95 formas de cocinar las patatas en el siglo XIX

Carlos AzcoytiaAntes de entrar de lleno en la recopilación de la cocina de la patata del siglo XIX creo importante hacer la salvedad de comentar la preocupación de todas las sociedades, de todas las épocas, en lo referente a la conservación de los alimentos, no estando la patata fuera de dicha necesidad hasta el día de hoy.

Los españoles y los europeos en general no hicieron caso o no tuvieron en cuenta las costumbres de los indígenas en el tratamiento de los vegetales para hacerlos más digeribles o conservables, llegando a errores fatales como ocurrió con el maíz, que produjo tantas muertes por la carencia de vitaminas, y que durante casi un siglo fue una enfermedad que no sabían cómo atajar, me refiero al Mal de la Rosa o la Pelagra. Con respecto a la conservación de la patata ocurrió otro tanto ya que el llamado, en la región del lago Titicaca, chuño es una patata desecada y congelada que se rehidrata cuando es necesario su consumo y cuya técnica consiste, una vez recolectada, en lavarlas y humedecerlas para posteriormente secarlas al sol y exponerlas al frío de la noche, que en esas latitudes es bastante bajo, en primer lugar por la altura de esas tierras donde la cota media es de 3.800 metros sobre el nivel del mar y por su proximidad al ecuador. Con estos bruscos cambios de temperaturas se repite dicha operación por cuatro o cinco días, dependiendo de la consistencia de la patata. Posteriormente eran y son pisadas por mujeres especialistas en dicha técnica con el propósito de pelarlas y quitarles toda el agua que contienen, quedando de esta forma preparadas para su posterior consumo. Sigue leyendo

Historia de la venta y consumo de pescado en la Sevilla de la Edad Media

Carlos AzcoytiaDe sol se llena el fondo de este río / que guarda entre sus ondas el remedio del amor; / el viento arruga el manto de las aguas / y el sol le lanza una bruñida espada; / siente el río la pena de que se ausente el sol / y por miedo al adiós oculta la llama de su pasión.[1]

No se me ocurría otra forma de comenzar este estudio que no fuera con una poesía de un sevillano casi desconocido en Occidente, Ben Sahl[2], y del que se recoge, entre otros muchos sitios, una copla en el cuento de ‘Las mil y una noches’, porque el Guadalquivir es un río de amor y de vida, de actividad y de paz.

Hoy el río a su paso por Sevilla es como un león domado, ya no inunda la ciudad, que está en la cota siete sobre el nivel del mar, porque se construyó un canal, el de Alfonso XIII, a los pies de los cerraos del Aljarafe, sus hijos, el Tagarete, el Guadaira y el Tamarguillo se han entubado. Ya no se pesca a su paso por la ciudad porque aguas abajo se construyó una exclusa, no hay barcos de gran calado como antes porque los puentes de cálibo fijo no permiten su paso y ya no se draga su fondo, hoy es en definitiva un elemento decorativo más de la ciudad, que por cierto hasta el año 1992 la ciudad le daba la espalda, como si le avergonzara su pasado y su existencia[3].

Como veremos más adelante en el Guadalquivir abundaba la pesca y era de los principales productores de caviar del mundo, teniendo una medalla de oro en la Exposición Universal de París, allá por los años veinte del pasado siglo, algo que desapareció como consecuencia de la construcción de una presa en el pueblo de Alcalá del Río, aconsejo ver el plano adjunto para situarse y comprender mejor lo que cuento, lugar de desove de los esturiones, toda una barbaridad ecológica si tenemos presente que en la actualidad está en desuso; en el año 1992 se pescaron los últimos esturiones, tres, que fueron a parar a la estación biológica de Doñana donde se conservaron en formol, lo que hizo que de destruyeran sus ADN y hoy no sepamos qué tipo de esturiones eran.

Su excepcional geomorfología: a cien kilómetros del mar, navegable hasta más allá de la ciudad de Sevilla, adonde llegaban las mareas hasta Coria del Río, a unos ocho kilómetros de distancia al sur, con un laberinto de canales y cauces por las marismas, la convirtieron en el puerto más seguro de España, una ciudad del interior con vocación marinera y fue allí donde se fundó el centro del mundo con respecto al comercio con el Nuevo Continente, América; pero antes, mucho antes de eso, Sevilla era un emporio marinero y pesquero como iremos comprobando en este trabajo. Sigue leyendo

Una receta rescatada para hacer salchichón de cabeza de cerdo

Carlos AzcoytiaEsta interesante receta está rescatada de una carta al director del ‘Semanario de agricultura y artes dirigido a los párrocos’ de fecha 8 de diciembre de 1803, importante para conocer la forma de aliñar los fiambres, así como la conservación de los alimentos cárnicos embutidos.

Más parece que se refiere a un tipo de mortadela a la española y cuya fórmula era la siguiente: Sigue leyendo

Historia de la tortilla de patatas o española, un análisis sociológico sobre la alimentación a finales del siglo XVIII

Carlos AzcoytiaLeyendo el ‘Semanario de Agricultura y Artes dirigido a los párrocos’ núm. 85, de fecha 16 de agosto de 1798, encontré una noticia como mínimo curiosa y que bien podría ser un hallazgo del que tengo constancia que otros han sabido explotar convenientemente antes que yo, no pretendo ser descubridor de nada, sobre todo porque mi línea es la de la investigación gastronómica social, muy alejada ya de los tópicos o de la miopía de lo micro que nos puede mostrar una perspectiva deformada de la verdadera historia de la alimentación. Pues bien, bajo el título ‘Carta sobre el pan de patatas’, que desarrollaré más adelante, una vez que sepamos qué valor y uso tenía la patata en España a finales del siglo XVIII, intentaré mostrar un invento simple y cotidiano que se basa en la libertad del pensamiento, precursor de la ideas liberales que nos llevaron a la gran revolución científica en la que hoy nos apoyamos.

No existen dudas de que la patata era conocida en España desde la conquista de los pueblos que habitaban los Andes, en concreto su primer encuentro con el tubérculo se produjo en el valle de Grita, en la provincia de Vélez, en la actual Colombia, en el año 1537, por el conquistador Pedro Cieza de León, siendo desde entonces citada por múltiples autores que incitaban a su consumo en la metrópolis sin poder conseguirlo, pese a ser alimento de los nativos americanos y base alimenticia de los mineros del Potosí, eso sí, siendo un alimento de clase, algo que chocó frontalmente con la dignidad de aquellos desheredados de la metrópolis que la rechazaron por ser tenida como comida para cerdos. Sigue leyendo

Historia del cerdo, marrano, cochino, puerco o chancho y jabalíes

El presente trabajo es una actualización de otro de fecha
octubre de 2007 del mismo autor y de una ampliación de 
diciembre de 2008

Carlos AzcoytiaLa historia del cerdo está íntimamente ligada a la del hombre, tanto que sería imposible imaginar el desarrollo de las civilizaciones en el neolítico sin la participación en la dietética de este animal, que por sus características lo hicieron ideal para cubrir las necesidades de aportes de proteínas y grasas a la población.

Como todo alimento es discutido el origen de la domesticación de este animal, cuyo antecesor es el jabalí, el cual fuera de la época de celo es relativamente fácil de manejar, sobre todo sus crías, las cuales, junto con sus madres, merodeaban los asentamientos humanos con doble finalidad, la primera para alimentarse de sus desechos y la segunda para intentar protegerse de los depredadores, los cuales huían de los humanos.

Todo parece indicar que la domesticación tanto del cerdo, como de la oveja, la cabra y el buey se efectuó en Anatolia en Turquía, una vez que los homínidos se asentaran, entre otros lugares en la llanura del altiplano de Konya, desde donde seguro se sabe que se domesticaron los garbanzos, las lentejas, los guisantes y otras leguminosas (ver mi artículo dedicado a la historia de los garbanzos). Sigue leyendo