A Ana Venero que le gusta el café fuerte con azúcar por las mañanas

   Tres debidas no alcohólicas llegaron a Europa en menos de dos siglos y las tres por separado o en conjunto hicieron que las costumbres y los hábitos de los habitantes del planeta cambiaran para siempre. Nos referimos al cacao que llegó a Europa de la mano de los españoles a partir del año 1.528 (ver nuestro artículo dedicado al chocolate), el té que llegó en 1.610 y que fue traído por los holandeses y sólo cinco años más tarde los venecianos, en 1.615, trajeron el preciado café, protagonista de este artículo.

   La historia del café es una lenta progresión de las plantaciones como consecuencia de un comercio basado en el monopolio que mantenían en Arabia, la cual prohibía la exportación de la semilla del cafeto que no estuviera sometida a la previa torrefacción, lo mismo ocurría en España con las ovejas merinas o en oriente con la mirra por poner algunos ejemplos.

   Era y es imposible vigilar y registrar a los miles de peregrinos que llegan a la Meca y eso hizo que un hombre llamado Baba Budan, a principios del siglo XV, sacara las primeras semillas de café no torrefactas y la plantara en las proximidades de su cabaña en las montañas de Mysore, en un poblado llamado Chik-Maglur. Los comerciantes europeos tuvieron conocimiento de la nueva planta y de la bebida que procedía de ella y en el año 1.658 los holandeses consiguieron llevar con éxito esta planta a Ceilán donde iniciaron exitosamente el cultivo. También los franceses lo intentaron en Dijon en el año 1.679 pero fracasó. Pero fue en el año 1.706 cuando comienza la historia del café en Europa ya que se trajo con éxito la planta para el Jardín Botánico de Ámsterdam y desde allí fue exportada a los otros jardines botánico europeos y posteriormente a América.

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Grabado francés representando una elagoría de las tres bebidas exóticas, el Café que bebe un árabe, el té que lo toma un chino y el chocolate que lo toma un indio.

   Pero antes de seguir queremos hacer un alto para contar la historia del padre de todos los cafetales de América y que es la siguiente: El gobierno francés mantuvo unas negociaciones con el Ayuntamiento de Ámsterdam por la que consiguieron que el burgomaestre de esta ciudad enviara al Luis XIV, en 1.714, una planta joven y que el rey recibió en su castillo de Marly como si de un embajador se tratara. Al día siguiente fue transportada al Jardín de las Plantas en París, la cual fue recibida por su encargado Antoine de Jussie y ella fue la madre de todas las demás que se llevaron al continente americano.

   La odisea de su implantación en las colonias americanas merece relatarla con detenimiento y nos ponemos a contarla a continuación.

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El capitán De Clieu cuidando la planta de café durante la travesía hacia la Martinica

    Fueron varios los intentos de llevar la planta a las Antillas y todos fueron infructuosos ya que parecía que la aclimatación del cafeto en Paris hacía que todos los esquejes se murieran en el camino, debe de tenerse en cuenta que los viajes podían tardar entre dos y seis meses y el clima marino es muy perjudicial para la planta. Pero un joven normando llamado Gabriel de Clieu, capitán en la Marina de Martinica en una estancia en París por motivos particulares se le ocurriera la idea llevarse a su plantación en estas islas. La tarea le resultó muy difícil ya que estaba prohibido por parte del gobiernos francés el dar esquejes de la planta, pero tras la mediación del médico real M. de Chirac se pudo conseguir. La planta embarcó en el puerto de Nantes en 1.723 y Clieu instaló la planta en la cubierta del barco dentro de una caja de madera cuya tapa era de cristal con la finalidad de tomar los rayos de sol y mantener lo máximo el calor.

   La planta corrió toda clase de peligros como veremos narrados por el mismo capitán Clieu y que fueron publicadas en 1.774 en Annés Littéraire.

   Sería inútil contar con detalles los infinitos cuidados que he necesitado otorgar a esta delicada planta, durante el largo viaje, y las dificultades y vigilancia que le he dedicado para evitar que un hombre envidioso la destrozara, refiriéndose a uno de los pasajeros del barco que quería tener la gloria de ser el primero en llevar la planta al nuevo mundo.

   De todo pasó en este largo viaje, desde tempestades a estados de mar en calma más desesperante que hizo que escaseara el agua a bordo y nos lo cuenta de la siguiente manera: El agua escaseaba de tal manera que durante más de un mes me vi obligado a compartir con la planta mi escasa ración. Llegó un momento en que sentí una pena infinita ante mi impotencia para proteger aquel tallo fino y delicado como el de un clavel.

   También la planta escapó de ser destrozada por parte de un corsario tunecino que acechaba al barco pero que pudieron burlar de noche.

   Por fin llegó la planta a Martinica pero no por eso se terminaron los sobresaltos. Clieu la plantó en su finca de Prêcheur y nos sigue contando lo siguiente: Al llegar a casa, mi primera preocupación fue de transplantar el arbolito en la parte de mi jardín más favorable al crecimiento. Tuve que vigilarlo constantemente, ya que querían arrebatármelo, hasta que, al final, me vi obligado a rodearlo de una cerca de espinos y establecer una vigilancia permanente hasta su madurez.

   La primera cosecha fue muy satisfactoria y fue recogida en el año 1.726 y nuestro capitán nos narra los resultados: El éxito sobrepasó mis mayores esperanzas. Recogí sobre dos libras de semilla, que distribuí entre todos, quienes, según mi opinión, dedicarían todo lo necesario al desarrollo de la planta.

   Con la segunda cosecha ya fue posible extender el cultivo que también estuvo lleno de curiosidades, ya que una tempestad arrasó las plantas de cacao de la isla, la principal fuente de ingresos de sus habitantes, y como consecuencia se probó el nuevo cultivo con éxito.

   En el año 1.777 había en la isla más de dieciocho millones de árboles cafetales lo que hizo que su cultivo se expandiera a las otras islas cercanas de Santo Domingo y Guadalupe y de aquí, viendo las otras potencias colonizadoras el gran negocio que suponía dichas plantaciones, pasó a otras partes del continente americano. La plantaciones de Brasil las iniciaron los portugueses en las regiones de Pará y Amazonas con plantas de sus posesiones de Goa. Los ingleses la llevaron a Jamaica en 1.730 y en 1.740 los misioneros españoles llevaron el cultivo a Filipinas con plantas procedentes de Java.

   Con esquejes de Santo Domingo el español José Antonio Gelabert hizo las primeras plantaciones en Cuba sobre el año 1.750 y de aquí las llevaron a Costa Rica en 1.779. El sacerdote José Antonio Mohedano planta los primeros cafetales en Caracas en el año 1.784.

   Y hemos seguido investigando sobre la historia del capitán Clieu, sobre si murió rico como consecuencia de su gran visión en los negocios del café y hemos llegado al libro titulado Historia de la Martinica, escrita por Sidney Daney en la que nos cuenta que murió pobre en San Pierre en el año 1.797, algo que ocurre con frecuencia en la historia de la humanidad, los precursores, los atrevidos, los héroes siempre mueren olvidados por todos y los oportunistas y los viles son los que se enriquecen al final. Sólo queda constancia de esta gran gesta en el Jardín Botánico de Fort France en un monumento dedicado en 1.918, demasiado tarde ya, en el que reza la siguiente inscripción: A quien durante tanto tiempo hemos relegado al olvido.

Los primeros cafés públicos.-

   Fue en Arabia donde posiblemente se abrió el primer establecimiento dedicado al café o cafetería, ya que los derviches lo tomaban para ahuyentar el sueño y poder orar en las horas de la noche, costumbre que se extendió a otras ceremonias religiosas. Tanto se extendió la costumbre de tomar café que para satisfacer la gran demanda se abrieron los primeros kehveh kanes o cafeterías, y fue tanto el escándalo que causó, ya que los feligreses descuidaban los oficios religiosos, que en 1.511 se dió la ordewn de cerrar todos los establecimientos.

   La costumbre de tomar café llega a Turquía en el año 1.517 tras la conquista de Egipto por Salim I y bajo el reinado de su hijo Solimán el Magnífico se abrieron los primeros cafés en el año 1.554 en el barrio Taktacalah de Constantinopla siendo desde entonces lugar de reunión de intelectuales. Sus propietarios, Schemsi de Damasco y Hekem de Alepo recibían a sus clientes en su establecimiento lleno de sofás y alfombras orientales lujosamente ornamentadas, cobrando un centavo por tazón o escudilla de café.

   En Europa no se tiene constancia cierta de los primeros cafés pero imaginamos que por el comercio con Constantinopla, (lea nuestro articulo sobre la Larga marcha de las especias por la ruta de de la seda), debieron ser los venecianos los primeros en abrir cafeterías, aunque se tiene constancia que el primer café se abrió en Italia en el año 1.645 con aprobación papal.

   En Inglaterra según Isaac Disraeli en su obra Curiosities of literature relata que en el año 1.650 un judío procedente del Líbano, llamado Jacob, abrió en Oxford el primer café público. William Oldys (fallecido en 1.761) nos relata lo siguiente: Un mercader de Lonrdes, mister Edwars, adquirió la costumbre del café en Turquía. Al instalarse en Inglaterra llevó consigo a un joven, Pasqua Rosée, que había conocido en Ragusa y preparaba la bebida para él. Como esta novedad le trajo mucha compañía a la hora del café, concibió la idea de abrir un establecimiento, asociando a Parqua Rosée con un yerno de mister Edwars.

   La implantación en Viena del café es curiosa por lo original de su historia. En 1.683 el sultán turco Mohamed IV envía a 300.000 hombres, al mando de Kara Mustafá, a sitiar la ciudad, el emperador escapa de milagro del cerco otomano. Un antiguo intérprete del ejército sitiador, Franz George Kolschitzky, de origen polaco, disfrazado con uniforme turco pasa las filas y se reúne con el emperador Leopoldo comunicándole toda la información del enemigo. Gracias es estos informes los turcos fueron derrotados dejando en el campo de batalla un inmenso botín compuesto por 25.000 tiendas de campaña, 10.000 bueyes, 5.000 camellos, gran cantidad de oro y muchos sacos de café. Los austriacos se repartieron el botín excepto el café que no sabían para que servía y Kolschitzky lo reclamó para si. Al poco tiempo este hombre abrió el primer establecimiento en Bischofhof y se popularizó tanto que en el año 1.839 existían en Viena ochenta establecimientos y cincuenta más en los suburbios, todo un gran negocio.

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Vendedor de ambulante de café turco, grabado fechado en 1.714

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Grabado que representa al polaco Kolschitzky, héroe del sitio de Viena contra los turcos en 1.683

   En París fue conocido el café de la mano del embajador turco Silomán Aga que desde junio de 1.669 hasta mayo de 1.670 estuvo en la cuidad del Sena. Llevó gran cantidad de café para consumo propio y para las recepciones en la embajada. Isaac Disraeli nos relata como se servía: El café era servido por esclavos negros, ofreciéndolo de rodillas y ornados con los más suntuosos vestidos orientales. Un moka escogido era escanciado desde una especie de salsera de oro y plata, posada sobre servilletas de seda bordadas, orladas de oro puro, a unas minúsculas copas de porcelana fina.

   En el año 1.672 se abre el primer café en París, regentado por un armenio llamado Pascal en una barraca en el mercado de Saint-Germain, siendo la bebida servida por jóvenes camareros turcos.

   Podríamos seguir contando historias del café pero ya nos parece este artículo muy extenso y puede ser que hasta aburrido, así que los dejamos con algunas anécdotas relacionadas con esta bebida.

Anécdotas sobre el café.-

   Se cuenta que el Papa Clemente VII decidió probar esa bebida que se intentaba prohibir por ser vicio de los musulmanes, los sacerdotes le decían que 'el café es una invención de Satanás, es una trampa del diablo y los cristianos corren el riesgo de caer en ella perdiendo su alma', en apoyo de ello argumentaban que el demonio había prohibido el vino a sus seguidores porque era santificado por Cristo y utilizado en la sagrada comunión y en sustitución le había dado esta diabólica mezcolanza negra, que ellos llaman café.

   El Papa curioso decidió investigar e hizo que le sirvieran una taza y tras  saborearla dijo: Esta bebida de Satanás es tan deliciosa, que sería una lástima dejar a los infieles la exclusiva de su uso. Vamos a chasquear a Satanás bautizándola y así haremos de ella una bebida auténticamente cristiana.

   En el siglo XVIII se consideraba tanto al café como al té una droga como consecuencia de los efectos excitantes de ambas infusiones y se pensaba que su uso continuado y tomado a grandes dosis podría acarrear la muerte, entonces el rey Gustavo III de Suecia decidió experimentar con dos personas para saber el efecto nocivo de ambas cosas, a tal efecto  condenó a dos reos que estaban sentenciados a muerte para que se experimentara con ellos, nombró a varios médicos que controlarían el experimento de saber cual de las dos drogas sería más letal en aquella muerte lenta. El rey no pudo ver los resultados ya que murió asesinado de disparos por Anckarströn en 1.792 y tampoco los médicos que murieron antes que los reos, lo condenados al final murieron de viejos.

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Vendedor ambulante de café en el París de finales del siglo XVII

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