Leyenda de como el ave Chiwake enseñó a cocinar a los peruanos

Jaime Ariansen Céspedes

Perú es una república en la que la lluvia es escasa. El motivo es que los vientos dominantes discurren paralelos a la costa y en dirección a Ecuador por lo que se calientan. Sólo en invierno, de mayo a octubre, se presentan nieblas persistentes que con su humedad dan verdor a sus campos produciendo una finísima lluvia llamada garúa. Bajo estas condiciones tan duras han vivido los habitantes de estas tierras en donde la patata salvó más de una vez las hambrunas del pueblo. De hecho aún se celebran fiestas gastronómicas dedicadas a este tubérculo.

Este modo de vida proporcionó mucha imaginación culinaria a las mujeres peruanas, quizá de ahí venga esta leyenda que a continuación relatamos.

En todas las principales mitologías de la historia existe la figura del “Heraldo de los Dioses”. Estos importantes personajes del mundo mágico tienen ciertas características similares: son seres generalmente simpáticos, buenos, con desarrollado sentido social, extrovertidos, sensibles, cualidades que en su conjunto les permiten ganarse la confianza de los dioses y de los hombres que habitan la tierra.

Por ejemplo, en la mitología griega interpreta el papel el famoso Hermes, el hijo de Zeus y de la náyade Maya, que desde su nacimiento en la cumbre de la montaña Cilino, en Arcadia, dio señales de su creatividad y simpatía: inventó la lira y con ella pudo deleitar a cuanta persona lo escuchaba. Por otro lado, valiéndose de su facultad de adivinación ayuda a todos con igual sagacidad y prudencia, y les enseña oficios, especialmente relacionados con la agricultura y el campo.

Hermes, durante toda su vida, ofrece provechosa ayuda. Está muy cerca de su padre Zeus, quien lo elige como a uno de sus hijos predilectos. La misión de Hermes como el interlocutor oficial entre los dioses y los hombres se realiza a la perfección.

En la mitología peruana, referente al heraldo de los dioses, existen algunas diferencias sustantivas. El negociador oficial no tiene forma humana, sino de ave, más exactamente, un colibrí. Tiene algunas características similares a los demás mensajeros: inteligencia, simpatía, locuacidad, pero esta vez, nuestro negociador, Chiwake, tiene además unos ligeros toques de personalísimo estilo.

Esta leyenda la hemos recopilado de la región sur del Perú, exactamente de Nasca y tiene aproximadamente 2,500 años de tradición oral. Se las relato como a mí me la contaron.

Una mañana de crudo invierno, cuando los dioses estaban formando el antiguo Perú, decidieron atender el pedido de los hombres que solicitaban mayor cantidad y calidad de alimentos y les enviaron con Chiwake, el mensajero de los dioses, una olla mágica de la que saldrían los potajes más deliciosos, ya listos. Pero Chiwake era traviesa y juguetona y perdió en el camino tan preciado regalo.

Con remordimiento por su descuido, se presentó ante los hombres y les dijo que los dioses querían que ellos mismos prepararan sus alimentos y les enseñó cómo escoger los ingredientes, cómo combinar los sabores y los aromas de mil maneras diferentes y presentarlos con fina armonía. De esta manera los peruanos aprendieron a cocinar con el mismo arte y tecnología de los dioses.

Esto explicaría por qué los peruanos tenemos tanto sabor para cocinar, pues hemos aprendido el oficio directamente “de arriba”, ni más ni menos. En otras palabras, cocinamos como los propios dioses.

 

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