Historia de los alimentos, la alimentación y la gastronomía en el antiguo Egipto

Carlos AzcoytiaEl Nilo.

Siempre que abordo un tema tan amplio y complejo, como es el presente, en mi cabeza comienzan a surgir dudas sobre la veracidad de mis investigaciones en el sentido absoluto, aunque no en el relativo, porque existen multitud de variables que podrían llevar a errores de bulto o dar a conocer detalles sesgados que podrían desfigurar por completo todo el trabajo.

Entre los factores a tener en cuenta deben de estar el tiempo (3.000 años de dicha civilización) lo que hace pensar que no pudieron disponer los egipcios de los mismos alimentos al comienzo de su historia como pueblo, que en las postrimerías de su imperio y las razones son evidentes ya que la importación de recursos, materias, nuevos tipos de cultivos y tecnología debieron de ir creciendo al mismo ritmo que se acrecentaba el poder político y militar en su zona de influencia.

Otro de los factores estaría íntimamente ligado al desarrollo de dicho pueblo a todos los niveles: religiosos, políticos y sociales internos, que ciertamente los hubo porque en Egipto hasta está documentada la primera huelga de la clase trabajadora de la historia, cómo los externos que de alguna forma debieron forzar las necesidades de la población.

Consecuencia de los dos anteriores sería la permeabilidad de ideas y costumbres alimenticias de otros pueblos sojuzgados o aliados que se fueron incorporando con el tiempo en la sociedad egipcia y entre los que se encontrarían los mesopotámicos, los judaicos, los persas, los del África negra, los hindúes, los griegos y finalmente los romanos.

Por último hay que tener en cuenta el lugar geográfico del que se hable, ya que no se debieron dar los mismos tipos de alimento, por ejemplo, en el Alto Nilo que en el Delta, dadas las distintas clases de tierras y temperaturas, pese a que dicho río fuera la autopista del comercio interior, porque había productos perecederos, que por las distancias (más de 6.700 kilómetros de longitud), debieron hacer imposible su transporte de un extremo a otro en tan vasto territorio sin que se deterioraran.

En consideración hay que tener presente como elemento aglutinante casi único el río Nilo, como ya he comentado, porque era la columna vertebral donde se sustentaba toda la economía del país, recorriéndolo de sur a norte y que con sus crecidas renovaban las tierras y las abonaban hasta convertirlas en las más feraces del mundo conocido hasta entonces, así que en primer lugar, y para comprender mejor la alimentación del pueblo egipcio, creo imprescindible hacer una descripción de lo que representaba y cómo lo veían aquellos que lo llegaron a conocer, por lo que recurriré a un autor que, sin ser egipcio, sí dejó constancia de la arteria que dio vida a una de las civilizaciones más importantes de la historia, me refiero a Diodoro de Sicilia, historiador griego que vivió en el siglo I antes de nuestra era, que escribió una obra dividida en 40 volúmenes titulada ‘Biblioteca histórica’. En dicha obra, en su libro Primero, cuenta del río Nilo lo siguiente en cuanto a la pesca: “Tiene especies de peces de todas clases e increíbles por su abundancia; a los nativos, no sólo les proporciona el abundante provecho de los recién capturados; sino también les suministra una cantidad inagotable para la salazón. En general, en beneficio de los hombres, supera a todos los ríos del mundo habitado”.

En lo referente al comportamiento del río y el aprovechamiento hidrológico que hacían los egipcios cuenta: “Da comienzo a su desbordamiento a partir del solsticio de verano hasta el equinoccio de otoño y, aportando siempre nuevo limo, empapa por igual la tierra inculta, la sembrada y la plantada, tanto tiempo cuanto los agricultores del territorio quieran. Como el agua discurre mansamente, lo desvían fácilmente con pequeños diques y de nuevo lo reconducen cómodamente cortándolos cuando se cree que es conveniente. En general, proporciona tanta facilidad de ejecución a los trabajos y beneficios a los hombres que la mayoría de los agricultores, colocándose en los lugares ya secos de la tierra y lanzada la semilla, conducen por encima sus ganados y, pisoteando con ellos, vuelven para la siega después de cuatro o cinco meses y algunos, removiendo mínimamente con ligeros arados la superficie del territorio mojado, recogen montones de frutos sin mucho dispendio ni esfuerzo. En resumen, toda la agricultura que se practica entre los otros pueblos con grandes gastos y fatigas y, sólo entre los egipcios, se recolecta con pequeñísimos dispendios y trabajos”.

Conocida ya la cualidad del río, que sin dudarlo marcaba la vida de sus habitantes ribereños, Diodoro, nuestro informante, ahonda aún más en los resultados y beneficios de dichas crecidas que tan benefactoras eran para todos y que tras su decrecida necesitaba recomponer las lindes de los terrenos anegados, siendo Egipto el primer país del mundo donde existió un catastro y también agrimensores (los primitivos topógrafos) que replanteaban los linderos de las fincas, lo que suponía una especialización y un conocimiento matemático excepcional para la época, algo que se supo aprovechar en el replanteo de las obras públicas, las de carácter civil y en la cartografía y donde sin conocer dicha ciencia difícilmente se podrían haber hecho, por ejemplo, las pirámides.

Pero siguiendo con la descripción de nuestro informante griego leemos: “Lo sucedido en la subida del Nilo parece maravilloso a quienes lo ven y completamente increíble a quienes lo oyen. Todos los otros ríos disminuyen hacia el solsticio de verano y bajando siempre más y más durante el tiempo siguiente del verano, pero sólo él, emprendiendo entonces el principio de su desbordamiento, crece tanto cada día que, al final, inunda casi todo Egipto. Y, del mismo modo, volviendo atrás en sentido contrario, baja durante igual tiempo cada día poco a poco hasta que llega a la posición anterior. Al ser el territorio llano y estar situadas las ciudades y las aldeas e incluso las granjas sobre montículos hechos a mano, el panorama resulta semejante a las islas Cícladas y la mayoría de los animales terrestres perecen ahogados cercados por el río, pero algunos se salvan huyendo a lugares más elevados, y los ganados son alimentados durante el tiempo de la subida en las aldeas y en las granjas, con su alimento preparado de antemano. Y las gentes, liberadas de trabajos durante todo el tiempo del desbordamiento, se dedican a la fiesta banqueteando continuamente y gozando irrefrenadamente de todas las cosas conducentes al placer. Y, a causa de la ansiedad ocasionada por la subida del Nilo, fue construido por los reyes un niloscopio en Menfis; tras medir exactamente la subida en él, los encargados de su administración envían mensajes a las ciudades en los que explican cuántos codos o dedos ha subido el río y cuándo ha hecho el principio de su disminución. De tal manera todo el pueblo se libra de la ansiedad, al ser informado del cambio a la inversa de la crecida, y todos conocen en seguida de antemano la cantidad de frutos que habrá, pues esa observación es anotada con exactitud desde hace mucho tiempo entre los egipcios”.

Inestimable lo que cuenta porque nos muestra una infraestructura técnica y administrativa del estado que deja entrever algo que a muchos se les escapa al sólo ver la capa que sobrenadaba en el poder, como si fuera nata, y que era el servicio que se les daban a sus administrados, creando con ello un estado de dependencia y unidad que a su vez redundaba en gobiernos fuertes y poderosos que supieron aprovechar el aglutinante religioso para perpetuarse en el tiempo y ser un país de fronteras respetadas por sus vecinos durante milenios sin demasiados sobresaltos.

Diodoro, en su informe, pasa de lo macro a lo micro con facilidad cuando dice lo siguiente: “También la viña, regada igualmente, proporciona abundancia de vino a los nativos. Y los que dejan permanecer inculto el territorio inundado y lo dedican a los rebaños como pasto, recogen, gracias a la gran cantidad de forrajes, ovejas que paren dos veces y se esquilan dos veces al año”.

Hasta ahora intenté colocar el pilar maestro que sustentará, o al menos eso pretendo, toda la historia del mayor reino de la antigüedad y al que iremos adosando y colgando otros elementos hasta completar todo el entramado que nos haga comprender los hábitos alimenticios de todo un pueblo en su larga historia.

Otro dato a tener en cuenta es la posición de Egipto como sitio de paso de las aves migratorias (privilegiada al estar a caballo entre Europa, Asia y África), ya que fue y es un extra importante añadido de proteínas en la dieta al ser un corredor donde unas 280 especies pasan anualmente y, por sus condiciones de humedad, sustenta una fauna autóctona de dichos animales de 150 especies, siendo tan importantes que mucha de su mitología está basada en las aves.

La otra fuente de proteínas fueron los animales terrestres, a los que dedicaré una parte importante en este estudio, ya que, al igual que las aves, fueron sacralizados, prueba inequívoca de su dependencia física y psicológica y donde los hubo desde semidioses como los bóvidos a otros estigmatizados como el caso de los porcinos.

En cuanto a las plantas comestibles, con las que deseo comenzar, merecen un estudio en profundidad dado el carácter, como he avanzado, agrícola de sus tierras, tan importante para la subsistencia de todos, siendo la base de la pirámide alimenticia de todos los seres vivos, incluidos los humanos.

El poblamiento del país fue, en sus comienzos, consecuencia del avance de la desertización del Sahara que empujaba a sus habitantes a encontrar tierras menos inhóspitas y que se fueron aposentando en las riveras del río en oleadas sucesivas, adaptando el terreno y saneándolo, cómo tuvo que ser el delta del Nilo, un lugar insano a la llegada de los primeros colonos.

Si eso ocurría por el oeste, por el este llegaron los cananitas y mesopotámicos creándose pueblos independientes que funcionaban a modo de reinos.

Se puede datar como comienzo de la historia del antiguo Egipto, al menos esa es mi base de partida, sobre el 3.100 antes de nuestra era cuando el primer faraón, Menes, consiguió unificar todo el país, integrando pueblos y dictando las leyes necesarias para crear la infraestructura base del comercio y la producción interior, acción que no terminó de llegar a completarse hasta el año 1990 a.C., aumentándose la producción agrícola y estableciéndose el primer plan de regadíos en el Bajo Egipto sobre el año 1830 a.C. por el faraón Amenemhat I.

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Alimentarse, algo más que nutrirse.

La importancia que tenía la alimentación en Egipto viene dada, o la podemos comprender mejor, si observamos cómo en su escritura jeroglífica el representar a un hombre llevándose la mano a la boca lo mismo podía significar la palabra ‘hablar’ que la de ‘comer’, transmitiendo con dicho signo, de forma consciente o inconsciente, la relación existente entre la emisión de palabras y la ingesta de alimentos o lo que es lo mismo la relación directa y primordial entre la vida y el hecho de alimentarse, “hasta el punto de que los términos eran con frecuencia sinónimos no sólo parte el lenguaje metafórico, sino también en el lenguaje real” (Edda Bresciani).

Bajo esta premisa existía una interrelación entre comer y mantener una buena salud, lo que ayudaba a tener una vida más longeva, y que podemos comprobar en, por ejemplo, en el papiro Westcar, donde se describe al mago Gedi como un hombre de ciento diez años que comía todos los días quinientas hogazas de pan y medio buey, bebiendo cien cántaros de cerveza, lo que le hacía que durmiera bien y que nunca tosiera, quizá se refiere en esto de la tos a que no padecía una enfermedad muy extendida entre los egipcios, la tuberculosis.

Igualmente en la instrucción XX del papiro Insinger V nos indica que una persona que comiera bien tenía que gozar de buena salud y así dice que “no hay mejor alimento que las hortalizas a la sal”.

La importancia de la falta de apetito y la salud era, y es considerada, como una señal de enfermedad, que bien podía terminar con la muerte de quien la padeciera y así nos encontramos en el papiro Vandier el cuento del mago Merira donde dice: “El faraón nunca dejaba de comer por la noche, pues tenía buen apetito. Pero sucedió que una noche el faraón dejó la comida que le habían preparado para su cena habitual porque en su boca los alimentos sabían a barro y las bebidas tenían sabor a agua. Como había perdido el apetito, como había perdido el sueño, flotaba en sus ropas y parecía un hombre recién salido del agua, el faraón hizo llamar a todos sus magos”.

En el papiro Rhind, del siglo I a.C. se narra cómo los cuatro ‘vasos canopes’, los genios que custodiaban las vísceras humanas, decían: “Nunca nos maltrataron durante toda su vida: bebimos todos los días hasta la embriaguez, comimos ocas y peces según los deseos de nuestro corazón. Bebimos bien, dormimos bien, tuvimos a nuestra disposición el alimento que necesita el ser humano y así envejecimos en la tierra”.

Bajo estas premisas, dada la importancia tanto para el cuerpo como para el alma de los alimentos, debemos de interpretar la alimentación y la forma de conseguirla una razón de estado a la que todos los egipcios tenían derecho y así nos encontramos con las recomendaciones o máximas del sabio Ptahhotep, de mediados del tercer milenio, que decía: “El hombre que tiene el estómago vacío es un acusador” o el consejo que da el faraón Kheti a su hijo Merikare para combatir las revueltas y que de bien poco han aprendido los gobernantes actuales españoles: “Un pobre puede convertirse en un enemigo, un hombre que vive con estrecheces puede convertirse en un rebelde. Una muchedumbre que se ha rebelado, se calma con alimentos, cuando la muchedumbre está encolerizada, se la dirige hacia el granero”.

Tal importancia llego a tener la alimentación en la nutrición del alma que esta se prolongaba más allá de la vida terrenal de las personas, como iremos conociendo en el desarrollo de este trabajo.

Es importante conocer que alimentos eran los usualmente utilizados, no están todos evidentemente, y la forma aproximada de cocinarlos, así como su implicación en la cultura y la religión de la zona para poder llegar a saber que su escasez o excedencia marcó toda la historia de un pueblo durante tres milenios, algo que, hasta hace muy poco, los arqueólogos han pasado por alto por incomprensible que pueda parecer y donde los acontecimientos se justificaban por sí solos, sin una base convincente que los explicara.     

Los alimentos vegetales más utilizados en la alimentación.

Cereales para matar el hambre y para la inmortalidad:

08-01-08/10Es la cebada el cereal más antiguo encontrado en las excavaciones, cuya datación se remonta al 4000 a.C. en el delta del Nilo, seguido en el tiempo por el trigo y la escanda.

Dada la naturaleza del terreno, como ya he comentado, la producción era suficiente no sólo para abastecer a todo Egipto, sino que incluso se exportaban sus excedentes, siendo un alimento de clase dependiendo el tipo de grano, de modo que la escanda era aprovechada para hacer el pan de los pobre y el trigo para las clases dirigentes, incluidos los sacerdotes, y la cebada se destinaba para la fabricación de cerveza, de la que hablaré más adelante, y también para hacer pan.

No es hasta el periodo greco-romano (desde el 330 a.C.) cuando se industrializa la fabricación de los panes con el molino giratorio, hasta entonces su elaboración era casera y se hacía triturando, de forma rudimentaria, las semillas con un mortero, tamizándola después. Para aquellas mujeres que eran más cuidadosas y deseaban una harina más fina, tostaban ligeramente los granos y los secaban al sol; este rudimentario procedimiento para moler el grano hacía que la harina tuviera restos de arena y piedras en polvo, lo que hacía que los dientes se desgastaran, algo observable en las momias.

Existían, por su forma, distintos tipos de pan, los había con figuras humanas y de animales y también se hacían unas gachas de cereales para alimentar a los niños, según se desprenden de las informaciones dejadas por Plinio y Dioscórides y que se corroboraron tras el descubrimiento de la momificación de dicho alimento en una tumba de Saqqarah.

Se saborizaban dichos panes con grasa, huevos y se endulzaban con miel o frutas, entre las que se encontraban los higos o cualquier endulzante, lo que los convertían en los primeros productos confiteros de la historia.

Sobre la avidez de azúcares de todos los humanos los egipcios supieron encontrarla en la raíz del loto una vez hervida de la que sacaban, según Teofrasto en su ‘Historia de las plantas’ un mejunje muy sabroso que llamaban korsion. Igualmente de la raíz del papiro, que es rica en aceites y azúcares, que lo comían tanto hervido como en crudo, algo parecido a lo que se hace con el tipo de nea que se cría en el lago Titicaca en el Perú, y ahora la sorpresa salta al saber que de la mandrágora, de su fruto, sacaban una droga con efectos alucinógenos y narcóticos, lo que la hacía muy solicitada por sus cualidades afrodisíacas y a la que se le atribuía un simbolismo erótico.

También se hacían unos panes de harina de semilla de loto que amasaban con leche y agua, dato este documentado por Herodoto, Teofrasto y Plinio, diciendo este último que dicho pan, comido caliente, era ligero y digestivo.

Pero antes de continuar quisiera detenerme en un libro editado en 1891 en Barcelona, escrito por el ingeniero industrial Guillermo J. de Guillén-García, titulado ‘Historia de la molinería y la panadería’, que considero muy interesante porque nos introduce en el conocimiento que se tenía a finales del siglo XIX sobre la elaboración de los panes y la bollería en general en el antiguo Egipto, que aunque pobre en su contenido sí hace referencias inestimables a los ‘casi’ primeros egiptólogos donde se conocen las primeras noticias  en Europa sobre la elaboración de panes.

En dicho libro, ilustrado con los dibujos originales de los arqueólogos de la época, encontramos las referencias básicas de lo descubierto hasta entonces y así transcribe textos de Georges Perrot que junto con el arquitecto Charles Chipiez escribieron varias obras en la década de los 80 del siglo XIX y donde en primer lugar encontré esta cita: “Toda tumba, dice M. Perrot, tiene una estela, es decir una losa ó lápida sepulcral puesta verticalmente, cuya forma y sitio de emplazamiento varían según las épocas, pero que siempre tiene el mismo carácter yel mismo destino. La mayor parte de las estelas están adornadas de pinturas y esculturas; todas tienen una inscripción más ó menos complicada. En el arco que forma la parte superior, (tomamos aquí la forma más común), el muerto seguido de su familia presenta los objetos de la ofrenda á un dios que es ordinariamente Osiris; más abajo se lee una inscripción cuya fórmula es siempre la misma y así redactada:  Ofrenda á Osiris (ó á otro dios) para que le dé provisiones en panes,líquidos, bueyes, palos, en leche, en vino, en cerveza, en vestidos, en perfumes, en todas cosas buenas y puras del cual subsiste el dios ó doble del difunto N… hijo de N..

Debajo del muerto, á menudo se le representa recibiendo también ofrendas de su familia…

Se dá á dios las provisiones que el dios debe dar al doble; por intervención de Osiris, el doble de los panes, de los líquidos, de la carne pasa en el otro mundo y alimentan al doble del hombre; pero no es necesario que la ofrenda para ser efectiva, sea real ó casi real, basta que el arte reproduzca el simulacro ó ficción sobre la piedra…”, siendo esta cita tomada literalmente de libro ‘Historie de l’art dans l’antiqueté’, tomo 1, página 159 y continua diciendo: “Hé aquí algunos de los trozos de las inscripciones de varias estelas de este periodo histórico que darán más fuerza a lo que dice M . Perrot.

El Sr. Toda nos cita en su obra La Muerte en Egipto, lo siguiente de una estela perteneciente á la época memfita. Dice así: «Presentación de la mesa de ofrendas con millares de panes, agua, bueyes, patos, etc.» ( i )

En el museo de Boulaq sé que hay la estela de Shotphitri de este p e r i o d o histórico que se citan los panes”.

Entra más adelante en analizar el ‘Libro de los muertos’, por cierto que estaba recién descubierto y nos dice: “También en el célebre Libro de los Muertos de aquel país, se cita el pan en el primer capítulo: este capítulo está redactado al parecer durante las primeras dinastías.

Parte del primer capítulo de este libro puede verse en el geroglífico que existe en el muro Norte del sepulcro de Son Notem, en Tebas, descubierto recientemente.

Sólo copiaré la traducción del trozo que más conviene para nuestro objeto: «¡ Oh los q u e dais pan y bebidas á los espíritus perfectos en la morada de Osiris, dadlos también al Osiris auditor de invocaciones en la morada de la Verdad »

Para que no se crea que el pan sólo se dedicaba á las ofrendas, citaré un trozo del Libro de los Muertos que dice: «Me concilié con Dios por el amor; di vestidos al desnudo, pan al hambriento, agua al sediento, una barca al náufrago detenido en su viaje. »”.

Sobre la forma de hacer dichos panes nos contaba el autor: “Respecto como se hacía el pan diré que en el museo de Boulaq hay varias estatuas del antiguo imperio memfítico y de piedra calcárea que representan el acto de amasar. Dos de estas estatuas representan á un joven y á una joven que según M. Perrot, están ocupados en mezclar con las dos manos la harina con el agua en una especie de mortero.

Dice M. Perrot que cuando la pasta estaba preparada, otras mujeres la tomaban y la amasaban, revolviéndola sobre una plancha ó mejor aún sobre una tabla de piedra. Dos estatuas del museo de Boulaq representan estas mujeres apretando con sus manos encogidas y sus brazos tendidos, la masa húmeda y tierna”.

Como ofrenda a los difuntos, así como sus formas comenta, siempre haciendo referencias a otros: “Dice Toda, que en los sepulcros de los antiguos egipcios figuraban en las ofrendas, en primer término el pan de trigo amasado con grano sin descortezar. Las formas de los panes variaban considerablemente hallándose verdaderas hogazas redondas, panes cónicos pequeños, tortas planas, y pedazos de pasta de forma irregular.

Los textos hablan con frecuencia de galletas y bizcochos, que se destinaban especialmente á los banquetes mortuorios y á las ofrendas de los sepulcros. Eran probablemente unos amasijos de forma redondeada y color negruzco, aun impregnados de grasas ó aceite, que suelen hallarse puestos en platos ó en el fondo de los vasos de barro”.

Después hace una interesante anotación sobre algo olvidado o de lo que siempre se pasa por alto, los graneros, de los que dice: “Siendo el uso del pan tan extendido, se comprende bien la importancia que debían tener los graneros. Oigamos á M. Perrot lo que dice al ocuparse de estos edificios: «En los bajos relieves se ven a menudo á estos graneros sucederse por largas filas: su número es sin duda destinado á dar idea de la riqueza del propietario. Ciertos graneros parecen tener abertura, sólo en la mitad de su altura; por una rampa exterior se alcanza el vano que es largo y bajo, y por el cual se descargaba el grano. Un croquis tomado por M. Bourgoin en una tumba de Sakkarah nos ofrece otros de una forma más rara y singular; diríase que son tinajas. Tienen aberturas: una puerta al ras del suelo y una ventana en su parte alta.

« Los graneros y almacenes estaban casi siempre cubiertos con cúpulas. Los que terminaban por un terrado parece ser una escepción, y esto es, por ejemplo, lo que se vé en una pintura que parece representar la fabricación de la cerveza, de la cual los egipcios hacían un gran consumo y en dicha fabricación se gasta mucho grano. Las bóvedas construidas con ladrillos, debían ser bastante espesas, obteniéndose gracias á esto, una temperatura más constante y menos elevada, que era favorable á la conservación de los cuerpos allí depositados.

Al parecer los graneros también se hacían en su totalidad ó en parte de tapia, es decir, de muros de arcilla compactos”.

Termina este añadido, que he creído interesante adjuntar al presente estudio pese a que en la actualidad están mucho más estudiados los aspectos que se abordan, haciendo una última observación que no deja de tener su importancia y referente al aventeo del grano: “Ignoro si se limpiaba el trigo antes de molerlo. Solo sé que en una tumba de Sakkarah se vé bien la operación de aventar el trigo. Este precioso objeto creo se halla en el museo de Boulaq. La figura que reproducimos es de la obra ya citada de M. Perrot. Al parecer se verificaba esta operación como lo hacen ahora nuestros pobres labradores”.

Es importante anotar que el pan que se hacía, al menos hasta el 1500 a.C., era ácimo o cenceño, sin levadura, y su elaboración era tan simple como la de mezclar harina, agua y un poco de sal, se amasaba y se cocía sobre una piedra plana colocada al fuego o pegadas al las paredes de los hornos como aún se hacen en poblados de la zona. Desde la fecha antes mencionada se le añadía levadura de cerveza.

Las formas y tipos de panes eran variadas y se hacían redondos, ovalados, triangulares, semicirculares o cónicos, están estos últimos, para las ofrendas del templo, recubiertos de granos de comino. Aparte, para los actos litúrgicos y mágicos, se hacían unas especies de tortas de trigo con formas humanas o de animales.

Dioscórides y Plinio el Viejo hacen mención a unas gachas de cereales, parecidas a las encontradas en la tumba de Saqqarah, que eran destinadas a la alimentación de los niños y que lo llaman con el nombre griego de ‘athera’

A menudo se enriquecía el pan con grasa y huevo o lo endulzaban con miel, higos, azufaifo o pulpa de palmera dum que se introducía en forma de bocadillo.

Toda una delicia de la que no se privaban los egipcios independientemente de la clase social.

La  cerveza o «birra» y otras bebidas embriagantes.

vino2Un producto derivado del pan o asociado a él era la cerveza, que aún hoy se puede beber en pocos lugares del país, denominada bouza, por su falta de higiene y lo que es peor, por la transformación del alcohol etílico en metílico en su fermentación, lo que ha producido no pocos casos de ceguera en la historia, pero que es una reliquia del pasado y herencia del gran Egipto de los faraones. La forma de hacerla es sencilla y al alcance de cualquiera, tanto en elaboración cómo en adquisición, ya que es sumamente barata y que se hace hoy día de la siguiente forma: En un recipiente de barro cocido se pone cebada y agua, se deja reposar. Posteriormente se le añade pan y malta prensada, se hierve a fuego lento y se deja fermentar durante cuatro días, pasado este tiempo ya se puede tomar ese tipo de gacha, que según aquellos que lo han probado dicen que sabe a cerveza sin gas mezclada con pan.

No sería honesto por mi parte escribir más sobre la cerveza egipcia para mal informar a mis lectores cuando ya existe un gran estudio sobre ella escrito por Manuel Mejías que sin dudarlo yo no podría mejorar, así que adjunto linkado a los lugares donde se encuentran expuestos:

Cerveza en el antiguo Egipto I – Cerveza en el antiguo Egipto II – Cerveza en el antiguo Egipto III – Cerveza en el antiguo Egipto IV – Cerveza en el antiguo Egipto V – Cerveza en el antiguo Egipto VI – Cerveza en el antiguo Egipto VII

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En cuanto al vino, conocido desde épocas predinásticas, se cultivaba la vid en el delta, en Fayum y en los oasis de occidente de el-Kharga, Dakhla, Bahariya, Farafra.

El tipo de cultivo era en emparrado y la uva era de un tipo negra.

Una vez hecha la vendimia, y tras el pisado de la uva, se guardaba en ánforas tratadas con resina en su interior para que no rezumaran y selladas con arcilla. En dichas ánforas se marcaban fecha de la añada y productor.

También se bebían otros productos alcohólicos, como podía ser el vino de granada, de higos y de dátiles, que tenía un muy elevado grado de alcohol.

Las huertas, hortalizas y otros vegetales:

Cebollas y ajos que apestaban el aliento:

Eran conocidas por los egipcios desde antes del comienzo de su historia y llegó a simbolizar a la vida misma con sus capas concéntricas encerradas unas dentro de otras; es el vegetal más mencionado en sus escritos jeroglíficos y representado en imágenes desde el reino Antiguo en adelante.

El tipo de cebolla que se plantaban en Egipto era verde y larga, encontrándose reproducciones de dicho bulbo en algunas tumbas de Sakkara, apareciendo en las listas de pagos a los constructores de tumbas de Deir el Medina en el Reino Nuevo.

Si creemos a Herodoto, las pirámides fueron construidas por hombres que se alimentaban principalmente de ajos, rábanos y cebollas.  De hecho, en el Egipto actual, los campesinos toman cebolla cruda como principal acompañamiento para el pan.  Esta hortaliza se consumía igualmente cruda en la antigüedad, pero también se usaba como condimento, acompañada de ajo, también común en la época.  Se han encontrado reproducciones de ajos, y ajos reales en las tumbas, por ejemplo en la del rey Tutankhamon.  Se creía, y se sigue creyendo, que la cebolla era buena para la circulación y el corazón.  Aparte de proporcionar alimento básico del pueblo se utilizaba de modo masivo en medicina, para el tratamiento de enfermedades de la sangre, catarros y problemas estomacales.

Otro uso excepcional que daban los antiguos egipcios a la cebolla era su utilización para la momificación.  Se encontraron algunas cebollas en el tórax de Ramsés II y en la Dinastía XX se usaron cebollas para imitar los ojos en la momia de Ramsés IV (1160 a.C.).

Importante resulta investigar en el Antiguo Testamento porque también ahí encontramos muchas pistas sobre la alimentación en Egipto y así en el Libro de los Números, capítulo XI, cuando el pueblo israelí cansado de comer el asqueroso maná que Dios le enviaba, dice: “Acordándonos estamos de aquellos pescados que de balde comíamos en Egipto; se nos vienen a la memoria los cohombros, y los melones, y los puerros, y las cebollas y los ajos”, debiendo aclarar que el famoso maná, para aquellos que no lo sepan, tenía un sabor “semejante a la grana del cilantro, del color del bedelio o rubicundo, y el pueblo iba alrededor del campamento, y recogiéndole le reducía a harina  en molino, y le machacaba en un mortero, cociéndole en ollas, y haciendo de él unas tortitas de un sabor como de pan amasado con aceite” y es que el dios de los israelitas era cruel hasta con sus adoradores.

Lechugas para bajar el apetito sexual:

Es uno de los alimentos sacralizados al entrar a formar parte de la mitología, apareciendo a mediados del Reino Antiguo (3000-2200 a.C.) es la lechuga donde encontramos un enfrentamiento entre el dios Horus y su tío Seth que tiene mucho que ver con la planta y la lucha ambiciosa por poseer el reinado de Egipto y que tuvo, sin lugar a dudas, tintes claramente homosexuales.

En principio creo conveniente, para que el lector se familiarice con los actores de esta historia, hacer una breve reseña de cada uno de ellos:

Seth o Set, siempre dentro de la mitología egipcia, representó el mal, una dualidad que indefectiblemente han tenido los hombres al contar las historias y de la que ni se salvaron los dioses al querer hacerlos a semejanza de los mortales con sus miserias y virtudes; era originario de la ciudad agrícola de Kom Ombo, en el alto Nilo, y se le tuvo como una deidad del desierto, siendo temido por su cualidad de constructor/destructor, asociado con las tormentas de arena del desierto. Mató a su hermano Osiris, padre de Horus.

Horus, el otro interviniente en esta historia, sobrino del anterior como ya he dicho, era producto de unas relaciones incestuosas entre su padre, Geb (la tierra de Egipto) y su hermana Nut (el cielo) y a su vez, Horus, se casó también con su hermana Isis, algo muy corriente en las religiones antiguas, basta saber que Eva, en el Antiguo Testamento, tuvo que tener relaciones sexuales con sus hijos para reproducir la especie humana por el mundo y algo parecido le ocurrió a Noé y su familia.

Con este lioso entramado de consanguinidad todo puede complicarse aún más rizando el rizo, ya que según cuenta la leyenda, y ya entrando en la historia mitológica de la lechuga, Seth intentó violar a su sobrino Horus con el fin de acusarlo ante los dioses de ser indigno para gobernar Egipto. A su vez, en un gran entramado de estrategias, Isis, la hermana y esposa de Horus, recoge el semen de su marido y lo deposita entre las hojas de una lechuga, la cual sirve de desayuno a Seth el día del juicio ante los dioses. Una vez en el juicio Horus invoca a su semen para que se presente allí donde esté y, para sorpresa de todos, éste se manifiesta sobre la cabeza de Seth en forma de globo o disco, algo que nunca llegué a entender, a no ser que pusiera la lechuga como sombrero, ya que por lógica debería haber aparecido en otro lugar de la cabeza. Ante esa evidencia el tribunal divino decide que Horus sea coronado rey de Egipto. (Bibliografía tomada de J. Gwyn Griffiths, ‘The Conflict of Horus and Seth from Egyptian and Classical Sources‘. Liverpool, 1960); (H. Te Velde, Seth, God of Confusion. Leyden, 1967).

Legumbres y otras flatulencias

Los garbanzos y los gases nada nobles.

Tuvieron una gran importancia en la dieta de los egipcios, existiendo constancia de su uso en la alimentación entre 1580 y 1100 a. C., aunque no se descarta que fueran usados desde épocas remotas, ya que esta legumbre fue una de las primeras domesticadas por los seres humanos en Konya, en la actual Anatolia turca. Era conocida en Egipto como ‘cara de halcón’ por su parecido con la cabeza de dicho animal, y se cocinaban poniéndolos en remojo para después cocerlos o freírlos con especias antes de hacer un guiso con ellos.

Los altramuces.

Los egipcios lo tenían en su dieta de diario enteros junto a los garbanzos y las lentejas, así como la harina que se producía e incluso el agua con los que se endulzaban.

Las lentejas.

Parte importante en la cotidianidad alimenticia eran las lentejas, buena prueba de ello la encontramos en ‘El banquete de los sofistas, IV,158 d, de Ateneo donde dice que las de Pelusio en el delta del Nilo se exportaban y en los papiros se revela que en la época helenística existían vendedores de lentejas cocidas.

Frutas para después de las comidas.

Los higos y la higuera: Se tiene constancia de la higuera en Egipto desde la Segunda Dinastía, periodo comprendido entre los años 2890 y 2686 a.C. estando considerada uno de los alimentos habituales de todas las clases sociales del país.

Pájamo, griego de ascendencia egipcia que vivió en el siglo I a.C., hace las siguientes recomendaciones para que los higos secos se conserven sin pudrirse de forma sumamente ingeniosa: «Los higos secos se conservan sin pudrirse si metes tres higos secos en pez líquida, colocas cada uno en el fondo de una vasija y echas higos secos hasta la mitad, a continuación otro de los higos empegados, de nuevo higos secos hasta llenar la vasija y por último el tercero de los que empegaste.

Se conservan buenos muchísimo tiempo si se cuelgan en una cesta sobre un horno de campaña después de sacar el pan y se echan luego en una vasija nueva sin empegar.

Pero hay que arrancar los higos junto con el pedúnculo del que penden, salpicarlos al sol con salmuera hervida con aceite, ponerlos en el recipiente y embadurnar éste con barro. Tienen que recibir el rocío durante una noche y ser colocados en un recipiente«.

 Por lo que hemos visto, a modo de ejemplo, hasta ahora hay que comprender que la higuera (Ficus carica L.) fue uno de los grandes frutales de la antigüedad clásica, como otros cultivos domesticados del Próximo Oriente junto con su pariente ‘F. sycomorus‘, el sicomoro, que sustituye a la higuera en regiones africanas cálidas, llegando al Sudán.

Cleopatra, como todos sabemos, murió a los 39 años envenenada por una serpiente áspid que le hicieron llegar dentro de una cesta de higos, burlando de esta forma la férrea vigilancia que le había puesto Octavio para que no se suicidara.

Un tubérculo hoy muy valenciano.

La juncia o la chufa, que no se sabe a ciencia cierta cuál era de las dos, pero se cocía y  cultivada desde el Neolítico, ya que se han encontrado restos tanto en ofrendas a los muertos como en los intestinos de las momias. De igual forma se conoce, gracias a la arqueología, que estos tubérculos eran utilizados como parte de la dieta alimenticia del pueblo, tomada cruda o seca y después prehidratada con agua. También se tiene conocimiento de su utilización como base de un tipo de postre que se hacía moliendo las chufas hasta conseguir una harina sin refinar, la cual se mezclaba con miel antes de hornearla y algunas veces mezclada con dátiles, como se puede comprobar en los jeroglíficos existentes en la tumba Rekhmire de Tebas, que fue el visir del faraón Tutmosis III (1504-1450 a.C.), donde en el lado derecho de la sala transversal obra la siguiente inscripción, cuya traducción se le debe a Edda Bresciani: «Majad una cantidad de tubérculos de chufa en un mortero; tamizar la harina cuidadosamente; añadir una taza de miel y amasar; verter la pasta en una cacerola de metal; ponerla al fuego añadiendo un poco de grasa; cocer a fuego lento hasta que la pasta se endurezca; dorarla sin quemarla; hacer con ella panes cónicos«. Estos panes estaban reservados a la mesa del dios. Aún hoy este tipo de pastel se sigue haciendo y es muy popular en Egipto.

Frutas para antes y después de las comidas.

Aparte de los higos era el sicomoro una fruta consagrada a la diosa Hathor, lo que nos da idea, al sacralizarlo, lo importante que era en la alimentación.

Los frutos de la persea se consumían frescos, desecados o en harina; también comían los dátiles del desierto, las nueces de la palmera dum, las algarrobas eran usadas en medicina por ser digestivas y ya desde la XIX dinastía, y gracias a los intercambios con los pueblos asiáticos, conocieron el manzano, el granado y el olivo y los agrios no llegaron a conocerlos hasta le época grecorromana.

Otras frutas como el melón formaban parte de la alimentación desde antiguo.

Las carnes de animales que estaban para comérselos.

En la variedad estaba el gusto.

A la hora de comer animales mamíferos no hicieron demasiados ascos los egipcios y nos encontramos que desde el comienzo de su civilización aplicaron el dicho de ‘todo lo que se menea a la cazuela’ y así se zamparon antílopes, gamos, asnos salvajes, ovejas y cabras entre otros animales de su muy variada fauna.

Los egipcios predinásticos domesticaron, o al menos eso intentaron, todo tipo de animales cuadrúpedos con mejor o peor fortuna, como fue el caso del oryx, el íbice, la cabra montesa, las gacelas e incluso las hienas, siendo precursores del anuncio sobre cierto juego moderno de que ‘se admite hiena como animal de compañía’.

De todos estos animales domesticados prevalecieron los ya experimentados en las llanuras de Konia, en lo que hoy es parte de Turquía, y así los rebaños de ovejas, cabras, bóvidos y cerdos, estos últimos con ciertas reservas, formaron la despensa de proteínas del pueblo, aprovechando igualmente sus derivados lácteos.

El cerdo, con perdón:

A finales del siglo II de nuestra era Claudio Eliano en su ‘Historia de los animales’, libro X, hace una anotación muy interesante sobre el cerdo en Egipto  y las razones para su no consumo por esta sociedad, diciendo entre otras cosas: “La cerda, llevada por su glotonería, no respeta incluso a sus propios hijos, y, por supuesto, si encuentra el cadáver de una persona, no se abstiene de él, sino que se lo come. Precisamente por eso los egipcios llegaron incluso a aborrecer a este animal por asqueroso (apreciación esta compartida también por Herodoto) y porque, en su voracidad, no respeta nada”. Más adelante continúa: “Y ha llegado a mis oídos que el propio Manetón, varón que alcanzó la cumbre de la sabiduría, dijo que el que  prueba leche de cerda se llena de costras y de lepra, enfermedades éstas que, por lo visto, detestan todos los asiáticos”. Bajo este asco manifiesto de los egipcios por el cerdo comenta sobre los sacrificios ante los dioses lo siguiente: “Los egipcios están convencidos de que la cerda es sumamente aborrecida y no digamos ya del sol sino incluso de la luna. Por eso, cuando celebran en honor de la luna esas fiestas tan concurridas, le sacrifican cerdas pero una sola vez al año, y en ninguna otra ocasión aceptan sacrificar este animal ni a la luna ni a ninguno de los otros dioses”. Hay que hacer una anotación al respecto, ya que Herodoto cuenta que además de a la Luna, sacrifican cerdos conjuntamente a Dionisio.

En otra parte de su libro parece entrar en contradicción cuando transcribe un pequeño fragmento de Eudoxo de Cnidos (390-338 a.C.) y que dice: “Los egipcios que respetan a los cerdos no los sacrifican porque, una vez sembrado el trigo, meten las manadas de cerdos que lo pisotean e introducen entre tierra húmeda para que quede con vida y no sea malgastado por las aves” y para comprenderlo que mejor  que acudir a las anotaciones de los agrónomos José Ignacio Cubero y Pedro Sáez en ‘Geopónica o extractos de agricultura de Casiano Baso’ donde advierten que en ese punto es necesario señalar que los egipcios del delta del Nilo comieron cerdo con fruición, no así los de Alto Egipto, pero desde el Imperio Nuevo fue alimento en todo el país.

No estaría completa la referencia al cerdo si no citara, de nuevo, el trabajo que obra en nuestra web de Rosa Pujol (ver dirección en bibliografía) y que completa lo narrado así: “Pero hay otros puntos de vista con respecto al papel jugado por los cerdos en la dieta de los egipcios.  En el templo funerario de Ramses III en Medinet Habu, hay una lista (la nº 45) en la que se mencionan cerdos como ofrendas para una fiesta en honor del dios Nefertum.  Amenofis III donó 1000 cerdos y 1000 cochinillos al Templo de Ptah en Menfis, y, según el decreto Nauri, se criaban cerdos en los dominios del Templo de Seti I en Abydos.  También se los menciona en la biografía de Methen, de la III dinastía.  Y en tiempos de Sesostris I existía un cargo de «supervisor de los cerdos», por lo que debían ser lo suficientemente abundantes y valorados.  También encontramos cerdos en los textos de Deir el Medina y en contextos médicos como el papiro Ebers, donde se recetan sus dientes para curar la tos y los forúnculos, y su grasa para aliviar la rigidez de las articulaciones y estimular la circulación de la sangre.

   La evidencia más abrumadora en favor del consumo de la carne de cerdo nos la proporcionan los restos de estos animales.  En los inicios de la época dinástica, se encuentran más frecuentemente huesos de cerdo que de ovino o vacuno, especialmente en el Delta (Ma’adi, Merimde, Beni Salame, Buto y Helwan).  También se ha comprobado que la mayoría de artefactos domésticos de hueso estaban hechos precisamente con huesos de cerdo.  En el Alto Egipto se han encontrado restos de huesos de cerdo en Armant, Abydos y Malkata.  Y Barry Kemp, director de la excavación británica en el Egipto Medio ha encontrado en el pueblo de los trabajadores huesos de cerdo con marcas del despiece, así como cierto número de pocilgas.

   Por lo tanto, la presencia de cerdos en los asentamientos resulta indiscutible, aunque sea escasa en el contexto funerario.  Esto puede deberse a la asociación del cerdo con el dios Set.  También pudiera ser que el cerdo fuese tabú solo en determinadas circunstancias, o para determinadas personas.

   Siendo el cerdo un animal muy fácil de criar, de fácil reproducción y mínimas atenciones ya que come desperdicios, pudiera ser que se considerara comida barata propia de gentes de clase baja.  Este afán tan humano de aparentar podría ser la explicación de la ausencia del cerdo en las representaciones de las ofrendas funerarias. No olvidemos tampoco que las tumbas decoradas eran propiedad de personas de cierta posición, que podían permitirse ofrendas de carne más valiosa”.

Toros, vacas y otras lecherías.

matanzavacaEs difícil hablar de la cultura egipcia y no hacer mención a los bóvidos, los cuales estaban muy ligados a todos los aspectos de sus vidas, como iremos viendo en la lectura de este estudio. Desde animal de carga a alimenticio y motivo de culto religioso, el buey y la vaca fueron uno de los elementos aglutinadores y de progreso de toda esta civilización.

Quizá fue el rey Narmer (3050 a.C.) el primero que introdujo en la religión el culto al toro en el periodo protodinástico. Existe una tabla del rey, rica en símbolos religiosos relacionados con el culto al soberano, donde lleva ya los signos de la unificación de los dos reinos en que estaba dividida entonces la región: el Alto Egipto y el Bajo Egipto. El rey Narmer aparece en dicha tabla en distintas actitudes, mientras acepta ofrendas, pisa a un enemigo vencido o, en forma de toro, destruyendo las murallas de una ciudad enemiga.

Hay veces que resulta más instructivo conocer la historia desde distintas ópticas, la de los propios personajes que la forjaron y la de los visitantes que, de forma crítica o interesada, nos dejaron constancia de aquello que vieron. Por eso he recurrido a personajes tan dispares como los que encontrará a continuación y con los que diseccionaremos, como si fuera con un bisturí, no sólo lo que nos contaron, sino también el contraste que a nuestros ojos puede ofrecernos el choque de las distintas percepciones de la realidad, como consecuencia de la disparidad en el concepto de la religión, la política o, lo que es más importante, el comportamiento y aprendizaje social de cada uno de ellos.

En primer lugar he recurrido a Herodoto de Alicarnaso (484-425 a.C.), en concreto a sus ‘Nueve libros de la historia’ y donde en su libro II, dedicado a la musa ‘Euterpe’, en su parte primera, nos narra las costumbres alimenticias, sociales e incluso higiénicas de los egipcios, datos tomados de su viaje a dicho país que duró tres meses.

En su apartado 37 nos narra, si se lee entre líneas, algo que nos puede dar idea de lo sucios que podían llegar a ser los griegos de aquella época, sobre todo cuando leemos que los egipcios son sumamente supersticiosos, mucho más que todos los hombres, porque, entre otras cosas, en sus ceremonias bebían en vasos de bronce, los cuales limpiaban todos los días, algo que cuenta como excepcional, me refiero a limpiar los vasos, pero no termina ahí su sorpresa ante el aseo y limpieza, ya que continúa contando que los sacerdotes se rapaban todos los pelos de su cuerpo a diario para “que ni piojo ni sabandija alguna se encuentre en ellos”, con lo que se deduce, que los griegos, con sus barbas y largos pelos debían llevar consigo una fauna variada de pequeños animales. Sigue contando que los sacerdotes, esto debió maravillarlo, se lavaban dos veces al día y dos por la noche con agua fría, todo esto le lleva a pensar que se justificaba por las ventajas que les reportan “pues no gastan ni consumen nada de su propia hacienda; se les cuecen panes sagrados y a cada cual le toca por día gran cantidad de carne de vaca y de ganso; también se les da vino de uva; pero no les está permitido comer pescado”, haciendo posteriormente referencia (esta nota es marginal) a que las habas estaban consideradas como legumbres impuras y nadie las comía.

Ya en su apartado 38, Herodoto, habla de los bóvidos, los cuales dice que pertenecen a Épafo, antiguo rey egipcio, que según la mitología era hijo de una vaca, que cuando nació no lo era y me explico: resulta que la mujer del dios Zeus, que era celosa de esas de armas tomar, la convirtió en ese animal, sería por las tetas que miraba su marido de soslayo, la cual, para más INRI la castigó con un tábano que la perseguía dándole la lata; la pobre harta de tanta monserga caminó y caminó hasta llegar a tierras de Egipto, una vez allí los acontecimientos le dieron la razón a la celosa, ya que Zeus se lió a acariciarla, y de tanta caricia nació el tal Épafo, pero antes, tras tanto toqueteo y sus consecuencias, se había convertido en mujer de nuevo, que ya la mitología tenía imaginación.

Pues bien, aparte del dios a los que pertenecían estos animales rumiantes, en el apartado 38, Herodoto, nos cuenta que los sacerdotes los examinaban milimétricamente y si le encontraban aunque sólo fuera un solo pelo negro lo tenían por impuro; ¿Qué ocurría si la res era pura?, pues muy fácil, le sacaban la lengua para ver si tenían un estigma en ella, del cual hablaré más adelante, y también observaban si la cola o rabo le había crecido naturalmente. En el caso que fuera puro, por todas estas señales, el sacerdote le ponía enrollado en su cuerno un papiro, a modo de denominación de origen en estos tiempos, o le pegaban, a manera de lacre, tierra o barro con un sello. Los animales impuros, que tenían un solo pelo negro, sì se sacrificaba para su consumo, el infractor merecía la pena de muerte, estrictos que eran ellos para estas cosas.

En el apartado 39 ya nos cuenta la forma de sacrificar a los bóvidos como ofrenda religiosa, que era de la siguiente manera: “Conducen la res ya marcada al altar donde sacrifican; prenden fuego; y luego al pie del altar derraman vino sobre la víctima y la degüellan invocando al dios; después de degollarla, le cortan la cabeza. Desuellan el cuerpo de la res y cargando de maldiciones la cabeza, se la llevan; donde hay mercado y mercaderes griegos establecidos, la llevan al mercado y la venden; allí donde no hay griegos, la arrojan al río. Maldicen a la cabeza diciéndole que si algún mal amenaza a los que hacen el sacrificio o a todo Egipto, se vuelva sobre esa cabeza. En cuanto a las cabezas de las reses sacrificadas y a la libación del vino, todos los egipcios observan las mismas normas para todos los sacrificios, y por esta norma ningún egipcio probará la cabeza de ningún otro animal”.

Ya en el apartado 40 se explica el proceso a seguir una vez liquidado el animalito: se le extraían las entrañas, las cuales, dependiendo el tipo y modelo de sacrificio, eran quemadas, posteriormente, habiendo dejado en el cuerpo las asaduras y la grasa, le cortaban las patas, la punta del lomo, las espaldillas y el pescuezo; una vez realizada esta operación se rellenaba el buey de pan de harina pura, miel, uvas pasas, higos, incienso, mirra y otros aromas; una vez relleno lo quemaban, derramando sobre él aceite en gran abundancia, eso sí, antes ayunaban los sacerdotes, sería para tener más hambre, y mientras el alimento se hacía se daban goles en el pecho sin descanso, imagino, siempre en plan humorístico, pensando: ‘esto es para mí’, cosas de las religiones, que siempre fueron el opio de los pueblos y que me recuerda una canción a ritmo de jota aragonesa que dice: ‘Si los curas comieran chinas del río no estarían tan gordos los tíos jodíos’.

Para terminar con Herodoto recurriremos a su apartado 41 de su segundo libro, donde se llega hasta el erotismo, tras indicar que todos los egipcios sacrifican toros y terneros puros, pero nunca vacas por estar consagradas a la diosa Isis, y conociendo que ellos, los griegos, sí las comían,  dice lo siguiente: “Los egipcios, todos a una, veneran a las vacas muchísimo más que a todas las bestias de ganado. Por ese motivo, ningún egipcio ni egipcia besaría a un griego en la boca, ni se serviría de cuchillo, asador o caldero de un griego, ni probaría carne de buey puro trinchado con un cuchillo griego”.

Concluye, ya definitivamente Herodoto con el entierro de los bueyes con las siguientes palabras: “Sepultan del siguiente modo a los bueyes difuntos: echan las hembras al río, y entierran a los machos en el arrabal de cada pueblo, dejando por seña una o entrambas de sus astas salidas sobre la tierra. Cuando está podrido y ha llegado el tiempo fijado, arriba a cada ciudad una barca que sale de la isla llamada Prosopitis. La isla está en el Delta, la cual tiene nueve esquenos de contorno. En esta isla Prosopitis hay entre otras muchas ciudades, una de donde salen las barcas destinadas a recoger los huesos de los bueyes; el nombre de la ciudad es Atarbequis, y en ella se levanta un venerable santuario de Afrodita. De esa ciudad parten muchas gentes para diferentes ciudades; desentierran los huesos, se los llevan y los sepultan todos en un solo lugar. Del mismo modo que a los bueyes sepultan también a las demás bestias, cuando mueren, pues en este punto tal es su ley, y en efecto, tampoco a éstas matan”.

En el siglo II de nuestra Era, Claudio Eliano, del que hice  referencia, nos desvela los misterios religiosos de los egipcios y su adoración por los bueyes, porque no sólo fue el dios Apis el único como veremos según avancemos en su recopilación de la historia.

Como Herodoto, Eliano, nos dice que Apis es un dios que se manifiesta a los egipcios en cuerpo y alma, también nos cuenta que nació de una vaca, sobre la que cayó una luz celestial que fue la causa de la fecundación de dicho animal, y ahora vienen las controversias, ya que no existe religión que no la tenga, cuando dice: “Los griegos lo llaman Épafo (en esto parece coincidir con Herodoto) y determinan su filiación diciendo que Io de Argos, hija de Unaco, fue su madre. Pero los egipcios rechazan esa historia teniéndola por falsa y utilizan como testigo los buenos oficios del tiempo. Dicen, en efecto, que Épafo nació en fecha tardía y hasta reciente, y que, en cambio, el primer Apis había anticipado su venida al mundo en un montón infinito de miles de años”.

Como ya hemos leído, para ser un buey Apis, o la reencarnación de dicho dios, el animal elegido debía tener una serie de señales que lo identificaran, aquí nos aclara Eliano que deben de ser veintinueve, aunque no nos explicita cuales deben de ser todas, ya que, según nos dice, hay algunas que constituyen símbolos de diferentes objetos y que no son de fácil precisión para ojos profanos e ignorantes en cuestiones de identificaciones de carácter divino; sólo nos desvela algunas de ellas con estas palabras: “La verdad es que ellos dicen que hay en el buey otras señales que muestran a escala reducida el desbordamiento del Nilo y la estructura del Universo. Pero es que, además, verás hasta cierta señal que, según ellos pretenden, simboliza que las sombras son más antiguas que la luz”.

Eliano nos cuenta que hay señales que anunciaban a los egipcios el nacimiento del dios, de ahí copiaron los judíos para su Nuevo Testamento, en concreto los cristianos, las señales que anunciaban la venida del Mesías y que está en el Evangelio de San Lucas 2,11. Éste nacimiento es percibido por “algunos de los doctores sagrados, a quienes asiste la ciencia, transmitida de padres a hijos, que los capacita para conocer al dedillo la prueba relativa a las señales”.

Una vez localizado el ternero, estos sabios, siguiendo, según dice, las prescripciones de Hermes, construían una casa donde viviría el animal durante una pequeña temporada, la cual debía estar orientada hacia el este o hacia el sol naciente y que tenía que ser lo suficientemente espaciosa como para albergar tanto a la madre como a otras vacas nodrizas, ya que su periodo de lactancia debía ser de cuatro meses. Una vez desarrollado el ternero, “justo a la hora en que empieza a salir la luna nueva” salían a su encuentro doctores y profetas sagrados, los cuales llevarían al animal a la capital, Menfis, sitio en donde viviría en su templo. Este templo-vaquería debía tener todas las comodidades para dar al nuevo dios una vida placentera, así que estaba equipada con todas aquellas cosas que le hicieran agradable su estancia, como era un lugar para correr, jugar con el polvo, hacer ejercicios, establo de vacas de la más bella estampa para su desahogo sexual y pozos y fuentes de agua fresca, nunca agua del Nilo porque, según los sacerdotes, el agua dulce engordaba y era mejor.

Continúa Eliano recreándonos con los eventos y festejos que se celebraban a la llegada del buey con estas palabras: “Sería largo de contar las procesiones que mandan, los actos sagrados que celebran los egipcios cuando sacrifican víctimas por la venida del nuevo dios, las danzas que organizan, los banquetes y reuniones festivas que llevan a cabo y cómo todas sus ciudades y aldeas sin excepción andan de continuo en un ambiente de sana alegría”.

Pero deberíamos preguntarnos: ¿Qué pasaba con el verdadero dueño del ternero?, la respuesta es que a los ojos de todos era una persona admirada y venerada.

Otra pregunta que debemos hacernos es la utilidad que tenía un buey adorado ¿si, aparentemente, no servía para nada?, duda que nos despeja Eliano cuando nos dice:”Bien se ve que Apis es excelente adivino que no hace sentar, ¡por Zeus!, a muchachas o mujeres de avanzada edad sobre trípode alguno, y que en absoluto se impla de bebida sagrada, sino que sucede esto: uno, cualquiera, ruega a este dios que le aclare algún asunto, y unos niños que se divierten fuera y brincan al son de las flautas, volviéndose inspirados, enuncian en verso las respuestas del dios, una a una, con el resultado de que sus enunciados son más verídicos que los sucesos ocurridos a orillas del Sagra”, aquí Eliano hace referencia a una batalla ocurrida a orillas de dicho río, que no está identificado geográficamente y que posiblemente esté situado en la región de Calabria en Italia, en donde el pueblo locrio venció, con la ayuda de los dioscuros, a los crotones, cuyas fuerzas eran diez veces superiores.

A continuación Eliano nos revela parte de ese mundo oculto de las religiones, donde el pueblo no puede tener acceso, y nos dice: “Cierto relato de los profetas, no conocido por todo el mundo, cuenta que Menis, rey de los egipcios, se dio a pensar en un animal de condición tal como para venerarlo en vivo, y que, a renglón seguido, había optado, claro está, por el buey, plenamente convencido de que es él, entre todos los animales, el de más bella estampa, siguiendo Menis al pie de la letra, según dicen, el juicio que a Homero le merecen estos animales, por eso que Homero dice en la Iliada (II,480): ‘Como en la vacada destaca enormemente del total de reses un buey, concretamente el toro padre: en efecto, sobresale entre el montón de vacas…’”.

Pero no era Apis el único buey sagrado de los egipcios ya que Eliano nos habla del buey Mnevis que estaba consagrado al sol, mientras Apis lo estaba a la luna, y cuya historia es la siguiente, siempre desde una perspectiva partidista e influenciada políticamente, ya que habla del faraón Bócoris (Siglo IX a.C.), el cual fue el que expulsó a los judíos de Egipto, y que este autor desprestigia diciendo que tenía una gloria engañosa y una fama, que no contaba de él nada verídico, ya que daba la impresión de ser justo en sus atinados juicios y de tener dispuesto su espíritu para la piedad, pero que, por el contrario, demostró que aquella apariencia de excelente legislador era en realidad todo lo contrario, sin decir los motivos que justificaran dicha opinión sobre éste faraón, sólo termina con esta frase: “De momento omito los más de los datos que así lo evidencian, menos qué fue lo que hizo a Mnevis, por ganas de molestar a los egipcios”. A continuación narra la historia o la leyenda de lo ocurrido con estas palabras: “Trajo un toro salvaje para que se le enfrentara. Y ocurrió que Mnevis empieza a mugir, y el advenedizo respondió a sus mugidos. A continuación, el extraño, llevado de su furia, se lanza, deseoso de caer sobre el toro amado del dios, pero resbala y, yendo a caer sobre el tronco de un árbol perséa, quedó sujeto a él por el cuerno, y entonces el otro, Mnevis, lo mató corneándolo en el costado. Bócoris quedó avergonzado, y los egipcios desde entonces lo aborrecieron”. Resulta extraño el desprecio que muestra Eliano por este faraón, ya que según se desprende de lo encontrado arqueológicamente, fue un legislador bueno, protector de las masas agrícolas del país, dictando leyes, para entonces revolucionarias, en las que reglaba las prácticas judiciales, los prestamos e intereses, incluso reglamentó el mismo poder del faraón.

Tras esta descripción Eliano termina de narrar la historia de los bueyes sagrados de Egipto, haciendo la siguiente aclaración, que resulta, como mínimo, curiosa: “Y si alguien considera una soberana falta de respeto al lector ir a caer en los mitos dejando de lado la historia natural, es tonto, pues digo cuanto ocurre hoy a propósito de estos toros, cuanto ocurrió entonces y cuanto he oído decir al respecto de los egipcios. Resulta, pues, que no son mitos, ya que la mentira resulta a ese pueblo la cosa más detestable”.

No sería la historia totalmente creíble o, por lo menos, fiable si sólo buscáramos la opinión de un solo autor, ya que éste podía llevarnos a engaño, ya sea por influencia cultural, por desconocimiento del medio o incluso parcialidad en lo que cuenta, por eso he recurrido a otro autor de la época, Gayo Plinio Secundo (siglo I d.C.), del que ya he comentado otros pasajes de su libro ‘Historia Natural’ en otros trabajos.

En su libro VIII, 71,84, Plinio cuenta que el buey Apis debe de tener, como señal, en el lado derecho, una mancha blanca en forma de cuernos de luna creciente, y una nubosidad o mancha debajo de la lengua, que los egipcios llamaban ‘cantharus’, que en realidad debería tener forma de escarabajo.

Inmediatamente después nos desvela algo que se le escapó a Eliano, el animal tenía fecha de caducidad, dicho con un lenguaje vulgar, ya que si sobrevivía más de 25 años, o mejor dicho, justo con esa edad, era sacrificado, contándolo de la siguiente forma: “No permite la religión que sobrepase unos determinados años de vida y, hundiéndolo en la fuente de los sacerdotes, lo matan, dispuestos a buscar durante el luto otro con el que sustituirle; hasta que lo encuentran muestran su aflicción, incluso afeitándose la cabeza; sin embargo nunca se busca durante mucho tiempo”.

Una vez encontrado el ternero coincide en todo con Eliano, aunque es más preciso en los detalles, por ejemplo dice que cuando es llevado a la ciudad de Menfis lo hace acompañado de cien sacerdotes, algo que el otro autor no se detuvo en contar, para él eran una multitud; también nos desvela otro detalle, una vez que entraba en la ciudad, muy interesante: “Esta ciudad tiene dos templos, a los que llaman ‘tálamos’, que sirven de augurios a los pueblos; que el animal haya entrado en uno es un buen presagio, que lo haya hecho en otro anuncia sucesos terribles”.

Sobre la función adivinadora de este animal sagrado, que era la finalidad que tenía, cuenta que daba respuesta a los ciudadanos particulares cogiendo comida de la mano de los que le consultaban, y dice que rechazó la que le ofreció Germánico César (año 15 a.C. – 19 d.C.), general romano que era sobrino e hijo adoptivo del emperador Tiberio y padre de Calígula y Agripina, el cual poco tiempo después de este suceso murió envenenado por el propio Tiberio, según Suetonio en su obra ‘Tiberio’ y Tácito en ‘Anales’.

Independientemente de comer o no de la mano, lo que tenía indudablemente un sentido positivo o negativo, radical y directo, no aportaba nada a sus dotes de adivinación, para eso, y también coincidiendo con Eliano, dice que generalmente lo mantenían apartado, no iba a estar el animalito todo el día trabajando, pero cuando irrumpía en una reunión, unos lictores, especie de agentes judiciales actuales, iban abriéndole paso, cerrando la comitiva un grupo de muchachos que entonaban cantos en su honor, como vemos todo coincide con lo ya leído; estos grupos de jóvenes, nos cuenta Plinio, entraban en trance de repente y predecían el futuro del interesado.

Nos sigue contando Plinio que una vez al año, en época de celo, le soltaban una vaca para que diera rienda suelta a sus instintos sexuales y de reproducción; dicha vaca debía de tener unas marca propias, aunque distintas al buey y, ese mismo día, una vez montada por el macho sagrado, se le daba muerte; nunca acto tan placentero tuvo un final tan cruel en la historia, mejor seducida y abandonada que eso o, incluso mejor, en tono de humor, reina por un día y madre para toda la vida.

Por otra parte Eliano, en su libro XII, 11, nos cuenta que los egipcios veneraban a otro toro negro que llamaban Onufis, al cual le crecía el pelo contrario al de los demás toros y nos narra: “Resulta que, de todos los toros, éste es el de mayor tamaño, incluso superior al de los toros de Acogen, que los tesprotas y epirotas llaman gordos y cuyo origen hacen derivar de la casta de los bueyes de Gerión, el citado toro se alimenta de alfalfa”, casi todo éste capítulo procede de Aristóteles; por otra parte hacer la aclaración que Gerión se cree que fue un rey de Tartessos que habitaba en la zona de la bética, río Guadalquivir, en el sur de España. Gerión es citado en la literatura griega por ser el rey al que Hércules de robó los toros en uno de sus Trabajos.

Pero no sólo el buey era adorado en Egipto, ya que Eliano nos cuenta que en una pequeña ciudad de nombre Cusas adoraban a Afrodita, a quien llamaban Celestial. Honraban también a la vaca, y la razón de ello era que, como la diosa, poseían una poderosa excitación por la cosa sexual, hasta tal punto que lo deseaban más que los toros, fogosas dichas vacas como vemos. A tanto llegaba que trascribo: “Tanto es así, al oír el mugido del toro que la llamaba al apareamiento, arde en deseos de ellos. Y los que tienen experiencia de haber visto con ojos estos singulares hechos aseguran que una vaca oye, incluso desde una distancia de treinta estadios, a un toro cuando muge significándole con ello la señal convenida entre ellos y que habla de amor y apareamiento. Por otro lado, los egipcios esculpen y pintan a la propia Isis con cuernos de vaca”.

Según Rosa Puyol, transcribiendo lo que tenemos de su trabajo en nuestra web, los bóvidos que comían los egipcios “eran principalmente bueyes (machos castrados) y toros.  Aunque ocasionalmente se sacrificaba a las vacas, preferían la carne de buey, ya que al tratarse de animales castrados, engordaban mucho aunque comieran lo mismo que las vacas y los toros, y, por lo tanto, su cría era más económica.  Además, al no producir leche, los bueyes eran más apropiados para proporcionar carne que las vacas.  También se sabe que cebaban al ganado previamente al sacrificio.

   Había distintos tipos de bueyes, el iwa, o buey africano de gran tamaño, buena cornamenta y marcha rápida que con alimentación adecuada llegaba a ser enorme y pesado.  Lo vemos en las procesiones de Abydos y de Medinet-Habu.

   Los wndju eran unos bueyes mucho más pequeños y generalmente sin cuernos.

   Los nega eran otros bueyes de buena cornamenta, pero de carácter más huraño que los iwa y que no se dejaban cebar, por lo que siempre se los representa delgados.

   El buey llamado herysa era probablemente el más hermoso del establo”.

Otros animales que hoy nos darían asco comer.

Es cierto que hay alimentos, sobre todo de origen animal, que son aceptados o rechazados en la alimentación humana dependiendo de los pueblos sin que gastronómica o médicamente podamos demostrar tal tipo de aprecio o deprecio y así como una vaca entre los hindúes es motivo de rechazo, al igual le ocurre a los árabes con el cerdo o los gusanos en todo occidente. Estos alimentos sociales, por motivos religiosos o culturales, se pueden hacer intragables para unos pueblos o muy apreciados por otros, aún recuerdo el asco que me producía en Perú ver en los restaurantes la presencia en las mesas vecinas comer un roedor llamado cui que se presentaba abierto tal cual era el animalito o el asco que produce a los sajones vernos comer caracoles a los franceses y españoles, pues algo parecido nos puede ocurrir, sin ser una excentricidad, con los ratones que se comían los egipcios.

Estos pequeños roedores se han encontrado, al menos sus huesecillos, en el estómago de algunas momias, siendo también, como casi todo alimento, parte de la farmacopea, sobre todo por el aceite que sacaban de ellos y así podemos saber que eran cebados, antes de matarlos y comerlos, con frutos secos y pasas.

Otro animalillo comestible era el erizo de tierra como ya se cuenta en nuestro otro trabajo que tenemos en nuestra web escrito por Rosa Pujol y que trascribo: “Los erizos de tierra están frecuentemente representados como ofrendas en las mastabas del Reino Antiguo en Guiza y Sakkara.  Todos hemos visto representaciones de erizos en cerámica, terracota, etc. Pues bien, muy probablemente se los consideraba comida.  La preparación de los erizos era muy curiosa.  Primero, lógicamente se los mataba y evisceraba.  Luego los recubrían de una capa de arcilla y los colocaban al fuego para su cocción.  Después de cocinados, la capa de arcilla endurecida se rompía y se apartaba.  Esta arcilla se llevaba las punzantes espinas del erizo y dejaba solo la carne tierna y sonrosada.  En el Oriente Medio hoy en día se preparan platos de erizo, que son considerados un manjar”.

Gallinas, otras aves emplumadas y sus huevos:

aves

Existe documentación precisa sobre las primeras gallinas en Egipto, en tiempos de Tutmosis III (entre el 1500 y el 1450 a.C.), las cuales formaban parte de un tributo de un pueblo asiático, así mismo se sabe que también eran conocidas en Creta en esas fechas, aunque no se introdujo en la dieta del pueblo hasta finales de la época romana; hasta entonces el Nilo proveía de aves a los egipcios y así las ocas, patos, codornices, pichones e incluso pelícanos representaban gran parte de la dieta cárnica. Las ocas y los patos, desplumados se conservaban en grasa o en sal en grandes recipientes.

Fueron los egipcios los primeros en occidente que se dedicaron a la cría de estas aves, pollos y gallinas, pasando más tarde al mundo greco-latino. En España los primeros restos hallados pertenecen al siglo VII a.C. y se encuentran en las colonias fenicias de la costa de Malaca (la actual Málaga en España), de hecho los fenicios occidentales en sus estelas votivas del norte de África, en concreto en Túnez, representaron animales de corral, como pollos, palomas y conejo. El consumo de huevos era importante, uno de los ingredientes de la puls punica (plato netamente fenicio y cartaginés compuesto por harina, miel, queso fresco, huevo y agua), como demuestran las cáscaras descubiertas en las tumbas.

La caza de las aves se hacía por medio de bastones y redes y también se tenían algunas en cautividad en corrales donde se les alimentaba o cebaba a la fuerza, lo que indica que el hígado graso era muy preciado, lo que no hay que confundir con el foie-gras, que tiene una elaboración distinta, ver nuestro trabajo dedicado a este preparado.

En nuestro anterior trabajo, firmado por Rosa Pujol, se dice: “Las aves, así como sus huevos que sin duda consumían cocidos, aparecen profusamente en pinturas, relieves y esculturas.  Se las representa en escenas de caza, al ser capturadas por medio de bastones y redes,  y en los jardines y huertos como animales domésticos.  También están representadas  en corrales donde se les ceba a la fuerza.

   El sacrificio, cocinado y conservación de las aves son también temas recurrentes de las representaciones artísticas. La dieta de los antiguos egipcios incluiría perdices, codornices, pichones, palomas e incluso garzas, grullas y cigüeñas, así como todo tipo de aves acuáticas, entre las que destacan varios tipos de patos y ocas.  Todavía los egipcios actuales tienen debilidad por las aves, siendo las más valoradas las acuáticas y los pichones.

   En las tumbas del Reino Nuevo se han encontrado muchos ejemplos de patos asados o en salazón, así como de otros pájaros almacenados en ánforas.  También ofrendas alimenticias de ocas momificadas, patos y pichones.

   Como ya hemos mencionado, el ave más extendida en todo el mundo moderno, el pollo, fue desconocido en Egipto hasta el S IV a.C. hasta que llegó por Siria desde la India.  La única representación de un pollo en Egipto de época anterior a la ptolemaica es un dibujo a tinta en un pequeño ostracón encontrado por Howard Carter en Tebas.  No han aparecido huesos de pollo en ningún yacimiento arqueológico anterior a la época grecorromana.

   La pregunta que queda en el aire es como cocinaban toda esta variedad de aves.  Desgraciadamente nada parecido a un libro de cocina ha llegado a nuestros días para ilustrarnos sobre esto.  De modo que cualquier idea sobre la preparación de las comidas no pasa de ser una conjetura.  Podemos tener una ligera información acerca de las recetas gracias a los textos médicos, que son similares a los actuales libros de cocina.  Las recetas recopiladas por los escritores helenísticos, así como un recetario del S. I d.C. -escrito por el romano Apicio- incluyen algunos platos alejandrinos, que podrían ser similares, o derivados de los de época faraónica”.  

   Los huevos de todas las aves también formaron parte de la dieta del antiguo egipcio, ya que tenían acceso a ellos gentes de todas las clases sociales.  Sin duda los huevos de avestruz (equivalentes en tamaño a 23 huevos de gallina o veinte de pata) serían los más valorados.  Utilizaban también la cáscara en la manufactura de vasijas y cuentas.  En el periodo tardío también se incluían los huevos -a veces momificados- en las ofrendas funerarias.

Conclusiones finales sobre el consumo de carnes.

Si bien es cierto que casi todas las ofrendas cárnicas que se han encontrado en las tumbas procedían de bueyes no debemos sustraernos a la idea de una dieta variada sustentada proteicamente por otros animales, cómo hemos ido descubriendo, y de la que hay que situar en segundo lugar, tras la carne de bovino, la de cabras y ovejas, así como todos sus derivados, leche y quesos, siendo estas últimas, las ovejas, muy valoradas por el aporte de grasas que almacenaban en sus caderas y que tenía múltiples usos, como podían ser, aparte del alimenticio, para la elaboración de preparados farmacológicos, ungüentos y perfumería.

El despiece de las reses, por raro o curioso que nos pueda parecer, se hacía por secciones de las vértebras, consumiéndose casi la totalidad del animal, incluidas las vísceras, siendo el hígado el más apetecido y siendo tanto las patas y el rabo lo que estaba menos valorado del animal.

La cocina o la forma de cocinar de los animales de todo tipo sería en barbacoa, en forma de pinchitos o en guisos condimentados con verduras, ajos, cebollas y hierbas aromáticas, casi de forma parecida a como se hacen hoy día.

Ya desde la Primera Dinastía los derivados animales, como la manteca y los quesos estaban presentes en la alimentación de los egipcios, como lo demuestran los restos encontrados en jarras cilíndricas en las tumbas de Abydos, aunque no se pueda demostrar el uso del alumbre para cuajar la leche.

Con la sangre de los bóvidos sacrificados en los actos religiosos se hacían morcillas, toda una novedad, al menos para mí, porque entonces los embutidos deberían revisarse con respecto a su historia.

De las vísceras era el hígado el más preciado junto con el bazo del animal y las grasas eran utilizadas tanto para cocinar con ellas como condimento.

En cuanto a las aves representaban la gran reserva cárnica, ya que la de bovino, pese a que en algunos casos se desecaba para que durara más, era la menos consumida y así las aves, ya comentadas anteriormente, llenaban las mesas tanto asadas o cocidas o aprovechando sus grasas o conservadas en sal para un posterior provecho dentro de grandes cántaros.

Para dar gusto a las comidas.

A falta del azúcar, que era desconocida, ver nuestro trabajo sobre la historia del azúcar, era la miel principalmente la que se consumía para la elaboración de dulces y que procedía del delta del Nilo, ya que al existir grandes cultivos era propenso para desarrollar la apicultura; esta miel era conservada en recipientes cerrados con tapones sellados con cera.

Consumían dos tipos de sal, la del norte y la sal roja.

El vinagre se tienen serias dudas de que lo conocieran pese a su desarrollo vinatero.

Las plantas aromática eran las reinas de las espacias y así sabemos que utilizaban enebro, anís, cilantro, comino, hinojo, semillas de adormidera, no llegando la pimienta a las mesas hasta época tardía, siglo II d.C.

Tenían gran riqueza de aceites, tanto para cocinar como para aderezar los platos, aunque para freír se utilizaba primordialmente la grasa de oca, de cerdo o de buey. Existían los tipos oleosos de bak,k de nuez de marango, sésamo, lino, ricino, utilizándose el de oliva en escasas ocasiones..

En el papiro Turín se citan 300 medidas de aceite de Keftiu, procedente de Siria, y aceite del país de Sciasu, entre palestina y Siria.  

El pescado y los pescados, al natural y en conserva.

menna_pecesDe nuevo volvemos a encontrar un alimento formando parte de la mitología y la religión, en este caso un pez llamado mormyrus que formó parte de la mitología egipcia durante más de 5.000 años, según investigaciones de la Universidad de Navarra, y que se desarrolló contado de forma sucinta, para no aburrir, así: Set desmembró el cuerpo de su hermano Osiris y esparció sus restos por todo Egipto, Isis, su esposa, pacientemente buscó cada parte para recomponerlo, dando lugar a la creación de la división administrativa de las provincias, original forma por otra parte de aglutinar y cohesionar el sentido de estado, según el lugar de cada encuentro. Una vez que tuvo todo reunido faltaba una pieza a aquel puzle de restos humanos frankestiniano y este no era otro que el pene del dios que fue comido por un pez y que por fin pudo encontrar en la ciudad de Oxirrinco, una vez encontrado no tuvo la señora mejor idea que la de comérselo, quedando embarazada, y producto de aquella antropofagia mística sexual dio a luz a Horus que vengó la muerte de su padre al matar a su tío Set.

El pez mormyrus es autóctono del Nilo y casi en peligro de extinción en la actualidad, pero lo que llama la atención de su morfología es la forma de su boca, tipo trompa de elefante, de ahí seguramente la idea de asemejarlo a un pene dentro de la mitología y para ser fácilmente distinguido por el pueblo.

Por otra parte existen más de cien especies de peces en el río Nilo, entre los que se encuentran la perca que puede llegar a medir en edad adulta entre 1,20 y 1.35 metros, habiéndose encontrado algunos ejemplares que casi alcanzaron los dos metros y un peso de 200 kilos.

Gracias a la presa de Aswán, construida en los años 60 del pasado siglo, que creó el lago artificial más grande de toda África y que hizo florecer la fauna piscícola del Nilo, podemos saber que al menos 32 especies vivieron y viven en estas aguas, estando entre ellas el pez telapia y sus depredadores, como son el pez tigre y los grandes peces gato, toda una riqueza, que, como hemos leído anteriormente, bien echaban en falta los discípulos de Moises cuando su dios los castigaba en el éxodo con el maná, según el Corán y la Biblia de los cristianos.

No se habla en este trabajo sobre el gran depredador del Nilo, el cocodrilo, porque quizá nunca formó parte de la cadena alimenticia del pueblo, aunque sí, como casi todo, formaba parte importante de su mitología.

Pese a que los griegos dejaron testimonios sobre la prohibición de comer pescados (Diodoro y Herodoto) todo hace indicar la falsedad de sus informaciones, es difícil prescindir de dicha carne habiendo abundancia y así nos encontramos muchas representaciones de la pesca y almacenaje en tumbas, incluso se mencionan a los pescados como medio de pago a los artesanos de las tumbas de Deir el-Medina y en el papiro Harris se mencionan cantidades considerables de pescado entre el reparto de alimentos hechos a los templos de Tebas, On y Menfis:  441.000 pescados, sobre todo mújoles, mórmidos, clarias y peces de mayor tamaño como cromis y lates que necesitaban de dos hombres para su transporte (este párrafo está tomado de nuestro anterior trabajo que obra en nuestra revista escrito por Rosa Pujol).

En recientes fechas una misión de egiptólogos españoles de la universidad de Barcelona, dirigidos por el profesor Josep Padró, en las excavaciones que llevaban a cabo en la ciudad de Oxirrinco han hallado unos 1.200 peces enterrados en su necrópolis a modo de ofrenda, sin datar todavía la fecha de dicho enterramiento y sin saberse tipo de peces, algo que sorprende a los investigadores, por lo que es posible que se tengan que replantear el papel de los peces dentro de la cultura, la religión y la alimentación egipcia.   

Un trabajo interactivo que hice hace años muy bueno y que expongo sin falsas modestias.

Ante una propuesta para hacer los guiones y presentación de una serie de documentales, para una importante productora a nivel mundial, en la que se pretendía mostrar la historia de la gastronomía  comencé a hacer algunos bocetos básicos para entender mejor, de forma visual, las industrias, las viviendas y las estructuras en la que se apoyaron los humanos en todo lo relacionado con la alimentación y entre ellas se encuentra la que puede ver si pulsa aquí y en la que, de forma compacta e interactiva, se muestra una industria tipo egipcia que puede tomarse como arquetipo de aquella época, espero que les guste porque tuvo trabajo hacerla.

alimentos

Alimentación, gastronomía y glotonería:

Tras todos los antecedentes estudiados habría que preguntarse si el egipcio medio y la clase obrera pasaban hambre como en casi todos los pueblos del globo hasta fechas relativamente recientes. Todo hace indicar que, dentro de ciertas carestías, la alimentación era variada y relativamente equilibrada gracias a la gran fuente de recursos que la vena de vida, el Nilo, ofrecía a todos sus habitantes, porque como siempre, sólo ‘casi’, quedaron registros de los poderosos en el aspecto alimentario, algo en lo que muchos caen a la hora de hablar de la alimentación de los pueblos y donde muestran, equivocadamente, una cultura alimentaria de muy pocos y no de toda una sociedad determinada.

Bajo esta premisa bucearemos en lo que sabemos con respecto a algunos de los resto hallados y así nos encontramos, por ejemplo, con el ajuar funerario-alimenticio de una mujer que vivió en la segunda dinastía, sobre el año 3700 a.C., encontrado en Saqqarah y cuya comida para el viaje de aquella difunta se componía de una gachas de cereales, panecillos de cebada, queso, un pescado cocido sin cabeza y dos riñones de cordero cocidos.

En la tumba del arquitecto Kha y de su esposa, que se encontró intacta en la necrópolis de Deir el-Medina, en Tebas, y que data sobre el año 1400 a.C., una gran variedad de utensilios de cocina, así como alimentos, entre los que habría que destacar hogazas de pan, vino guardado en ánforas, harina prensada en vasijas, grasa animal, queso, trozos de carne de mamíferos y de aves salazonados, pescado seco, sal de cocina guardada en un recipiente de madera, ajos, cebollas, dátiles, uvas, frutos de persea, bayas de enebro y comino y que pueden observar si visita esta web que encontré mientras escribía este trabajo http://xy2.org/lenka/TurinKha.html

En el llamado papiro Anastasi IV encontramos una muy interesante relación de alimentos que llevó Ramsés, sobre principios de 1200 a. C., durante un viaje oficial, tanto para él como para su séquito, y que se componía de 10.000 galletas; 1.200 panes asiáticos; 100 cestas de carne seca; 300 piezas de carne; 250 puñados de vísceras de bueyes: 10 ocas desplumadas; 40 patos cocidos; 70 corderos; 12 especies de pescados; codornices; pichones de verano; 60 medidas de leche; 90 medidas de nata; 30 vasijas de granos y de pulpa de algarrobas; 100 cogollos de lechugas: 50 racimos de uvas corrientes; 1.000 racimos de uvas del oasis; 300 sartas de higos; 50 vasijas de miel de panal; 50 vasijas de pepino; 60 cestas o su equivalente a 120 manojos de puerros. Pero si hay algo verdaderamente revelador es el muestrario de aceites que se transportaron y se consumieron y así encontramos aceite del país (de sésamo y dulce de moringa); aceites importados de Chipre, del país de los Hititas, aceite nekeferter de Babilonia, aceite del país de Amor, aceite de Siria, aceite de Naharina. Como bebida una que denomina paur, cerveza siria y vino palestino.

Otro de los lugares donde encontrar recetas de cocina son los libros médicos y así encontramos en uno de medicina del siglo II d.C. la receta para hacer un plato de carne con verduras para aliviar a los enfermos del estómago que dice así: “Receta para cocer carne que permita curar las indisposiciones del estómago. Mezclar lirio con la carne de pichón cocida con carne de oca, hinojos, una medida de alubias, agua caliente, polvo absorbente; añadir una infusión de trigo y dos cabezas de achicoria; picar finamente, filtrar, beber”.

Las modas y los modales en la mesa evolucionaron con los tiempos, en un principio, según todos los murales conservados hasta hoy, al menos en las clases pudientes durante el Imperio Antiguo, los comensales se reclinaban sobre esteras ante una pequeña mesa baja como para dos personas y en la que ponían pan, la carne asada y las frutas, mientras en el suelo se ponían las bebidas (según R.Lepsius en Fenkmäler aus Aegyten…).

Más adelante cambiaron el suelo por asientos y las mesas llegaron a ser más altas, siempre hablando de los ricos, siendo servidos estos por criados que al final de las comidas vertían agua sobre sus manos, ya que no se utilizaban cubiertos, para limpiarlas, llegando a ser amenizadas dichas comidas con espectáculos de danza o música y toda una parafernalia de flores y ánforas decoradas para el vino o la cerveza.

Las representaciones de las cocinas de todas las épocas se pueden ver en, por ejemplo, en la tumba Ti de Saqqarah, para el Imperio Antiguo, a la tumba de Meketra en Imperio Medio de la novena dinastía, hasta la tumba de Ramses III en el Imperio Nuevo, aunque en este último se especula sobre lo que hacían dichos cocineros, ya que se piensa que no era comida y sí velas lo que fabricaban.

En el nivel doméstico del pueblo habría que pensar que en las casas, como los que existen en los medios rurales españoles por poner un ejemplo, existía un patio central y en él un horno de barro donde se hacía el pan y se trabajaba la comida en fogones, habiéndose encontrado también cocinas en las terrazas del tejado en viviendas de Al-Amarna, llegando a las casas donde sus propietarios tenían mayor poder adquisitivo con estancias dedicadas a la cocina, como fueron las que se descubrieron en Gurna de la época de Turmosis IV y compuestas de tres fogones, ánforas para el agua y canalizaciones para el desagüe.

Nada parece, en esencia, que cambió en miles de años con respecto a la cocina, sólo pequeños detalles tecnológicos, aunque la elaboración de alimentos se ha mantenido casi desde el comienzo de la humanidad.

Lo expuesto es una ínfima parte de todo lo que se está descubriendo tras un poco más de doscientos años y que los occidentales estamos estudiando sistemáticamente toda una cultura de más de tres mil años de vida y que, de seguro, nos deparará nuevas sorpresas, no quizá con nuevos hallazgos sino por el estudio de todo lo que ya se encuentra en los museos y que necesita tiempo para descifrar, asimilar e interpretar. 

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