Historia de un alimento en extinción: la tortuga de mar

A  todos los Donald Trump con el deseo que se extingan como las tortugas de mar

“La carne de esta Tortuga es tan delicada como la mejor ternera, y principalmente se aprecia aquella porción que está debajo de lo que se llama peto ó concha inferior, que es la del vientre, sobre la cual se dejan tres ó cuatro dedos de carne con toda la grasa que tiene, que es de un color verde. Todo el peto se mete en el horno, y se cubre con zumo de limón y diferentes especias. En cuanto á las otras partes de la Tortuga libre hay distintos modos de prepararlas; y aun los intestinos y las patas son tenidos por manjares delicados.

En general, la carne de esta Tortuga es muy sana y fácil de digerir, aunque muy substanciosa”.

Quien dijo esto, en 1788, no fue otro que el médico y naturista francés Louis Jean Marie Daubenton (1716-1799), uno de los más importantes biólogos de su época, compañero del más notable de todos, Georges Louis Leclerc (conde de Buffon) y qué de dicha unión nació el libro ‘Historia Natural de los Animales’.

La lectura en primer lugar de un libro científico era la de dar idea de la importancia que se le concedía a la carne de tortuga en los siglos XVI hasta el XX principalmente y que llevaron a casi la extinción de dichos animales en una depredación por parte de los humanos casi sin precedentes, como veremos a lo largo del presente trabajo, si tiene la paciencia de leerme.

Resulta extraño el no encontrar datos significativos de su consumo como alimento en la antigüedad, en parte porque iba en contra de preceptos religiosos, como el judío, y todas sus franquicias, que prohibía su consumo, y quizá, también, porque al ser las navegaciones costeras el abasto de los barcos estaban más o menos garantizados, siendo en la época de los grandes descubrimientos de nuevas tierras cuando su carne se revaloriza y se pone de moda ante la creencia, justificada, de que dichos reptiles curaban la terrible enfermedad del escorbuto en las largas travesías oceánicas. Sigue leyendo

Historia del mole en San Mateo Xalpa

Martha Delfin GuillauminHace un par de meses fui con Hugo, mi esposo, y nuestra hija Silvia de visita a San Mateo Xalpa, uno de los catorce pueblos de la Delegación Xochimilco de la Ciudad de México. Una querida alumna universitaria, Marisela, nos invitó a su casa para disfrutar de la comida hecha por su madre que tenía, al parecer, el turno de una mayordomía. Ese día domingo 21 de septiembre se celebraba la fiesta al santo patrono, San Mateo, y se realizaba una fiesta en el pueblo que, aparte de las deliciosas bebidas como el pulque o las ricas viandas, mazorcas de maíz hervidas o tostadas a las brasas, esquite y el pan de fiesta que se vendían en los puestos a lo largo de la calle, incluía juegos para los niños, un par de castillos de fuegos artificiales, el baile de los Chinelos, esos danzantes que “brincan” al bailar vestidos con atuendos de vivos colores y sombreros adornado con cintas y lentejuelas, y música de banda. Sigue leyendo

Chilacayote, un nombre náhuatl, un dulce rico

Martha Delfin GuillauminHace unos días, al leer uno de mis artículos para esta revista, una amiga colombiana me preguntó que qué son los chilacayotes y las tortillas de maíz azul, claro, yo lo expresé en español mexicano, es decir, usando términos en náhuatl que sirven en mi país para referirse al cereal y a diversos vegetales o frutos. Esa es la razón por la cual ahora trato de escribir este texto para hacer un breve comentario acerca de los referidos vocablos, o sea, chilacayote y maíz azul.

En mi escrito sobre Caltzontzin aparece, en una de las fotografías que tomé en esa ocasión que celebraban una feria gastronómica p’urhépecha en noviembre del 2008, una de las señoras cocineras que amasaba maíz azul en un metate. El maíz azul es una de las diversas variedades de este magnífico cereal que hay en México. Vale la pena aclarar que es un producto de la tierra americana, pero no en todas partes del continente se da de ese color, por ejemplo, en Mendoza, Argentina, no existe esta variedad y estando allá, cuando me casé y fui a vivir por un tiempo a esas hermosas tierras cuyanas en noviembre de 1987,  yo extrañaba las exquisitas tortillas de color azul que comía aquí en el centro de la República Mexicana. Precisamente en la Feria del Maíz y otras semillas nativas, celebrada el día 8 de marzo pasado en la Comunidad Vicente Guerrero, del Estado de Tlaxcala, pude comer quesadillas azules con huitlacoche, el hongo del maíz, bañadas con salsa picante. Fue entonces que mientras las comía bebí una rica agua de chilacayote. Sigue leyendo

Historia de la introducción en Suiza de la sopa de Rumford en 1800

Carlos AzcoytiaSiguiendo con la serie dedicada al hambre en Europa y la expansión por todo el continente de las ideas del conde de Rumford, en especial de la sopa que llevaba su nombre, nos vamos a detener en su llegada a Suiza y los efectos tanto beneficiosos como perjudiciales que produjo y su adaptación a la gastronomía de dicho país.

Pese a la miseria que pasaba el pueblo, con verdaderas hambrunas y un paro galopante, no tuvo desde sus comienzos buena acogida entre los más menesterosos, ya que al igual que el intento de introducir las patatas en la alimentación en Sevilla en 1573  o las sopas de sobre en 1779 para alimentar los ejércitos en Francia pocos años antes, casi crea revueltas populares al considerar, equivocadamente, que dicha sopa era agua sucia y poco sustanciosa y así encontramos lo que se decía en 1801 sobre ella y contra la finalidad con la que estaba siendo distribuida entre la población en los medios impresos: “Se pensó en introducir en los cantones más empobrecidos por la guerra la sopa económica; pero lo impidieron varias circunstancias, no siendo la menor dificultad la que oponía la falsa idea que de ella se tenía de que era clara y de poca sustancia. Los mendigos fueron los que principalmente se reunieron para declamar contra ella, como que su establecimiento les quitaba la vida vaga, licenciosa, ociosa y criminal en que se hallaban”. Sigue leyendo

Un acuerdo municipal contra la pobreza y el hambre en Leiva (Logrono) del año 1803

Carlos AzcoytiaEn la Rioja (Alta alavesa, en el original pero que no debería estar puesto por no ser verdad), de tan buenos vinos tintos, existe un pueblo llamado Leiva, situado casi equidistante de las ciudades de Vitoria al noreste, Logroño el sureste, que es su capital, y  Burgos al suroeste. En la actualidad, como casi todos los pueblos interiores, se está despoblando lentamente en una sangría que, si nada lo remedia, lo hará desaparecer; tiene, según el censo de 2006, 265 habitantes, de los cuales 132 son hombres y 133 mujeres. Prueba de su decadencia son sus 12 nacimientos en la década comprendida entre 1994 y 2004, contra 47 defunciones.

Lo importante, herencia del pasado, es su agricultura y que de seguro los lugareños no saben de su origen, me refiero al cultivo de patatas, pimientos, remolachas y otras verduras, ya que he visitado la web de su ayuntamiento y sobre lo que voy a contar, importante para conocer su historia, ni hacen mención.

Lo que leerá es consecuencia de mis investigaciones referentes a los comedores económicos, la cocina económica y la alimentación a cargo de las sociedades civiles que en la actualidad estoy elaborando y donde, entre otras cosas, me topé con un Acuerdo de su ayuntamiento, el de Leiva, de fecha 25 de diciembre del año 1803 en la que se aprobaba un reglamento para formar una asociación benéfica con el título de ‘Junta de caridad y bien público’,  donde daban el título de Protectora a una misteriosa ‘señora del pueblo’. Sigue leyendo