicho al margen del artículo, de llamar a los especialistas de la mente sicólogos porque eso quiere decir especialista en higos, debe de decirse psicólogos porque esa es su definición, que viene Psiquis o mente.

    Buscando información encontré muchas referencias al cuidado de la planta y recolección de su fruto, que pese a ser estudios agronómicos pueden dar idea de lo importante que fue en la antigüedad. De Dídimo tenemos un estudio sobre el momento adecuado para plantar las higueras y sus cuidados que reza así: "1. La higuera se planta en dos estaciones del año, en la primavera y el otoño. 2. Pero, al contrario de todas las plantas, es mejor plantarla en primavera, porque al ser más delicada se agrieta muy pronto por la acción del hielo y los vientos, por lo cual hay que plantarla más bien en primavera cuando han cesado las heladas. 3. Por mi parte, yo le he plantado a lo largo de todo el mes de julio y he recogido gran cantidad de higos, y con el transplante y el riego he obtenido árboles altos y productivos, terminando por plantar, a partir de la práctica continuada, no sólo en la primavera sino también en el mes de julio. 4. Se debe, no obstante, plantar las higueras en lugares más bien cálidos y en tierra pingüe, aunque no esté irrigada; pues la abundancia de agua echa a perder la natural hermosura de los higos y hace que se pudran con facilidad. 5. Se planta también de otra manera: si se remoja el higo y se frota con una cuerda de junco, enterrándose y regándose ésta, brotarán muchas plantas, que es preciso transplantar. 6. Pero si se entierran plantones de higuera con su propia raíz, hay que agregar escila (cebolla albarrana). 7. Algunos la entierran después de mojar la planta en salmuera, pero da mejor resultado si se macera el plantón o los ramos que vayan a plantarse en estiércol de vaca. 8. Otros echan junto con el plantón cal viva y así no se pierde lo plantado. 9. Es preciso saber, no obstante, que la higuera es más productiva cuando envejece. 10. Unos aplican ceniza a las raíces, otros almagre; pero si no quieres que el higo brote en lo alto, planta pimpollo con la punta hacia abajo. 11. Asimismo se planta bien la higuera a partir de granos de higo".

    También de Dídimo tenemos la fórmula para que las higueras se vean libres de gusanos de la siguiente forma: "Las higueras no criarán gusanos si cuando vayas a plantarlo clavas el ramo en escila, y harás que salgan los que están dentro si esparces jabón en las raíces y en las concavidades del tronco".

    En el siglo III a.C. Bolo Demócrito de Mendes cuenta que se debe de hacer para conseguir higos decorados con esta curiosa forma de actuar: "Pinta lo que quieras en la yema de la higuera que va a ser injertada en la corteza y los higos brotarán pintados", supongo que tras escribir esto soltaría una carcajada.

    De este mismo autor tenemos los consejos para que la higuera no deje caer el fruto: "1. La higuera no deja caer el fruto si coges moras y las frotas en el tronco. 2. Tampoco deja caer el fruto si recubres sus raíces con sal y algas marinas, embadurnas el tronco con almagre en luna llena o atas a su alrededor higos tardíos. 3. Por ello hay quienes practican un injerto en cada rama, para no tener que ocuparse de esto cada año. 4. Retiene el fruto la higuera si en la época de las Pláyades cavas hoyos alrededor y echas en torno al tronco alperchín mezclado con agua a partes iguales". Recomendación esta del alperchín, lo que sobra del prensado de las aceitunas, que también recomiendan el gaditano Columela y Paladio.

    Según vamos leyendo a Demócrito percibimos que sus escritos tienen más de mágicos que de realistas, pero de todas formas muy interesantes desde el punto de vista puramente histórico como  por ejemplo los consejos que da para que la higuera sea laxante y dé higos tempranos: "Cuando plantes la higuera, pon en las puntas de las raíces eléboro negro triturado junto con lechetrezna y tendrás unos higos emolientes del vientre. 2. Los higos maduran antes de temporada si le echas al árbol una mezcla de estiércol de paloma, pimienta y aceite (consejo que también da Paladio). 3. Florentino en sus Geórgicas afirma que la higuera se vuelve temprana y triaca si se unta el fruto con el antídoto triaco (para saber más visitar mi artículo dedicado a las vides de este autor presionando aquí).

    De Sexto Julio Africano (180-240 d.C.), escritor casi de ficción tenemos consejos para domesticar una higuera silvestre: "Domesticarás una higuera silvestre si le cortas las ramas, las mojas con una mezcla de vino y aceite y la riegas durante siete días". Según Teofrasto las higueras silvestres no eran atacadas por ninguna plaga.

    También Africano da consejos para conseguir higos de dos colores, por un lado blancos y por el otro negros o rojos de la siguiente forma: "1. Toma esquejes diferentes, y atando previamente los ramos que tienen el mismo tiempo, mételos en un hoyo, abónalos y riégalos. 2. Cuando retoñen, haz de nuevo coincidir, atándolas una contra otra, dos yemas para que se conviertan en un sólo tronco; a los dos años puedes trasplantarlo si quieres, y tendrás higos bicolores (opinión compartida con Paladio). 3. Algunos garantizan más este resultado como sigue: anudan en un pañuelo dos granitos de higos diferentes, los plantan y luego los trasplantan".

    Africano dice que para que los higos tardíos no caigan de la higuera se debe de triturar un quénice de sal y echarlo alrededor de la raíz poniendo posteriormente tierra encima.

    Y para concluir con Africano trascribiré su fórmula para conservar los higos verdes como si estuvieran en el árbol: "1. Los higos no pueden permanecer en el árbol después de madurar, como las otras frutas, sino que caen por sí solos aunque nadie los coja. Pero de todas formas se los puede conservar frescos, como si estuvieran en el árbol, de este modo: 2. Cuando vayas a tapar las tinajas de los vinos, coge una olla nueva u otro recipiente que no sea redondo sino con el fondo más o menos cuadrangular, a continuación arranca los higos más bien verdes junto con los pedúnculos o pezones, o sea, con la parte de la que cuelgan del árbol, y colócalos con delicadeza en la olla, separados entre sí, tápala con cuidado y métela en la tinaja de manera que flote, cerrando luego la tinaja; y se te quedarán tal como los pusiste, a no ser que el vino se agrie. 3. Conservarás frescos los higos también así: de los costados de las calabazas nuevas hay que quitar unos órganos semejantes a pequeños bazos, vaciarlas a modo de estuches, introducir después un higo en cada una, taparlas con los bacitos arrancados y colgarlas en un lugar umbrío, evitando la ascensión de fuego y humo. 4. Pero hay que recolectarlos con los pedúnculos, como se ha dicho, pues los enteros duran más tiempo. 5. Algunos disponen de miel de higos de modo que no tengan contacto ni entre sí no con el recipiente, los tapan y los dejan. (sistema también recomendado por Apicio) 6. Otros colocan sobre los higos, boca abajo y con cuidado, un vaso de cristal o algún otro recipiente transparente y le ponen cera alrededor sin dejarles ventilación, y así se mantienen lozanos".

    Pájamo, griego de ascendencia egipcia que vivió en el siglo I a.C., hace las siguientes recomendaciones para que los higos secos se conserven sin pudrirse de forma sumamente ingeniosa: "Los higos secos se conservan sin pudrirse si metes tres higos secos en pez líquida, colocas cada uno en el fondo de una vasija y echas higos secos hasta la mitad, a continuación otro de los higos empegados, de nuevo higos secos hasta llenar la vasija y por último el tercero de los que empegaste.

    Se conservan buenos muchísimo tiempo si se cuelgan en una cesta sobre un horno de campaña después de sacar el pan y se echan luego en una vasija nueva sin empegar.

    Pero hay que arrancar los higos junto con el pedúnculo del que penden, salpicarlos al sol con salmuera hervida con aceite, ponerlos en el recipiente y embadurnar éste con barro. Tienen que recibir el rocío durante una noche y ser colocados en un recipiente".

     Por lo que hemos visto, a modo de ejemplo, hasta ahora hay que comprender que la higuera (Ficus carica L.) fue uno de los grandes frutales de la antigüedad clásica, como otros cultivos domesticados del Próximo Oriente junto con su pariente 'F. sycomorus', el sicomoro, que sustituye a la higuera en regiones africanas cálidas, llegando al Sudán.

    Se tiene constancia de la higuera en Egipto desde la Segunda Dinastía, periodo comprendido entre los años 2890 y 2686 a.C. estando considerada uno de los alimentos habituales de todas las clases sociales del país.

    Teofrasto la menciona innumerables veces, reconociendo multitud de aspectos, incluyendo la caprificación que consiste, según Casiano Baso (siglo V), en la acción de una abejita  (del género Blastophaga), cuyas larvas se desarrollan en los higos que colgaban en las ramas y en la mayoría de los tardíos de variedades primitivas (en los procesos desaparecían al comerse el fruto), realizaba entonces la fecundación. Esta práctica, la caprificación (de caprificus, higuera) era conocida ya por los egipcios. La labor de colgar los higos en la higuera se hacía en el mes de junio.

    Su ficicultura, me refiero a Teofrasto, reunidas convenientemente todas las observaciones es la más completa, con la posible excepción de Paladio. Catón le dedica un espacio a la higuera sólo inferior a la vid y el olivo. También en Varrón son continuas las referencias a la higuera. Contrasta Columela, a pesar de referir más de una docena de variedades, aunque nunca menciona la caprificación, eso sí, le dedica un espacio tan largo como inútil a un increíble injerto que presenta como invención propia y apto para cualquier combinación, lo explica con el caso del olivo sobre higuera que, de practicarlo, le llevaría ocho años por lo menos.

    La conserva de higos era muy importante, y todos los autores, excepto Teofrasto, la tratan. Se obtenía sobre todo, como ahora, higos secos y también se hacía higos frescos en miel o cocidos en el horno y puestos en una vasija de barro, como cuenta Paladio, obteniendo un vino y hasta incluso vinagre.

    Intercalar una anécdota para que el lector no se aburra me parece justo por respeto y que mejor que contar la anécdota del legislador Dracón que vivió en Grecia sobre el 650 a.C. y de donde procede el adjetivo 'draconiano' por aplicar leyes muy severas. Este hombre, según cuentan, subió un día a su tribuna y dijo: "Amigos míos: todos conocéis mi terreno y la higuera que crece allí. Pues bien, os anuncio que voy a edificar en el solar. De modo que si alguno piensa ahorcarse en la higuera, apresúrese a hacerlo antes de que la mande arrancar".

    Entre otras utilidades los romanos utilizaban los higos y las brevas para alimentar a las ocas con lo que conseguían que su carne fuera más dulce y sobre todo porque eso le producía un hígado graso, precursor del foie-gras que era muy apreciado.

    Y los higos fueron, simbólicamente, los causantes de la Tercera Guerra Púnica al mostrar Catón en el Senado Romano unos hermosos higos recolectados en Cartago incitando a apoderarse del vergel que disfrutaban los enemigos.

    Cleopatra, como todos sabemos, murió a los 39 años envenenada por una serpiente áspid que le hicieron llegar dentro de una cesta de higos, burlando de esta forma la férrea vigilancia que le había puesto Octavio para que no se suicidara.

    Ya en la Edad Media San Alberto Magno (1200-1280) recomienda enterrar un cuerno de carnero entre las raíces de la higuera para obtener higos tempranos.

    Su desarrollo por toda la cuenca Mediterránea fue imparable y los árabes la consideraban como un símbolo de fecundidad, ofreciendo higos a la tierra antes de iniciar las labores del campo, considerando la savia blanca y lechosa que mana de sus pedúnculos parecida al esperma del hombre, por lo qué la consideraban portadora de la energía universal. Tan arraigo tienen el parecido con los testículos del hombre que para referirse al higo, y para que no resulte mal sonante, se sustituye su nombre por el de la estación anual en la que madura.

    Los islamistas del Chad, en concreto el pueblo Kotoko, famoso por sus legados arqueológicos que datan desde hacer 2.500 años, consideran que podar una higuera acarrea la esterilidad y sus mujeres para aumentar el tiempo de lactancia de sus hijos se untan el látex lechoso en los pezones en un afán de seguir alimentando a sus hijos en un medio tan hostil y de camino, según creencia en todos los lugares, el no ser fecundas mientras dure este estado.

    Pero antes de seguir quiero volver al comienzo de este artículo y seguir buceando en las Sagradas Escrituras porque ahí encontramos varias referencias a los higos, como es el capítulo XXIV de las Profecías de Jeremías que dicen lo siguiente:

    "1. Después de haber transportado Nabucodonosor, rey de Babilonia, a Jeconías hijo de Joacim, rey de Judá, a los príncipes de Judá, y a los artesanos y herreros de Jerusalén, y haberlos llevado a Babilonia, me mostró Jehová dos cestas de higos puestas delante del templo de Jehová.

        2. Una cesta tenía higos muy buenos, como brevas; y la otra cesta tenía higos muy malos, que de tan malos no se podían comer.

        3. Y me dijo Jehová: «¿Qué ves tú, Jeremías?»[c] Yo dije: «Higos; higos buenos, muy buenos; y malos, muy malos, que de tan malos no se pueden comer».

        4. Y vino a mí palabra de Jehová, diciendo:

        5. «Así ha dicho Jehová, Dios de Israel: Como a estos higos buenos, así miraré a los deportados de Judá, a los cuales eché de este lugar a la tierra de los caldeos, para su bien.

        6. Porque pondré mis ojos sobre ellos para bien, y los volveré a esta tierra. Los edificaré y no los destruiré; los plantaré y no los arrancaré.

        7. Les daré un corazón para que me conozcan que yo soy Jehová; y ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios, porque se volverán a mí de todo corazón.

        8. »Y como a los higos malos, que de tan malos no se pueden comer, así ha dicho Jehová, pondré a Sedequías, rey de Judá, a sus príncipes y al resto de Jerusalén que quedó en esta tierra, y a los que habitan en la tierra de Egipto.

        9. Y los daré por horror y por mal a todos los reinos de la tierra, y por infamia, por refrán, por burla y por maldición a todos los lugares donde yo los disperse.

        10. Y enviaré sobre ellos espada, hambre y peste, hasta que sean exterminados de la tierra que les di a ellos y a sus padres»".

    En los Evangelios según San Lucas encontramos esta parábola sobre la higuera:

    Lucas 13:5 Os digo que no; más bien, si no os arrepentís, todos pereceréis de la misma manera.

    Lucas 13:6 Entonces dijo esta parábola: "Cierto hombre tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo halló".

    Lucas 13:7 Entonces dijo al viñador: "He aquí, ya son tres años que vengo buscando fruto en esta higuera y no lo hallo.

    Por tanto, córtala. ¿Por qué ha de inutilizar también la tierra?"

    Lucas 13:8 Entonces él le respondió diciendo: "Señor, déjala aún este año, hasta que yo cave alrededor de ella y la abone.

    Lucas 13:9 Si da fruto en el futuro, bien; y si no, la cortarás."

    También el Talmud (comentarios Judío sobre las escrituras) enseña que la higuera es alegóricamente, como un símbolo de la nación Judía (Joel 1:7). Es todavía el símbolo de Israel hoy. Muchos edificios del gobierno tienen la higuera grabada sobre ellos".

    En el tratado nazarí sobre alimentos, traducido por el Catedrático de Lengua Árabe de la Universidad de Granada, D. Amador Díaz García, titulado al-Kalám 'alá I-agdiya, escrito entre los años 1414 y 1424 por Abú Bark 'Abd al-'Aziz -Arbüli (originario de Arboleas en la provincia de Almería, España) encontramos esta referencia a los higos o al-Tin:

    "Los higos son calientes en primer grado, y los frescos son de complexión húmeda. Los que son frescos y se secan están equilibrados en humedad y sequedad y proporcionan un buen alimento. La sangre generada por ellos es mejor que la producida por las demás frutas de verano. Son rápidos de digerir y emolientes. Sirven contra la tos y limpian el pecho, el pulmón y los riñones, pero cuando se abusa de ellos producen prurito, sarna y tiña. Hay que chupar después granos de granada agria y tomar encima ojimiel agrio.

    Fruto de la Ficus carica L., var. sativa. Averroes dice que todas las clases de higos son emolientes, aunque los verdes menos, y más los silvestres. El agua en que se han cocido largamente higos es como una especie de miel.

    Ibn Bukláris dice que si se cuecen con harina de cebada y alholva y se emplean como emplasto resuelven los tumores. El mejor es el albar, de piel delgada y de pocas semillas. Se corrigen los higos secos, comiéndolos con almendras o nueces.

    Los frescos son diuréticos, aunque producen gases. los mejores son los blandos y se corrigen pelándolos y tomando después un poco de ojimiel".

    De Leonardo da Vinci tenemos la 'Fábula del castaño y la higuera' que dice:

    Un hombre agarraba las ramas de una higuera, mientras cogía los frutos maduros para comérselos. Viéndolo un castaño, sacudió sus largas ramas y exclamó con impetuoso crujido: "higuera, tú estás mucho menos protegida por la naturaleza que yo. Mira cómo mis frutos siguen un riguroso orden: primero aparecen revestidos de una envoltura suave, sobre la que está la cáscara dura, y no contenta la naturaleza con estos cuidados que me proporcionan un cobijo tan resistente, me ha rodeado de espinas para que la mano del hombre no me haga daño.

       A continuación, la higuera y sus retoños comenzaron a reírse diciendo: "Tú sabes que el hombre te privará de tus frutos por medio de varas, piedras y estacas, y cuando los frutos caigan, los pisará y golpeará con piedras, quedándose tus frutos machacados y mermados, mientras que a mi me toca con sumo cuidado y no como a ti, con varas y piedras... "

    Mi compañero Jaime Ariansen al saber que estaba redactando este artículo me pasó la historia de la primera higuera que se plantó en Perú que lleva por título 'La Casa de Pizarro y la Primera Higuera' y que me permito transcribir con su permiso:

    "En los inicios de la Conquista del Perú, los españoles fundaron diversas ciudades. Muchas de ellas estaban asentadas sobre antiguas ocupaciones urbanas incas.

    En 1534, encontrándose Hernando Pizarro, como adelantado, en el Santuario de Pachacamac, envió una expedición para buscar un emplazamiento estratégico en donde se fundaría la ciudad que, más tarde, se convertiría en la capital del Virreinato.

    Los expedicionarios llegaron al valle de Lima y hallaron una cultura establecida, cuyo centro administrativo estaba edificado en torno de una plaza principal. Tanto la cercanía al mar y la fertilidad del valle, como un cerro alto y la infraestructura de dicho emplazamiento permitieron considerar a Francisco Pizarro la conveniencia de fundar allí la Ciudad de los Reyes, denominada protocolariamente "La muy noble, muy digna y muy leal Ciudad de los Reyes del Perú".

    La ceremonia de fundación se realizó en el lugar que en la actualidad ocupa la Plaza Mayor, el 18 de enero de 1535. De inmediato se procedió a repartir los terrenos entre los conquistadores presentes y entre los antiguos vecinos de Jauja y San Gallán, de acuerdo al plano trazado por Diego de Agüero, quien dividió el espacio en 117 manzanas. Cada una de éstas comprendía cuatro solares o terrenos.

    La casa del Gobernador Francisco Pizarro fue construida de una manera sencilla, con un patio al centro, y un jardín en el que sembró una higuera que existe hasta nuestros días".

    Del año 1844 encontramos una obra de Braulio Foz (1791-1865) titulada 'Vida de Pedro Saputo' (basado en la vida de un personaje real que vivió sobre 1600) en la que podemos leer un capítulo gracioso donde los higos son los protagonistas y que se titula 'Los higos de Almudévar' que cuenta lo siguiente: "En las afueras de Almudévar había una higuera que nunca jamás había dado fruto, y un año produjo tres higos tan hermosos y extraordinarios, que el ayuntamiento pensó enviárselos al Rey como regalo. Para tal misión nombraron a Pedro Saputo.

    Compraron a un cestero la cesta hecha con los mimbres más finos y encargaron a unas bordadoras unos cojines de seda y raso, rellenos de plumas para que los higos no se aplastasen. Una vez colocados los higos en tan lujoso recipiente, le entregaron la cesta a Pedro Saputo y éste se puso en camino hacia Madrid.

    Pero iba Saputo intranquilo pensando en la tontería tan grande que era su misión, llevarle tres higos al Rey de España. Sabía que en la Corte se iban a reír de él y esto no lo iba a consentir, así que empezó a pensar el modo en que iba a dirigirse al Rey y quedar lo mejor posible, él y su pueblo.

    Pedro Saputo sabía por viajes anteriores que había hecho, que últimamente en la Corte se llevaban mucho las conversaciones ingeniosas, las frases con doble sentido y en general cualquier tipo de agudeza. Así, que discurriendo, fue andando hasta que a mitad de camino se dijo: para lo que tengo pensado, me puedo comer un higo, así que se lo comió.

    Cuando llegó a palacio pensó que debía coger fuerzas para enfrentarse al Rey y a sus cortesanos y como para su idea sólo le hacía falta un higo, se comió el segundo.

    Pidió audiencia al Rey, diciendo que venía de Almudévar y que traía un regalo que sería comentado y recordado durante toda la historia como la cosa más estupenda que se había visto.

    El Rey picado por su curiosidad le recibió en el salón del trono, leyó la nota que enviaba el ayuntamiento de Almudévar donde le contaban la historia de la higuera y le dijo a Saputo: - ¿Así que me traes tres higos? - Sí, señor, aquí están en la cesta. Se la entregó a Su Majestad que la abrió y viendo solamente un higo, dijo: - Aquí sólo hay un higo. - Pues sí, respondió Saputo. - Pero la nota dice tres, dijo el rey. - Lo que ha ocurrido, Majestad, es que antes de llegar me he comido yo los otros dos. -¡Que te los has comido!, exclamó airado el Rey ¿Y cómo has hecho eso?, le preguntó. - Así, respondió Pedro Saputo, y cogiéndole al rey el higo de la mano se lo comió con toda tranquilidad.

    Los cortesanos se quedaron horrorizados, pero el Rey respondió con una carcajada a la astucia de Saputo. El hecho le hizo tanta gracia al Rey que colmó de regalos a Pedro Saputo, el cual volvió a su pueblo con la satisfacción del deber cumplido".

    Según cuenta, en un artículo que leí hace tiempo, el periodista Miguel Herrero Uceda sobre una leyenda canaria, que no he podido constatar, lo siguiente: "El islote de Hilario es un monte de Lanzarote que se quedó aislado del resto de la isla por un mar de lava que inundó la antigua vega de Timanfaya entre los años 1730-36. Cuentan que hubo un pastor, llamado Hilario, que durante 50 años subía al monte acompañado de su camella, según la leyenda plantó en su cima una higuera; el árbol, aunque agarró, jamás dio fruto porque la higuera no puede alimentarse de fuego. En recuerdo de aquello, actualmente en ese lugar se puede ver el tronco seco de una higuera y el esqueleto de un camello, como monumento a la tenacidad y constancia humana".

    El premio Nóbel español de literatura Juan Ramón Jiménez en su obra cumbre 'Platero y yo' escribe sobre las brevas:

    "Adela apenas sabía correr, gordinflona y chica, y se enfadaba desde lejos. Le arranqué a Platero unas cuantas brevas maduras y se las puse sobre el asiento de una cepa vieja, para que no se aburriera.

       El tiroteo lo comenzó Adela, enfadada por su torpeza, con risas en la boca y lágrimas en los ojos. Me estrelló una breva en la frente. Seguimos Rociillo y yo y, más que nunca por la boca, comimos brevas por los ojos, por la nariz, por las mangas, por la nuca, en un griterío agudo y sin tregua, que caía, con las brevas desapuntadas, en las viñas frescas del amanecer. Una breva le dio a Platero, y va fue él blanco de la locura. Como el infeliz no podía defenderse ni contestar, yo tomé su partido; y un diluvio blando y azul cruzó el aire puro, en todas direcciones, como una metralla rápida".

    Y nuestro poeta Federico García Lorca en su 'Romance sonámbulo' canta:

     "Verde que te quiero verde.
     Grandes estrellas de escarcha,
     vienen con el pez de sombra
       que abre el camino del alba.
       La higuera frota su viento
       con la lija de sus ramas,
       y el monte, gato garduño,
       eriza sus pitas agrias.
       ¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...?
       Ella sigue en su baranda,
       verde carne, pelo verde,
       soñando en la mar amarga".

    Largo artículo este que se podría ampliar hasta casi el infinito porque existen miles de anécdotas históricas dedicadas al árbol y al fruto y sobre todo porque fue un rico alimento que endulzó la vida de muchas generaciones de todo el Mediterráneo y del mundo y en recuerdo de mis días en los que hacía levantamientos topográficos en la calurosa Andalucía y me cobijaba bajo su sombra encontrando la paz y el recogimiento.


    Ernesto 'Che' Guevara prisionero en La Higuera el 9 de octubre de 1967 (fotografía de la C.I.A.)

    Para terminar contaré un hecho acaecido en la Quebrada del Yuro en Bolivia y que se refiere a la captura del último guerrillero romántico, el Comandante Ernesto 'Che' Guevara, cuya hermana María Victoria y su madrastra Ana María Erra las conozco personalmente, en la cual, en la misma peña donde fue herido hoy crece una higuera que brotó, según dicen, aquel fatídico día 8 de octubre de 1967, después de ser trasladado a un pueblo cercano llamado 'La Higuera', donde fue asesinado por esbirros de la C.I.A. al día siguiente. 

    Para saber más no se pierda el siguiente artículo escrito por nuestro compañero Pepe Iglesias en esta dirección: http://www.historiacocina.com/colaboraciones/masoneria/higos.html

     

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