Napoleón III y la historia de la margarina

Estudio de Carlos Azcoytia
Agosto 2007

Carlos Luis Napoleón Bonaparte (1808-1873) es un personaje histórico digno de estudiar porque en su mandato se encierran las claves de la política francesa de los dos últimos siglos. Sobrino del gran general francés Napoleón I y seguramente hijo natural suyo, vivió una vida a caballo entre el absolutismo y el liberalismo, interviniendo en todos los acontecimientos históricos de su tiempo de forma activa, intentando reactivar el papel de árbitro que tuvo Francia en todos los foros internacionales, pasando de presidente de la República a rey del estado francés, por ese orden, e interviniendo en la unificación de Italia, en la Guerra de Secesión americana, la Guerra de Crimea contra los rusos, imponiendo un rey, Maximiliano, a los mejicanos y debilitando el poder de los prusianos en Europa.

Impuso una nueva forma de ver la política, convirtiéndose en el primer y único presidente de la Segunda República en 1848 con argumentos confusos y enfrentados con los que contentar a todos para llegar, en 1852, a promulgar una ley, inspirada en la Constitución de 1799, por la que se restablece en su persona la dignidad imperial hereditaria, pasando desde ese momento a llamarse Napoleón III, emperador de los franceses.

Esta dictadura encubierta obligó el cambio de imagen a nivel nacional con una política de reformas sociales, con el objetivo de desmontar el potencial revolucionario obrero al legalizar la huelga e impulsar los sindicatos, alejando a los militares del poder en guerras de aparentes causas nobles nacionalistas, potenciando el desarrollo económico del país, apoyando a la gran industria, invirtiendo capitales tanto en el interior (extendiendo la red de ferrocarriles o remodelando las ciudades), como exportando capitales con la construcción de Canal de Suez, así como una expansión colonial en Senegal, Argelia, Nueva Caledonia, Siria, Egipto e Indochina, consiguiendo con ello un avance muy significativo en el proceso industrial del país, el cual se reflejó en la Exposición Universal de 1855 donde se presentó una Francia que deslumbró a todos.

Este estado de cosas llevó a la necesidad de valerse de la ciencia para conseguir objetivos, entre los que se encontraban el abaratamiento de los alimentos para la población, buscando alternativas a las ya conocidas, ver mi artículo dedicado a la historia del concentrado de carne Bovril, y también para abastecer a las tropas diseminadas por el mundo, o como en este caso el invento alternativo de la mantequilla, la margarina.

Ya en plena guerra contra el imperio alemán, 1869, se necesitaban productos de primera necesidad y el gobierno demandó el concurso bajo premio de un invento que sustituyera a la mantequilla. Pronto se presentó un químico, hijo de un profesor de escuela, llamado Hipólito Mège-Mouriés (1817-1880) con la respuesta deseada, un compuesto del ácido graso obtenido de la grasa de las reses al que llamó en primer momento Oleomargarina, nombre compuesto por el latín y el griego que más o menos significaba aceite de perlas y que posteriormente se conocería como margarina a secas.

¿Pero Hipólito había descubierto la margarina?, en parte si y en parte no, ya que este compuesto se le debe al insigne inventor, y posterior Premio Nóbel, Eugenio de Michel Chevreul (1786-1889), el cual en 1813 descubrió el ácido margárico, que revolucionó la industria de la jabonería. En un principio se pensó que el ácido margárico, obtenido por presión y posterior solidificación de las grasas de las reses, era uno de los tres ácidos grasos que formaban las grasas de los animales, cuestión esta descartada en 1853 cuando se supo que era una combinación del ácido esteático y del ácido palmítico.

Fuera como fuese, lo cierto es que Hipólito patentó su invento y recibió la recompensa del gobierno de Napoleón III, pero no contento con ello, en 1871, vendió su patente para Europa a la firma holandesa  Jurgens, la cual se fusionaría más tarde con la Samuel van den Bergh, formando la fábrica Margarina Unie, que con el tiempo formaría parte importante de Unilever (ver historia del Bovril).

Satisfecho con el negocio, nuestro amigo Hipólito, marchó a Estados Unidos y patentó allí de nuevo su invento en el año 1873 con la esperanza de hacerse con el mercado americano, pero allí las cosas eran distintas y fracasó, lo que le llevó a la ruina, aunque el negocio de la margarina en este país era creciente, tanto es así que en 1881 el sector lechero, viendo el posible auge de este producto, creó el Comercial Manufacturig para comercializarlo.

Pero un nuevo revés caería sobre la margarina en Estados Unidos porque en 1886 el Congreso imponía unos aranceles de dos centavos por libra de margarina, aunque las fábricas se instalan por el país y diecisiete estados fabricaron algo parecido a la margarina, burlando estas leyes, comenzando desde ese momento una guerra que dura hasta nuestros días, sobre todo por el colorante que debe de ponerse en el producto.

La margarina era aceptada por su bajo precio pero no admitida en todos los hogares del mundo hasta que llegó en primer lugar la Primera Guerra Mundial, que encareció todos los productos relacionados con la cesta de la compra, hizo que su consumo ascendiera de forma significativa, sobre todo en Estados Unidos, pero todo fue como el canto del cisne, ya que en la década de los años 30 del pasado siglo las autoridades federales impusieron de nuevo impuestos a la margarina coloreada con aceite de palma y en 1932 se prohibió su uso en el ejercito y otras agencias federales.

Pero la guerra aún no estaba perdida porque el gran salto de este producto llegó en primer lugar en Alemania en plena Segunda Guerra Mundial, ante la escasez de productos lácteos y desde entonces es imparable su ascenso, compitiendo en precio y calidad con la genuina mantequilla.

Desde su invención la margarina experimentó muchos cambios en su composición, en la actualidad se puede hacer con una gran variedad de grasas animales y vegetales, incluso se han introducido en el mercado margarinas con fitoesteroles que reducen los niveles de colesterol, aunque aún persiste la discusión sobre la relación directa del consumo de margarinas y las enfermedades coronarias, para lo cual las empresas fabricantes han reducido notablemente las grasas trans, que se forman al hidrogenar los aceites vegetales hasta llevarlas a menos del 1% de la composición del producto, muy por debajo de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud que aconsejan que debe de estar por debajo del 2%.

Información básica obtenida de la enciclopedia Wikipedia.

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