MONOGRÁFICO DEDICADO A LA ALIMENTACIÓN EN EL SIGLO DE ORO ESPAÑOL

Carmen Navas Garatea y Elena Pulido Romero
Junio 2007

 

Nutriciones colectivas y dietoterapia

Mesones y ventas

La comida del medio día o almuerzo, tenía lugar sobre las doce de la mañana después del toque del Ángelus, dando comienzo la principal colación del día. Los bodegones y mesones madrileños, del que sería habitual Cervantes, como el famoso mesón de Paredes en Lavapiés, el de Paños, (donde solían pernoctar los arrieros y los pañeros de Guadalajara), el mesón del Ciego citado por Lope de Vega,  la Casa de los Cien Vinos, y las posadas del Dragón y del León de Oro en la Cava Baja, solían servir pasteles de carne, empanadas, tajadas de hígados, bacalao, empedrados de huevos con torreznos y sardinas salpresadas; y en los mesones y las ventas de Sevilla, como el Horno de San Buenaventura, o mesón de los Caballeros, (ya existía en 1385 famosos por sus torteras y sus cortadillos rellenos de cidra), así como la venta de Castilblanco y la posada del Molinillo. Los camarones con lima, el pescado menudo frito, los letuarios de naranja amarga, las lascas de jamón o las cazuelas de berenjenas moxíes, al igual que el vino que era la comida habitual de soldados, pícaros y “mujeres de la calle”.

El vino en el Siglo de Oro tenía una importancia socioeconómica mayor que nuestros días, por eso hayamos tantas referencias literarias entre los clásicos españoles. Así como en los estratos altos el consumo de vino era más bien bajo y éste era aguado, sucedía todo lo contrario con el pueblo llano, los labradores y el resto de la clase trabajadora, para quienes el vino no era un vicio o un artículo de consumo, sino parte importante de su dieta y sustento.

El vino era hace cuatrocientos años una especie de panacea universal: alimentos de los pobres, socorro de los desgraciados, delicias de los pudientes, medicina común e ingrediente de pócimas mágicas. Incluso un “experto” en nutrición, como Luís  Lobera de Ávila (médico de Carlos V considerado principal especialista en nutrición en la España de siglo XVI), ensalzó las buenas cualidades dietéticas del vino:

«Sobre todos los manjares de buen nutrimento es el vino (…) Presto se dirige y ayuda a digerir los otros manjares, y hace expeler las humanidades y todas las superfluidades del cuerpo y de los poros, provoca a orinar y el sudor; tiene otros loores y virtudes señalados por los médicos.»

Como podemos apreciar en toda la literatura cervantina, especialmente en  “El Quijote”, “Rinconete y Cortadillo” y la “La Galatea”,  la dieta colectiva en los locales públicos como bodegones y mesones, distaba mucho de ser equilibrada. La proporción de calorías procedentes de las grasas y proteínas es alta en comparación con las de los hidratos de carbono, siendo casi nula la presencia de vegetales, hortalizas o legumbres, considerando el vino como alimento, señalando la importancia de éste  en la dieta de los españoles del siglo XVII.

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