Historia y fórmula de un vinagre desinfectante, el de los ‘Cuatro ladrones’

 

Carlos AzcoytiaQue el vinagre es desinfectante, al menos eso se cree o se creía, no es ninguna novedad, de hecho se utilizó hasta épocas no muy lejanas en el medio rural español o casi como ‘remedio de la abuela’ en muchos hogares hasta que los productos farmacéuticos estuvieron al alcance de todos, lo que, al menos yo no lo sabía, es que hubo uno específico para tal fin y que encontré en un libro de farmacia, que de seguro estuvo vigente su fórmula hasta entrado el siglo XX y que llamaban ‘el de los cuatro ladrones’ porque según se contaba, copio literalmente: “Este vinagre se llama así, por haberse servido de él, en otro tiempo, cuatro solemnes bribones, con objeto de preservarse de las emanaciones epidémicas de los enfermos, ó cadáveres á quienes robaban”.

Dicho milagroso vinagre se utilizaba no en la gastronomía y sí para lavarse la cara y las manos o, esto ya es una curiosidad, exponer a sus vapores los vestidos con el fin de preservarlos las enfermedades contagiosas, dándome la razón cuando digo que la medicina ha progresado gracias a los muertos que fue dejando a su paso, advirtiendo que procedo de una familia de médicos al menos desde el siglo XVII.

rozier

Ya picado por la curiosidad seguí investigando hasta que me topé con el ‘Diccionario Universal de Agricultura’ del más conocido como Abate Rozier’ (1734-1793), del que he hecho muchas citas y alusiones al ser uno de los más afamados botánicos y agrónomos franceses de dicho siglo, y en su volumen 13, págs. 238 y siguientes, donde habla de la peste y formas de evitarla cuenta dicha historia, así como algunas otras que pienso citar por los ‘casi’ jocosos párrafos que escribe.

Sobre el vinagre del presente trabajo dice: “Nadie ignora la historia de los cuatro ladrones que manifestaron su secreto para salvar su vida, y que por medio de una preparación de vinagre habían robado la mayor parte de las casas de Marsella sin ser atacados de la peste. Sin embargo, no conviene beberle en exceso. Silvio de Eboé tomaba dos dracmas todas las mañanas antes de ir a visitar a los enfermos apestados. El limón puede también usarse útilmente con el mismo objeto”.

Al margen del trabajo en cuestión quiero pasar, aunque sea rápidamente, por el concepto que se tenía en lo referente a como se contagiaba y combatía la peste porque de seguro pasará un rato divertido, pese a lo macabro del tema en cuestión y donde tantos millones de personas murieron en la historia.

En principio aconseja, como remedio preservativo, hacer muchas veces al día sahumerios para corregir los malos olores de la calle, ya que entonces se pensaba que se contagiaba por los olores putrefactos, donde dice: “Estos sahumerios son de dos especies, unos agradables, y otros, aunque muy desagradables, muy útiles a las mujeres, a quienes los olores suaves causan histérico”, sorprendente afirmación, por lo que deduzco que a las mujeres de entonces vivirían felices oliendo quesos de cabrales, amoniaco o cualquier otro producto nauseabundo.

Entre los olores agradables estaba el quemar vinagre sobre una pala de hierro al rojo vivo o tomillo, romero, serpol y salvia del mismo modo pero puesto o colocado en medio de la sala de estar. Otro método era poner una cazuela llena de agua de azahar, clavos de especia con algunas porciones de aloe o de sándalo y así una serie de mezclas extrañas, terminando haciendo la siguiente recomendación, harto extraña: “Pero además de todos estos auxilios, no debe omitirse el respirar el aire por la madrugada, y renovarle en las casas antes del amanecer”.

Y termino con este repaso citando la cerrazón de la ciencia cuando los que la practican creen estar en posesión de la verdad, que a brutos no hay quien les gane, de ahí el siguiente ejemplo: “Refiere Juan Mateo que en una posada de Alemania vio una criada morir a un hombre de una enfermedad, que creyó que era peste, y tuvo un miedo tan grande, que al punto fue acometida de ella, y murió…”, así que la señora estaba equivocada y pilló la peste por sugestión, que para eso los médicos nunca se equivocan, que el galeno dijo que no era peste y aunque todos murieran de ella seguiría en sus trece.

Y los consejos que da en lo referente al comportamiento con los moribundos ya es delirante porque “se les debe procurar ocultar la muerte de sus parientes, amigos y otras personas, y no hablar de los casos funestos que puedan suceder, tales como haber enterrado personas vivas”, hacer lo que dice que no debe de hacerse ya es rayano en la perversión porque decirle a uno que está muriendo que enterraron el otro día a uno y estaba vivo debería ser terrorífico y para salir corriendo.

Su fórmula, que he conseguido, es la siguiente, por si alguien la quiere recrear o crea en dichas cosas.

Se mezclan 43,13 gramos de cada una de las siguientes plantas: Cogollos de ajenjo mayor; cogollos de ajenjo menor; romero; salvia; yerbabuena y ruda.

Todos los cogollos de estas plantas deben de estar medio secos.

Flores secas de cantueso o de espliegos 57,52 gramos

También se le suma 7,2 gramos de cada una las siguientes plantas; Ajo; cálamo aromático; canela; clavo de especia; nuez moscada y alcanfor.

Todo lo dicho se mezcla en 4 litros de vinagre blanco, de modo que las plantas se machacan, las sustancias secas se pulverizan, y se echa todo en el vinagre, procediendo después de la siguiente forma:

Se expone la infusión al sol, por espacio de un mes, en un cántaro o vasijas de vidrio bien tapada, luego se exprime fuertemente todo el orujo, se decanta y filtra el licor, y en seguida se le echa alcanfor disuelto en un poco de espíritu de vino. Hecho esto, póngase en botellas, y guárdense bien tapadas.

Aunque pueda parecer esto una fórmula de brujas era un producto farmacéutico hasta hace casi un siglo, a saber qué dirán dentro de otro siglo nuestros descendientes sobre las medicinas que tomamos hoy.

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