La duquesa de Alba, la primera demócrata española a comienzos del siglo XIX

Carlos AzcoytiaPoco podían imaginar los sevillanos de finales del siglo XVIII, en concreto el 16 de enero de 1786, sobre el cambio radical que tendrían sus vidas tras una conferencia dictada a miles de kilómetros de su tierra, Turín (Italia), por el ‘protosocialista’ influenciado por Diderot, Coronel Capra, Segundo Director de la Sociedad Agraria de aquella ciudad, en la que ponía, quizá, los pilares de todo un cambio en las estructuras agrarias que desembocaron en la Revolución Francesa, que se produjo en 1789, y que ha perdurado hasta hoy por otros caminos y en otras revoluciones, porque hay que convencerse que nada, ni nadie, hace las cosas de forma espontánea, todo es consecuencia de antecedentes que lentamente van madurando en la mente de todos hasta llegar a materializarse.

Equivocado o no en mis apreciaciones, lo cierto es que en la conferencia a la que hago referencia del citado Coronel Capra, clamando en el desierto, tuvo la lucidez de proclamar una de las reformas agrarias, que de llevarse a efecto, habría frenado la ruptura entre el pueblo, la nobleza, la iglesia y los terratenientes en un mundo que cambiaba demasiado rápido como consecuencia del desarrollo y que intentaba romper con su pasado feudal poniendo las bases que llevarían al mundo a la Era Industrial, una de las épocas más apasionantes de la historia de la humanidad.

Para aquellos interesados adjunto extracto de dicha conferencia al final de este trabajo, aconsejando leerla pensando en el momento histórico en la que se dio y también, poniendo un poco de imaginación, en lo referente a la posible actualización que podríamos hacer sólo cambiando el nombre de terratenientes por la de bancos, para darnos idea que nunca hay nada  nuevo bajo el sol. Sigue leyendo

Un reglamento inútil: el de la Corporación de Confiteros de Madrid de 1871

Los gremios o uniones de profesionales se crearon o se cimentaron en la Edad Media para defender los intereses de aquellos trabajadores que tenían intereses comunes y se puede decir que fueron el germen de los modernos sindicatos y colegios profesionales, cuidando de esa forma la pureza de las especialidades, artesanas casi todas, tanto ante los poderosos como para defenderse del intrusismo, creando leyes internas que regulaban el ejercicio de la profesión y, con la unión, evitar la competencia desleal tanto de forma interna de la misma agrupación como externa. Sigue leyendo