Historia del cacahuate, cacahuete o maní en España

A Celia Zamora Ramos que le encantan los frutos secos

En lo que llamo restos de investigaciones, que son aquellas cosas que encuentro interesantes, ajenas al trabajo en un tema concreto sobre el que hago un estudio y que suelo almacenar para posteriores aprovechamientos, encontré una serie de datos referentes a la primera vez que los españoles ‘descubrieron’ el cacahuete y su uso, fuera del de mero regalo como fruto seco o planta exótica y que por su interés, ya que es algo no estudiado, paso a relatar.

La llegada de dicha planta por primera vez a España se desconoce ya que pasó desapercibida por no encontrarle utilidad hasta finales del siglo XVIII, como iremos comprobando en este trabajo, tanto es así que era difícil encontrar semillas con las que experimentar pese a lo prolífica que es.

El comienzo de su historia había que situarla, si hacemos caso a los primeros que escribieron sobre maní, en un lugar no determinado de la ciudad de Valencia y que, de forma pueril, lo narraron de la siguiente forma: «A mediados de Enero de 1798, un sujeto que gusta de esta fruta, estaba tostando unos granos para comérselos, y abriéndose un grano por medio, se le figuró, que se parecía al del cacao, con cuyo motivo le vino a la imaginación, que quizá podría fabricarse chocolate, y con este fin comenzó a moler en el almirez, unos granos tostados, y advirtió una masa muy parecida a la que resulta del cacao cuando se labra: le mezcló un poco de azúcar y canela, y formó dos pastillas como las del chocolate, que no se endurecieron, aunque estuvieron una noche al sereno, pero dejaron muy empapado de grasa el papel sobre que estaban. Esta observación dio motivo para creer que abundaba de partes oleosas; y aunque había pocos granos para hacer una prueba, se recogieron hasta unas cuatro onzas de ellos, y se enviaron a un Boticario, para que a la manera que se saca el aceite de almendras dulces, sacase el aceite de aquellos granos. Efectivamente se sacaron cerca de tres onzas de aceite; se probó en el mismo dia si era bueno para las luces, y se vio que la daba muy clara y sin el menor tufo: después se hizo la prueba de freírle, y hacer un par de huevos en tortilla, que salió tan suave y mantecosa que se conoció ser este aceite mejor que el común de aceitunas«.

Indagando he podido saber quien fue el que introdujo la planta en España, ya que está documentada y razonada, siendo este Francisco Fabián y Fuero, Arzobispo de Valencia desde el 14 de noviembre de 1773 al 9 de enero de 1794, y que antes fuera obispo de Puebla de los Ángeles (México) en 1765.

Su conocimiento de la flora americana le hizo que mandara traer, entre otros vegetales, el mencionado cacahuete a Valencia, labor detectivesca la que tuve que hacer para esclarecer toda la verdad sobre este asunto, siendo la primera pista la que apareció en una publicación de tirada nacional donde se decía:

«A últimos del año próximo pasado de 1798 se publicó en Valencia un papel en que se da noticia del descubrimiento hecho por un Canónigo de aquella Santa Iglesia, del mucho y buen aceite que contiene este fruto, cuyo cultivo recomienda por las utilidades que de él se pueden seguir a la economía rural. La sencilla relación que hace aquel celoso eclesiástico de este casual hallazgo, movió a la Sociedad económica de dicha ciudad a ofrecer en 30 de Enero último un premio de 400 reales a quien justificase haber cultivado y cogido en este año mayor porción de cacahuate o maní en aquel reino, y en terreno que no fuese menos de una cahizada. Con el mismo deseo que manifiesta este cuerpo patriótico de propagar en la península este importante fruto publicaremos casi a la letra el referido impreso por si podemos excitar a algunos labradores a que se aprovechen de tan preciosa producción.

»No se sabe que se hubiese cultivado en España esta planta hasta que el Arzobispo de Valencia Don Francisco Fabián y Fuero la mandó traer de América más ha de veinte años con otras muchas indígenas de aquel continente, con el fin de enriquecer el jardín botánico que formó en la Villa de Puzol: allí se ha cultivado hasta ahora, aunque en muy corta cantidad, porque se ha sembrado todos los años muy poco, sin que sirviese de otra cosa que de comerse el fruto las gentes que lo podían conseguir. Abunda mucho en la América meridional donde aseguran personas fidedignas que hay naturales que no se alimentan de otra cosa; y que los Españoles le comen también en mucha cantidad sin que les cause el menor perjuicio en su salud«.

No estaba mal la primera de las pistas, donde se decía que un canónigo era el que estaba estudiando la planta, así que puesto manos a la obra, tras muchas pesquisas, pude conseguir saber su nombre,. Francisco Tabáres de Ulloa, canónigo de Valencia, que en el año 1800 editó un cuaderno, de 31 páginas, donde contaba las excelencias del maní o cacahuete.

Una vez sabiendo de los actores creo conveniente pasar a la historia en sí misma porque es tan rica que merece la pena conocerla.

Tras descubrir, como indicaba al comienzo de este trabajo, que la planta era oleosa y que hasta huevos había frito en su aceite el descubridor debió posponer la investigación de cacahuete porque había tan poco fruto que el que quedaba se reservó como simiente para plantarla al siguiente año.

Con el fruto que se produjo se hicieron los siguientes ensayos: «Con el fruto que ha producido se han hecho los ensayos siguientes. Por cuatro veces distintas se ha hecho la extracción del aceite, poniendo cada vez doce onzas de fruto y en cada una ha rendido seis onzas de aceite muy rico y excelente. No se ha usado de mas máquina, que machacar los granos en un almirez, poner la masa que ha resultado en una muñeca de lienzo casero, y exprimirla en una prensita muy chica, igual a la que usan los Boticarios; de lo que se infiere, que haciéndose en mayor cantidad y en prensa grande quizá producirá las tres cuartas partes de aceite«.

En aquel momento no se ponía en duda  lo mantecoso y suave que era e incluso se llegó a pensar que era mejor que el aceite de oliva, comentando que varios médicos y físicos aseguraban que no sólo era preferible al de aceituna, sino que no perjudicaba la salud pública, antes bien era un producto muy ventajoso como alimento hasta para los animales.

Con el descubrimiento recién hecho, el canónigo de forma anónima, lo envió al Semanario de Agricultura y Artes, el 24 de noviembre de 1798, con la siguiente parrafada: «Extraído el aceite de este fruto, resulta una masa que todavía conserva muchas partes oleosas, y de ella se han hecho los ensayos siguientes. Primeramente se volvió a machacar dicha masa en un almirez, y como estaba algo seca, se pulverizó y pasó por un cedazo de cerner harina, sacándose una gran porción de ella muy blanca y muy hermosa. Se mezcló mitad por mitad con harina de trigo y con la levadura correspondiente: de las dos harinas se hicieron unos panecillos que cocidos al horno salieron tan hermosos, como si fueran de sola harina del mejor trigo. También se amasaron otros con sola la harina de este fruto, y en nada se diferenciaron de los primeros. Estos se conservan a la atmósfera de un cuarto sin enmohecerse ni agriarse, después de 30 días de amasados, lo que da fundadas esperanzas para creer que con dicha harina quizá se podrá fabricar una galleta muy superior a la que se fabrica en el dia, en su duración y alimento. Igualmente se probó mezclar la masa que resulta después de sacar el aceite con cacao de Caracas y hacer chocolate, lo que ha producido tan buen efecto que nadie lo distinguirá del mejor que se fabrica, con la ventaja de comunicarle una suavidad qué no tiene el de solo Caracas. Bien es verdad, que tanto el pan como el chocolate conservan un poco de gusto del fruto; pero a mas de que este gusto no es desagradable, se puede atribuir a que todas estas pruebas se han hecho sin dar lugar a que se secase bien el fruto por ser de este año, y a que ni la masa, ni la harina se secaron como corresponde. Otros varios usos se podrán hacer, tanto del fruto, como de la masa que resulta sacado el aceite; pero la extracción de este debe ser nuestro principal objeto, tanto por la necesidad que tenemos de esta sustancia, como por la abundancia que nos ofrece. Se debe tener presente, que cuanto mas seco es el fruto, y mas tiempo se tiene guardado, mejor aceite se saca, como se tiene probado; y como se conserve dentro de la cáscara que le cubre, aunque sea ocho o diez años, ni se enrancia ni se pudre. Este fruto se ha criado y ha producido asombrosamente en toda esta huerta de Valencia, en jardines de dentro de la ciudad y en varias macetas en las casas. Se cree que producirá en toda nuestra península por cuanto el tiempo para plantarle es de mediados de Abril hasta últimos de Junio, en cuyo tiempo todos nuestros países son templados; y se coge su fruto a últimos de Septiembre o primeros de Octubre. Esto no obstante, el prudente labrador deberá hacer sus ensayos, y ver en qué tiempo le tiene mas cuenta el plantarle, y en qué mes de los dichos produce mejor, pues no ha habido tiempo para tanta especulación. El abono que debe tener la tierra es casi el mismo que se le da para las judías, y solo se diferencia en el modo de sembrarle, que para este fruto se debe profundizar un poco mas el arado para echar la simiente de dos en dos; granos a un palmo de distancia unos de otros. Se cree que las tierras flojas y areniscas serán las mas propias para este fruto, que rara vez dejará de dar su cosecha, por cuanto la produce debajo de tierra. Se parece bastante a la haba en sus hojas y tallos y sus flores duran poco tiempo. Al arranque del tallo principal y encima de las raíces produce una porción de agujas, que metiéndose dentro de la misma tierra, a cada punta se forma una como calabacita, que encierra dos garbanzos, que es su fruto. Si el ramaje de la planta se halla inmediato a la tierra por haberse inclinado hacia ella, todas las agujas que salen a cada nudo de los tallos se introducen en la tierra y forman igual calabacita, como las que se crían al arranque del tallo principal. Esta advertencia es conveniente para el que en el día tenga pocos granos que sembrar, pues plantándolos a una vara de distancia, y cuidando de esparramar la planta sobre la tierra luego que vaya creciendo, conseguirá no solo el fruto de encima de las raíces, sino que todas las agujas que arrojen los tallos se introducirán en la tierra, y se llenará la mata de doblado fruto; pero no debe hacerse esto cuando se plante en mucha cantidad, sino plantarle de palmo a palmo, y contentarse con el fruto que da inmediato a las raíces, pues como no ocupa la mata tanta tierra, produce mas. Se está esperando en el dia si se hará segunda cosecha en un año. Hay muchas matas que se sembraron por Septiembre, y otras a principios de Octubre, y muchas de ellas tienen un palmo de altas y están muy verdes y lozanas: si se verificase, se dará aviso. Se ha notado que unos gusanillos conocidos con el nombre de gorrinillos de San Antón, causan bastante perjuicio a este fruto, comiéndoselo dentro de la misma tierra; pero esto se podrá evitar no estercolando la tierra con cierta calidad de estiércol poco podrido, que es el que los cría. Entre tanto es preciso que todo labrador y amigo del bien común se aplique a perfeccionar tanto el cultivo de esta prodigiosa planta, como las utilidades que pueden resultarnos: Una mera casualidad ha descubierto su aceite, y así nadie extrañará, que siendo la profesión de quien da esta relación muy distinta del ramo de agricultura, y demás a que pertenece, no dé una cabal explicación de todo, por estar muy ajeno de ellas, y confesar de buena fe, que no tiene la menor inteligencia. Únicamente el deseo del bien público, y la persuasión de muchos interesados en él , han obligado a formar esta sencilla explicación, no dudando que otros sabios de España perfeccionarán este ramo que tanto interesa a toda la nación«.

Como a cada quien hay que darle su valor he de aclarar que el portentoso invento ya en esa época no era tal, porque años antes, muy pocos, un francés eminente, Valmont Bomare, en su ‘Diccionario razonado universal de historia natural’, editado en 1791, ya decía sobre el cacahuete lo siguiente: «El maní es la arachis hypogaea de Linneo». Valmont-Bomare le llama en francés pistache de terre ó pois de terre, «es planta que parece ser el ynchi de los Peruanos, el maní de los Españoles y el manli de los Caribes. Es a veces rastrera, y a veces se levanta hasta la altura de pie y medio: su raíz es blanca, derecha y de un pie de larga: su tallo cuadrangular y de un verde rojo y velloso, tiene hojas alternas, aladas y compuestas cada una de cuatro hojuelas aovadas, apareadas, vellosas, verdes por encima, y blancas por debajo: las flores son axilares, amarillas, leguminosas, y con un borde rojo; se inclinan hacia la tierra luego que están fecundadas; y el pistilo se introduce en ella, y se hace una especie de cebolla cenicienta, redonda y tortuosa, del grueso de un dedo, enlazada con hilos que salen de la raíz: en aquella crecen dos o tres granos oblongos, cilíndricos, membranosos con venitas longitudinales y transversales, y cada uno contiene dos o tres semillas oblongas, y cómo truncadas por una de sus extremidades; son del tamaño de avellanas, y del mismo sabor: su carne o pulpa es blanca; se comen tostados, pero son muy ardientes: comidos crudos dan a veces dolor de cabeza. En el Perú los cuecen con miel, y hacen unos pasteles muy agradables. En la Sociedad Real de Londres se leyó años pasados una observación que se había hecho en el norte de la Carolina sobre el aceite del maní. Se propaga mucho en países calientes, y no exige terreno fértil. En las islas de Barlovento sirve para engordar en poco tiempo los cerdos y las aves. El aceite que se saca del maní prensado es la décima parte de su peso, y este aceite es tan bueno como el de almendra o de oliva, se puede servir a la mesa, o emplear en usos medicinales: no se enrancia, y la pasta que deja después de prensado es un excelente alimento para los cerdos«.

Lo que no quiere decir que nuestro canónigo tuviera menos mérito, ya que no existen dudas de que no plagió la idea, pero descubrir algo descubierto previamente resta mucho prestigio, de eso creo que nadie puede dudarlo, aunque pienso que dicho personaje murió sin llegar a saberlo, que con esas cosas pasa como con los cuernos, si no se sabe que se tienen, se vive un poco más feliz.

Ahora nos centraremos en el librito que editó porque da los nombres de todos aquellas personas que con toda su buena fe intentaban hacer un poco mejor la vida de sus semejantes y a los que hay que homenajear y hacerlos inmortales en la memoria colectiva.

El primero de ellos fue el deán de Zaragoza que le escribió: «Le sembré en el jardín botánico de esta ciudad en 22 de Mayo (de 1799), y en mi huerto a fines de dicho mes: en ambos parajes se crió muy lozano y echó unos tallos como de palmo y medio. En mi jardín se le pusieron unos arcos pequeños de sarmiento con unas, piedrecitas colgando, con lo que se logró tender por tierra sus tallos, y las agujas que de ellos salieron se metieron en la tierra, y dieron de este modo bastantes calabacitas mas, con lo que ha producido al cuarenta y nueve por uno: en el botánico no se ha hecho la operación de los arcos, y sin embargo ha producido al ciento por uno. Esta disparidad ha consistido en la diferencia del terreno, pues éste es de una tierra vegetal con porción de arena menuda, y aquel muy compacto en donde las raíces del cacahuate no pudieron extenderse tanto como en el otro. En ambos parajes se cogió a 10 de Noviembre, y como todavía están tiernos los granos no se ha podido hacer ninguna experiencia, y luego que se hagan se manifestarán sus resultados«.

Otro de los que se prestaron para el experimento fue Josef de Villa y Torre, Ministro togado de la Audiencia de Valencia, el cual había remitido simiente de cacahuate a la Sociedad Cantábrica, y de la que había recibido la contestación siguiente: «Ha sido felicísima la ocurrencia de remitir granos de cacahuates para tentativas en la Cantabria, donde se ha experimentado que producen cincuenta por uno al primer ensayo. Espera mejorar el arte en su cultivo, y mas cuando se promete de su singular celo esta simiente tan útil para propagarla en la patria«.

Igualmente remitió semillas a varias personas de  Santo Domingo de la Calzada que se repartieron por medio de Francisco Campuzano, Oficial de la Secretaría del Despacho Universal de Marina, también se experimentó en La Mancha, en Villanueva de la Jara y en Aranjuez, con muy buenos resultados pese a que esa primavera fue muy lluviosa.

Con respecto a los intentos de sacar aceite dice: «En los experimentos que se han hecho para sacar el aceite de este fruto no han sido iguales los productos: en el primero que ejecutó en el año pasado D. Antonio Faxardo, boticario en esta ciudad, sacó cerca de tres onzas de aceite de cuatro del fruto: no han sido tan felices las demás extracciones, pero no han dejado de dar mas de doblado aceite del que se saca de la mejor aceituna. D. Agustín Alcon, D. Bernardo Sala, y D. Luis Eximeno, todos boticarios de la misma ciudad, sacaron, el primero de diez y ocho onzas de fruto ocho de aceite , el segundo de cuarenta y ocho veinte y cuatro, y el tercero de veinte y cuatro onzas catorce y media. El citado D. Antonio Faxardo acaba de sacar de veinte y cuatro libras de masa doce libras y una onza de aceite; y en cuantas pruebas tengo hechas por mi mismo, que pasan de diez, siempre me ha resultado de aceite la mitad del peso de la masa que he puesto en la prensa con poca diferencia. La que se halla entre el primer experimento, en que se sacaron tres cuartas partes de aceite, y los demás en que no ha pasado de la mitad, poco mas o menos, la atribuyo a estar el fruto mas seco, pues el primero se hizo con fruto del año anterior; de que se puede esperar con fundamento que siempre que se deje secar bien el fruto se sacará mas aceite«.

Sobre la comestibilidad del producto dice que, por experiencia propia,  podía asegurar que era sano y nutritivo, ya que los había comido en abundancia, tanto crudo, tostado, en potaje, en el puchero en lugar de los garbanzos, azucarado como las peladillas y «hecho masa en fruta de sartén«, pero no sólo el se martirizó a tal extremo, sino que también empachó a toda su familia, unos santos deberían de ser por aguantar semejante sacrificio porque este hombre con esto del cacahuete ya llegó a una fijación tal que escribió: «gracias a Dios, y a la bondad del fruto, no hemos experimentado ni el menor dolor de cabeza. Igualmente en varios días de vigilia me han guisado toda la comida con el aceite de este fruto, y no he comido otro pan que el que se ha amasado con la harina de cacahuate, mezclada mitad por mitad con harina de trigo, y desde luego aseguro que he comido muy a gusto y me ha sentado perfectamente. Esto mismo ha sucedido a todos mis domésticos, y sucederá a cualquiera que tenga proporción de hacer otro tanto» y después de dicho esto se quedó tan pancho.

No debía de estar muy seguro de que el alimento era sano, ya que de tanto comerlo en algún momento, tanto él, como familiares y servicio, debieron sentir nauseas o mareos, algo lógico si  se está todo el día comiendo maní como los monos, porque apuntaba lo siguiente: «solo falta examinar si es o no perjudicial a la salud, y supuesto que esto exigiese que los físicos hiciesen un escrupuloso análisis antes de que le usásemos en la comida, no dejaría de ser muy útil el propagar esta planta atendiendo a la excelencia de su aceite para las luces, a que dura cerca de doble tiempo mas que el de aceitunas, a que su luz es mas hermosa y clara, y a que no tiene tufo, como se ha experimentado mas de veinte veces en presencia de muchos sujetos. Yo creo que aunque no nos resultara otra utilidad que la de alumbrarnos con él deberían todos dedicarse con el mayor interés a la propagación de fruto tan precioso, por las ventajas arriba dichas«.

Incompresiblemente pasa primero por el tratamiento de la cosecha antes que por su cultivo, tan imperiosa debía de ser para este hombre las ganas de comer cacahuetes que explicó las cosas desde el final al principio, algo que a nosotros no debe de importarnos pero sí hacernos sospechar de su cordura.

«Este fruto se coge con tanta facilidad que mientras un hombre recoge una fanega de aceitunas puede coger otro cuarenta de cacahuate, pues, como la tierra se halle en sazón, en tirando de la mata sale todo el fruto sin caerse una sola calabacita. Luego que estén recogidas las matas se deben dejar secar con el mismo fruto que no se ha de separar hasta que estén secas del todo. Entonces se ponen en la era, y, o bien a palos, o bien con el trillo se separan las calabacitas de las matas, y se pueden guardar aquellas aunque sea cuarenta años sin que se pudran o se alteren. Cuando se quiera extraer el aceite se sacarán los granos de dentro de la cáscara, o en las eras con el trillo, o a palos, no importando que se rompan algunos granos, porque después se han de machacar. Yo he usado de una máquina muy sencilla que consiste en dos cilindros dentados que, dando vueltas con una manecilla, y echando por arriba el fruto, rompen la cáscara y se separan los granos de ella. Luego se limpian del mismo modo que el cacao, y quedan enteramente separados de la cáscara: así se muelen reduciéndolos a masa, como se hace con la aceituna, y no hay que temer que se suelte el aceite hasta que entra en la prensa. El ruejo o muela propia para moler el grano ha de ser de figura cónica muy liso, y también el área sobre que voltea. Reducido a masa se pone en los mismos capachos que sirven para la aceituna , y de este modo entra en la prensa. No admite esta masa nada de agua y todo lo que saca es puro aceite. Si la masa está bien molida, dará a la primera extracción la mitad de su peso en aceite; pero sino, es menester volver el orujo a la muela y prensarlo de nuevo para que suelte todo el aceite; advirtiendo que no se ha de hacer la extracción en tiempo muy frío, porque se congela con mucha facilidad. Cuanto más aceite se saca, tanto mejor queda el orujo, que todo se reduce a harina, que puede servir para hacer pan mezclándola con harina de trigo, y aun ella sola se puede amasar y da un pan mucho mejor que el que se hace de varias semillas y legumbres. El que quiera mezclar parte de esta harina con cacao no le pesará ni le saldrá mal el chocolate que resulte. Otros varios usos se podrán hacer de esta harina en cosas de pastelería y repostería, como se ha probado. No tiene esta planta cosa que no deje utilidad, pues sus hojas sirven de alimento al ganado, y las cáscaras en que se encierran los granos dan una ceniza fuerte y excelente; de suerte que me atrevo a asegurar, que de cuantas plantas se conocen en el dia no hay otra que nos pueda acarrear tanta utilidad. Su cosecha es casi segura todos los años, porque produce el fruto bajo de tierra resguardado de las inclemencias del tiempo a que están expuestos los mas: su multiplicación es prodigiosa; su aceite bueno y abundante, y después nos deja una harina que puede contribuir a nuestro principal sustento«.

Y como lo prometido es deuda pues pasamos a citar cómo explicaba la forma de plantar los cacahuetes:

«Puede plantarse desde mediados de Mayo hasta últimos de Junio: en cada golpe solo se echa un grano, y no dos como se creía, pues ha enseñado la experiencia que de este modo produce doble fruto. La tierra debe tener un abono regular como el que se da a las legumbres, bien que, cuanto mas abonada esté, mejor producirá. Toda tierra es buena para esta planta como sea de regadío (bien que no se sabe todavía si producirá en secano); pero la floja y arenisca ha probado mejor. Se ha de plantar a caballón y en medio de él se colocará cada grano a palmo y medio de distancia uno de otro: luego que salga la mata se la regará muy poco hasta que esté en flor, que entonces debe cuidarse que esté siempre la tierra en sazón. El que tenga poca simiente la debe plantar a una vara de distancia un grano de otro y cuidar de que el caballón sea muy ancho, pues de este modo tendrá lugar para aplastar las matas, y arrimando la tierra por debajo de los tallos, no solo le producirán el fruto regularmente encima de las raíces y al arranque del tallo principal, sino que todos los tallos se llenarán de fruto; porque las púas que arrojan éstos en los nudos, como hallan la tierra inmediata, podrán desde luego introducirse en ella y formar su calabacita. El que tenga mucha simiente la debe plantar según se dice antes, pues como en el terreno en donde se cría una mata aplastada se pueden criar cuatro de las otras, aunque estas no den mas fruto que el regular al arranque del tallo principal, siempre producirán mas que una sola mata rastrera«.

Y como era de esperar dejó para el final el tipo de tierra idónea para sembrar, que al canónigo, al igual que la Biblia, le gustaba explicarse con el leguaje enrevesado de las parábolas: «Es planta que necesita paraje despejado y que tenga mucho sol y aire, y se ha visto que la desmejora muchísimo cualquiera mata o árbol que tenga al rededor. El tiempo de estar el fruto cuajado lo manifiesta ella misma volviéndose sus hojas amarillas. Es muy sensible al frío, pues luego que éste empieza se para la mata y no prosigue en su fructificación. Casi todos los insectos persiguen a este fruto, particularmente los gorrinillos de S. Antón, y los ratones que hacen mucho daño en él«.

Termina disculpándose, no por lo pesado, sino porque reconoce que debía haber alguna forma mejor de plantarlos y confiaba que con sus enseñanzas los profesionales, los labradores, sabrían sacarle mayor provecho, así como los industriales para conseguir más y mejor aceite y los panaderos que formarían la harina, diciendo a modo de despedida: «Las sociedades de amigos del país de las capitales del reino que deseen tener de este fruto para propagarle en las provincias y adelantar con sus luces este ramo de industria, desde luego pueden comisionar un sujeto en esta ciudad (en Valencia) para que presentándose en nombre de cualquiera de ellas, pueda yo distribuirles la porción de simiente que me queda«.

Demasiado largo para mi gusto el presente trabajo pero por su excepcional valor he creído imprescindible su completa publicación, ya que por lo aportado deja clara la historia de los cacahuetes en España, siendo esto una primicia a nivel mundial.

Bibliografía:

Bomare, Valmont: Diccionario razonado universal de historia natural. 1791, impreso en Lion (Francia), Casa Buyset.

Tabáres de Ulloa, Francisco:Cuaderno de 31 páginas, impreso en Valencia por Josef de Orga, año 1800.

Semanario de Agricultura y Artes dirigido a los párrocos número 123 de fecha 9 de mayo de 1799

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