28 de agosto de 2005

 Generalmente se dice apaches y se piensa en indios con el rostro pintado, lanzando gritos, montados en caballos corriendo a todo galope. De repente, se me ocurre pensar que eran personas, (que son personas) y que más allá de las fantasías “hollywoodescas” y de las historias de frontera que hasta la fecha se recuerdan, también ellos comían. Pero, ¿qué comían? La verdad, su dieta era bastante variada, sobre todo rica en proteínas porque como buenos cazadores recolectores aprovechaban bien la fauna silvestre y no silvestre. Esto de “no silvestre” lo digo porque en el período que tomaron contacto con los hombres “blancos” empezaron a robar el ganado de las estancias, lo que acá en México llamamos actualmente haciendas.  

            Los apaches practicaban el pillaje desde antes de la llegada de los europeos a su territorio. Éste, para el siglo XIX incluía parte de Sonora, Chihuahua, Coahuila, Texas, Nuevo México y Arizona. Ellos provenían del norte, migraron desde el noroeste de Canadá y se instalaron en esos territorios a partir del año 1000 de nuestra era. Los grupos agricultores locales los llamaron apachu, en lengua zuni, que significa “enemigo”; hasta la fecha son mejor conocidos como apaches, aunque ellos preferían llamarse dines,[1] “el pueblo”, afirma Philippe Jacquin, en su obra Los indios de Norteamérica. Los apaches estaban divididos en distintas parcialidades, entre ellas las de los lipanes, chiricahuas y mezcaleros. ¿Por qué los indios zuni, nombrados indios pueblo por los españoles, les llamaban “enemigos”? Porque les robaban sus cosechas de maíz, frijol, chile (ají), calabaza, por eso digo que la dieta apache era muy variada. Esto de distinguirlos en indios amigos y enemigos también fue una costumbre de los españoles, por ejemplo, el padre jesuita Eusebio Francisco Kino, en sus Favores celestiales, cuando escribe acerca de las misiones fundadas por él en el norte de Sonora y sur de Arizona, en tierras de indios pimas, dice que “estos nuestros pimas se defienden mejor que cualquiera otra nación de los belicosos apaches, de sus aliados los jocomes y janos, y consiguen continuamente muy buenas victorias dellos, aun con notable alivio desta provincia de Sonora, quitándoles a veces las presas y robos.” (pp. 215-216)  

            En cuanto a la flora y fauna que consumían los apaches chiricahuas, es bueno sacar algunos datos del texto del jesuita Juan Nentuig, El rudo ensayo. Descripción geográfica, natural y curiosa de la provincia de Sonora, 1764, para darnos una idea de la primera. Mencionaré algunas de las plantas silvestres comestibles que obviamente formaban parte de la dieta no sólo de los apaches sino de los grupos locales como los propios pimas, los ópatas, los janos, los eudebes y los pápagos, a saber: la pitahaya; el saguaro (órgano, cacto) del que aclara que el fruto es más dulce que el de la pitahaya; la tuna de nopal (cacto, en ópata, naco), también llamada higo de Indias; la palma de la que se obtienen dátiles, de esta palma menciona dos variedades una llamada sot y tacos en lengua ópata, se diferencian por el tamaño y calidad de sus frutos, particularmente llama la atención de los palmitos que se obtienen del tallo de los tacos, “y aun crudo dicen que sabe a coco”; el mescal (mezcal) que es un poco menor que el maguey (pita), de éste hablaré más adelante; la lechuguilla, parecida al mescal, aunque con más carne y más dulce que aquella, aunque, como dice Nentuig, “quema algo la boca”; el maqui, “pan cotidiano de lo jovas, que es una raíz del tamaño de un camote o batata de todos tamaños. Su corteza es algo parada, pero la carne por dentro muy blanca, y aunque de suyo es tan venenosa que quita la vida quien se la come cruda, con el beneficio rehervirla en dos o tres aguas, hasta que no eche espuma, sirve a dichos naturales como en Puerto Rico, Cuba, Campeche, etc., el casave[2], con la diferencia de que el maqui es menos áspero y leñoso, el cual primero se machuca, después se hierve hasta que todo lo que es masa se asienta en el fondo, la que amasada en panes, tamales y tortillas y aun sacada de la olla en que se cuece, en unos cajetes o platos, es provisión de dichos indios; y aun los ópatas lo usan, sin embargo de tener abundantes cosechas de trigo, maíz, etc.”, me permití incluir esta larga referencia, pero así el lector puede constatar cómo los jesuitas poseían un vasto conocimiento de los pueblos indígenas americanos en donde realizaban su trabajo misional, sobre todo, es interesante ver la serie de analogías que se permiten realizar en sus escritos dado el intercambio de información que poseían de dichos indios y sus costumbres durante el período colonial. Nentuig menciona otras plantas y árboles con frutos comestibles como el mezquite del cual se aprovechaban las vainas tiernas que usaban para sus diversos guisados, o las vainas maduras para hacer la bebida de atole. (pp. 58-59). Por otra parte, los indios que practicaban la agricultura, como los ópatas y eudebes de Sonora, quienes vivían congregados en las misiones jesuíticas, sembraban, según refiere Nentuig, trigo, maíz, frijol, calabazas, sandías, melones, etc. Las mujeres ópatas, cuando estaban encinta, ya no realizaban labores rudas, como ayudar a sus hombres en la siembra y cultivo de la tierra, sino que, continúa Nentuig, se aplicaban a guisar su pozole[3] para los que trabajaban, a hacer esquite[4], o a tostar el maíz para hacer pinole[5]. (p. 74) 

Con lo que respecta a la caza, quién mejor que el propio Jerónimo para decirnos qué animales eran los favoritos de los apaches.[6] De su biografía se sabe que cazaban ciervos, antílopes, alces y búfalos: “Generalmente nosotros, montados a caballo, cazábamos búfalos matándolos con flechas y lanzas. Su piel era usada para hacer topees y ropa de cama; su carne, para comer.” (p. 67) No resulta extraño que una estrategia usada por los estadounidenses durante la segunda mitad del siglo XIX consistiera en matar a los búfalos para eliminar la fuente de alimento de los indios de las llanuras. 

Desde el período colonial las autoridades españolas realizaron tratados de paz con los indios seminómadas del norte de México, en particular con los apaches, de esta manera se celebraba un parlamento y se les daban las llamadas raciones que consistían en alimentos, prendas y armas. Entre los alimentos, según Carlos González H. Y Ricardo León G. en su obra Civilizar o exterminar. Tarahumaras y apaches en Chihuahua, siglo XIX, destacan el azúcar que podía ser en forma de piloncillo (pan de azúcar mascabado), chocolate, maíz, trigo, carne de res racionada y sal. (pp. 150-151)  Esta práctica, aunque se suspendió por algún tiempo, también fue un recurso utilizado por los gobiernos mexicanos del período independiente decimonónico. De cualquier modo, dicen estos autores, cuando el sistema de raciones fallaba durante el período colonial tardío, entonces los indios apaches iban a cazar búfalo, venado, borrego cimarrón y ganado vacuno. (p. 151) 

En lo que se refiere a las bebidas consumidas por los indios, en este caso, por los del norte de la provincia de Sonora, vale la pena incluir la referencia que sobre el mescal (mezcal) hace Nentuig. Éste es el nombre de una planta, pero también de la bebida que con ella se hacía: 

El mescal, en ópata vizto, es una mata armada en cada una de sus hojas de una punta fuerte, muy aguda, es de la hechura del  maguey, pero mucho menor; el vizto es de la hechura de la pita de España. De sus hojas descarnadas hacen los arrieros de la tierra razonable pita, y de las cabezas, de que brotan dichas hojas, tatemadas saca la gente pobre en tiempo de carestía su bastimento, y suele ser la comida ordinaria en temporadas de indios y no indios en tierras escasas, aunque por lo común se ven reducidos a ellas los pocos aplicados al trabajo y siembra.

De la misma cabeza tatemada y machucada, echada en infusión, hasta que hierva, se saca buen aguardiente, y aunque se ha procurado darle a este licor por de mala calidad pernicioso a la salud humana, yo, como testigo de vista, puedo aseverar con toda verdad que los más viejos que viven hoy en la provincia, algunos ya muy cerca de cien años, los conozco por muy amigos de un trago de esta bebida. De modo que por dicha experiencia me hago el concepto de que su uso moderado, como el de otros licores, no hace el daño que se le imputa, sino el exceso y el vicio, lo que vemos suceder en todas las demás bebidas fuertes. (p. 58) 

De igual forma, en el libro ya citado de González y León, aparece una referencia a la manera de preparar el mezcal y dice que además del aguardiente hecho de la cabeza de maguey, se hacía de la zepa (sic), del sotol, de la palmilla y de la lechuguilla. Se cocía a fuego lento hasta que adquiría “cierto grado de dulzura y actividad”. (p. 163) Ahora bien, durante la segunda mitad del siglo XVIII, el virrey Conde Bernardo de Gálvez propuso que los indios apaches recibieran aguardiente como parte de las raciones.[7] Dice Leopoldo Martínez Caraza, en su obra El norte bárbaro de México, que esto se proponía “tomando en cuenta la gran afición de los indios del norte por las bebidas embriagantes”, y por eso este virrey, en 1786, giró “la instrucción de inclinarlos al uso del aguardiente y mezcal,[8] con objeto de granjearse su voluntad, descubrir sus más profundos secretos, adormecerlos para que atacaran con menor intensidad y constituirles una necesidad que los obligara a reconocer la dependencia de los españoles.” (p. 77). Es una pena constatar que, como afirma Fernand Braudel: “No se puede negar (...) que el aguardiente, el ron y el alcohol de caña fueron los regalos envenenados de Europa a las civilizaciones de América. (...) Los pueblos indios fueron altamente perjudicados por este alcoholismo al que se les inició. (...) Baste pensar que el pulque llegó a producir al Estado, en Nueva España, la mitad de lo que le proporcionaban las minas de plata. Se trata además de una política consciente de los nuevos señores. (...) Así habían procedido ya inglese y franceses en América del Norte, propagando éstos, a pesar de todas las prohibiciones reales, el aguardiente y aquéllos el ron.” (p. 39)” 

            Los apaches de la parcialidad llamada de los lipanes se encontraban en Texas y Coahuila. Estos indios fueron exterminados, a fines del siglo XIX sólo quedaban unos cuantos que se hacían llamar tasá, que en su lengua significaba muerte o nada.[9] Sobre ellos nos dice Martha Rodríguez  que “practicaban la caza del búfalo y el uso de su piel en la construcción de tipis y en su vestido, así como en la elaboración de cuerdas para el arco.”, además, comenta que los lipanes consumían bebidas embriagantes, hábito que habían adquirido “como parte de la estrategia española de pacificación, costumbre que propició su desintegración”, se alimentaban “con carne de bisonte ya que comer carne de caballo o de mula era un tabú”, además, comían “tunas, vainas de mezquite, dátiles y nueces, entre otras frutas”, concluye la autora (pp. 64-65).   

            Por último, quisiera comentar que en su biografía, Gerónimo hace una mención a una borrachera que tuvieron sus hombres con mescal. Una vez, cuando estaba con sus guerreros al norte de Sonora, entre Tombstone, Arizona y la Sierra de Antúnez, habían atacado a unos viajeros que iban en un convoy de mulas que transportaba botellas de mescal. Los hombres de Gerónimo, tan pronto acamparon luego del asalto, empezaron a consumir el licor y se emborracharon empezando a pelear entre ellos. Gerónimo trató de detenerlos sin éxito, varios hombres resultaron heridos, dos de ellos de gravedad. Como estaban tan borrachos que no podían ni caminar ni mucho menos pelear entre ellos, Gerónimo aprovechó para vaciar el contenido de las botellas. Luego se encargó de atender a los heridos y subirlos en los convoyes de mulas para irse de regreso a Arizona. Él cuidó de sus guerreros porque eran su responsabilidad. Este tipo de borracheras era común entre los indios, aunque es sabido que éstas se realizaban para celebrar una victoria o eran de tipo ritual. En esos casos, las armas eran retiradas y la gente celebraba con licor hasta perderse. Era tiempo de tregua, como el que le doy ahora a nuestros lectores. 

Bibliografía recomendada: 

Braudel, Fernand, Bebidas y excitantes, México, Alianza Editorial- CONACULTA, 1994. 

Geronimo, His Own Store. The Autobiography of a Great Patriot Warrior, introducción y notas de Frederick Turner, EEUU, Meridian, 1996. 

González H., Carlos y Ricardo León G.,  Civilizar o exterminar. Tarahumaras y apaches en Chihuahua, siglo XIX, Colección Historia de los pueblos indígenas de México, México, CIESAS-INI, 2000. 

Jacquin, Philippe, Los indios de Norteamérica, México, Siglo XXI Editores, 2005. 

Kino, Eusebio Francisco, Crónica de la Pimería Alta. Favores celestiales, Hermosillo, Sonora, Gobierno del Estado de Sonora, 1985. 

Martínez Caraza, Leopoldo, El norte bárbaro de México, México, Panorama Editorial, S. A., 1983.  

Nentuig, Juan, El rudo ensayo. Descripción geográfica, natural y curiosa de la Provincia de Sonora, 1764, Colección Científica Etnología, No. 58, México, SEP-INAH, 1977. 

Orozco, Víctor, Las guerras indias en la historia de Chihuahua. Primeras fases, México, CONACULTA, 1992. 

Rodríguez, Martha, Historias de resistencia y exterminio. Los indios de Coahuila durante el siglo XIX, Colección Historia de los pueblos indígenas de México, México, CIESAS-INI, 1995.


 


[1] Del sufijo n’de que significa “gente o personas”, Martha Rodríguez, Los indios de Coahuila durante el siglo XIX,  p. 58.

[2] El casave, cazabe o casabe es un pan hecho de la harina de la yuca o mandioca amarga que hasta la fecha forma parte de la dieta venezolana.

[3] Caldo con granos de elote de grano grueso y carne de pollo o puerco que hasta la fecha es muy popular en México. Se condimenta, a la hora de servirse, con chile en polvo (ají molido), orégano, cebolla picada, lechuga y rábanos en rebanadas. Generalmente se come acompañado de tostadas hechas de tortilla de maíz.

[4] Son los granos de elote tierno preparados en su caldo cocinado con epazote y sal, se le añade jugo de limón y chile en polvo. Actualmente se le puede poner crema de leche o mayonesa, y queso blanco rayado.

[5] Maíz tostado, en Chihuahua se vende el pinole en los almacencitos de barrio (tienditas de la esquina), sirve como alimento, aunque también es rico para comerlo entre horas. Es un polvo de maíz tostado, por eso se dice que “no se puede chiflar y comer pinole”, o sea, no se pueden hacer dos cosas a la vez, reza el refrán popular. Según informan González y León, los apaches hacían pinole o sémola de la semilla del heno o zacate.

[6] Gerónimo era de los apaches Be-don-ko-he, una banda dentro de la parcialidad chiricahua,  éstos ocupaban parte de Arizona, Nuevo México, Sonora y Chihuahua. Geronimo, His Own Store, p. 54. Los apaches mezcaleros se hallaban en  parte este de Nuevo México, sureste de Colorado, oeste de Oklahoma, suroeste de Kansas y noroeste de Texas.  González y León, p. 170.

[7] Sobre este particular, también puede revisarse a Víctor Orozco, Las guerras indias en la historia de Chihuahua, pp. 38-39.

[8] Como bien señala Fernand Braudel, en Bebidas y excitantes, el mezcal “proviene de la destilación de la pulpa de pita /agave/ y (...) contiene un grado mayor de alcohol que el pulque, sacado de la misma planta.” (p. 39)

[9] Este dato lo obtuve de una cédula del Museo del Desierto en la Ciudad de Saltillo, Coahuila.

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