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Corría el año 1.802 cuando el farmacéutico francés Francois Antoine Descroisilles se le ocurrió la idea de unir dos recipientes metálicos comunicados por una chapa llena de agujeros a modo de colador, la parte inferior la llenó de agua y café molido y puso el ingenio al fuego. Cuando el agua llegó a su punto de ebullición  subió al recipiente de arriba la infusión había tomado el olor y sabor del café. Ese mismo año lo patentó con el nombre de ‘Caféolette’, había nacido la primera cafetera de la historia.

Al hilo de éste invento el agrónomo y químico, también francés, Antoine Cadet de Vaux saca al mercado, en 1.806, la cafetera de porcelana.

No es hasta 1873 cuando se produce la primera patente en Estados Unidos, el aparato en cuestión era un cilindro que contenía en su interior un filtro que bajaba presionando los posos del café, el problema que tenía era que no siempre el diámetro de dicho filtro coincidía perfectamente con el del cilindro, lo que hacía que muchas veces el consumidor casero tenía que volver a colar la infusión.

El avance definitivo, en cuestión de cafeteras, vino de la mano de un ama de casa alemana llamada Melitta Benz, la cual, en 1.907, siguiendo el sistema del primitivo invento, dos recipientes intercomunicados, introdujo la variante de poner un paño poroso de lana en lugar de un colador. El resultado a corto plazo era bueno pero a medio plazo demostró su ineficacia al comprobar que la tela, por el uso, se desgarraba y gastaba. No tardó mucho en encontrar la solución al problema, ya que al año siguiente, ideó un sistema de usar y tirar con unos papeles muy porosos, de hecho al principio eran recortes de papel secante.

En 1.940 un alemán llamado Peter Schlunbohm, que había emigrado un año antes a Estados Unidos, ensayó con un nuevo material, el pirex, compuesto del vidrio muy resistente al calor, y con el que hizo un recipiente con otro en forma de cono invertido en su parte superior y entre ellos el papel poroso. Eran malos tiempos para los inventores, ya que se estaba en plena Guerra Mundial y todas las fábricas estaban militarizadas y su producción orienta a la elaboración de materiales de guerra, sólo se podían fabricar utensilios para la vida civil con el consentimiento del Departamento de Guerra. Esto no arredró a este hombre que escribió directamente al Presidente del país una carta que entre otras cosas ponía: “Un rey no se preocupa por los detalles. Pero un presidente se preocupa incluso por los detalles”, después de dicha semejante tontería el Presidente de Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, que era muy cafetero, le dio permiso para fabricarla, suponemos que con el deseo por tomar un buen café y no por las dotes de convicción de Peter. El aparato se comercializó con el nombre de Cafetera Chemex.

Hasta aquí la historia de las cafeteras, ahora contaremos la historia del café express.

El empresario italiano Luigi Bezzera harto de ver como sus empleados perdían el tiempo en tomar café ideó esta máquina industrial en el año 1.901, el látigo ya estaba inventado, así que se ahorró otro invento para que sus empleados produjeran más. Cuatro años más tarde vende su patente a Desiderio Pavoni que lo comercializa y lo instala en los bares. Sería aburrido contar toda la historia de los adelantos de ésta máquina, por lo que invitamos a todos aquellos que sepan inglés a visitar una página web que no está mal, su dirección es http://www.aabreecoffee.com/genguidtoesm.html

Éste tipo de máquinas permiten una producción continua de café sin que por eso pierda su sabor y aroma.

En la actualidad existen cuatro tipos de máquinas: las de palanca, las hidráulicas, las semiautomáticas y las súper automáticas y dentro de éstas últimas las hay manuales, pulsantes, temporizadas y electrónicas. Todas ellas deben de cumplir con que la temperatura del agua debe de estar entre 87 y 94 grados centígrados y el molido del café sea el idóneo. 

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